Cuando Riad A.M. estaba esperando el pasado Ramadán para cruzar a Marruecos en el embolsamiento, al cabo de una hora, empezó a tener sed “por razones médicas”, comienza. En ese momento, se dio cuenta de que no había un punto donde disponer de agua. “Mucha gente dice que ha pensado esta idea, pero hay una diferencia clara entre pensar algo y hacerlo y pensarlo y quedarte ahí”, comenta apoyado en la barra de la food truck.
Esta caravana es el punto por el que pasaron el primer fin de semana de agosto, pocos días después de abrirse el puesto, 4.900 coches en 24 horas. “El primer día fue en la semana de Feria. Esa semana fue horrible”, recuerda Riad mientras mira a Karim, el encargado de cubrir el turno de las mañanas.
Aunque es pronto para aventurarse sobre la viabilidad del negocio, el empresario reconoce que “a nivel económico” las expectativas se están cumpliendo. Aunque subraya que la vocación del único vehículo fijo en esta zona de paso es “de servicio público”.
“Al igual que los aseos portátiles, o las fuentes habilitadas para refrescarse, nosotros cumplimos otra función que es la de atender única y exclusivamente a la gente del embolsamiento”, continúa Riad.
Hasta tal punto que, además de enfriar el palé de botellas de agua que pueden llegar a vender en los días de mayor actividad, o de servir entre 500 y 600 cafés en una jornada muy ajetreada, también disponen sus neveras para conservar las dosis de insulina de las entre 10 y 30 personas con diabetes que, calculan, pasan “diariamente”. O de calentar en el microondas la leche para los biberones de los bebés.
Tras la semana de Fiestas Patronales, y una vez completada la Operación Paso del Estrecho en dirección a Marruecos, la explanada presenta una imagen desértica en las mañanas de mediados de agosto. Por el párking solo transitan coches que entran, cogen el ticket y salen directos a los controles fronterizos.
Los trabajadores de Amgevicesa, la empresa municipal que gestiona el embolsamiento, echan agua con las mangueras de riego por todo el lugar para limpiarlo. De vez en cuando, alguno se acerca a la food truck a pedir alguna bebida fría o un café.
Antes de que se suspendiese el porteo el pasado 25 de julio, Riad, Karim y Nabil, los trabajadores habituales (a excepción de los días de mayor intensidad), atendían a la figura “más especial” de la explanada: los clientes que proceden del porteo.
Desde que empezasen a prestar servicio de forma oficiosa, la semana del 22 de julio, tuvieron la oportunidad de conocer al cliente ‘atípico’: “Lo que intentan es regatear. Si están de buenas te pagan y si no, abren lo que tienen en el coche. No estamos mercadeando, estamos dando un servicio”, insiste Riad.
Los coches dedicados al porteo, que se acumulan al final de la zona de embolsamiento, comienzan a entrar “entre las 6 y las 7 de la mañana”, explican. A las 10.00 horas es cuando suele abrir el puesto.
¿Y cómo es el día a día con los porteadores? “Vienen, se embolsan, y practican el dolce far niente. Pasan la mañana con un café, un energy o unas patatas. Pero no quieren pagar el precio, si no el precio de costo. Si no están de acuerdo, amenazan con abrir el maletero de su coche, donde llevan mercancías, y venderlas por cuenta propia”, describe el empresario.
Aunque tengan que lidiar con el “anarquismo” de los porteadores, el empresario ve esta zona como un lugar “justo”. “No hay aleatoriedad. Entras primero, sales primero”, resume.
En los peores días de la OPE, con la explanada a rebosar y rondando temperaturas de 50 grados –agravadas por la sensación de calor que desprende el asfalto-, aparecían los “picos de ansiedad y nervios” en los clientes que realizan trayectos especialmente largos.
“Y se sorprenden al descubrir que una botella de agua les cuesta un euro”, revela Riad, comparando estos precios con los que se encuentran por el camino, desde Francia a Italia, pasando por la Península. Es por eso que los viajeros más lejanos, en lugar de preguntar, señala Karim, “dejan cuatro euros encima de la barra pensando que una botella valía eso”.
Este tipo de usuarios, además, buscan entender un concepto como el del embolsamiento. Otro motivo por el que los trabajadores de esta caravana insisten en denominarse un “punto de servicio”. “Les hacemos entender que esto es un párking de la frontera”, comentan.
Con una media de cien personas pasando por el puesto en un corto periodo de tiempo, el modo de trabajar exige rapidez. Este es el secreto del sistema de las tres neveras que tienen en el interior de la food truck: “La primera es la que más enfría y donde van las bebidas provenientes del almacén; la segunda mantiene el frío y la tercera es donde están las bebidas directas para la venta”, desgrana Riad.
Resguardado en la sombra de la caravana, Riad desvela que ya está pensando en aumentar el negocio. O el servicio. “Nos estamos planteando seriamente poner otro puesto anexo de bocadillos, pero nadie puede estar esperando 20 minutos a que le hagas uno. La provisionalidad de la explanada no te permite construir otro puesto acorde”, analiza el empresario.
Zona de embolsamiento o párking de la frontera, los viajeros pueden poner nombre a esta zona que ha desahogado la N352. Pero este puesto que calma la sed y sacia el hambre, de momento, no lo tiene.
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