Fin de la batalla. Las fuerzas del régimen han logrado sofocar la rebelión ciudadana y el cambio tendrá que esperar. Es cierto que en esta ocasión les ha costado mucho más trabajo que en otras precedentes, lo que se debe interpretar como un signo de esperanza. Han tardado un año, han tenido que desplegar todo su inagotable arsenal de recursos (mediáticos, políticos e institucionales), e incluso se han en la necesidad de sortear un imprevisto en forma de un tímido atisbo de dignidad en el interior del PSOE (algunos militantes ingenuos que siguen creyendo, ¡ilusos!, que militan en un partido de izquierdas); pero el final ha sido el fatídicamente dictaminado. La casta sigue detentando el poder. Ni siquiera unidos hemos podido.
Las consecuencias son muy fácilmente previsibles. Ya conocemos sobradamente los efectos de la política de derechas consistente, básicamente, en poner las instituciones al servicio de los mercados (de la infinita voracidad del capital), y reducir a la inmensa mayoría de los ciudadanos a la condición de “sujeto plena y dócilmente disponible para la explotación”. El cambio tendrá que esperar.
Pero si algún lugar necesitaba un revulsivo drástico y urgente, ese era Ceuta. La situación de progresivo deterioro en todos los órdenes de la vida pública demandaba un giro radical, que no llegará. El PP seguirá gobernando y aplicando las mismas políticas que nos han llevado a esta desesperante decadencia. No habrá nuevos enfoques ni reivindicaciones. La sordidez de la “cuestión de estado”, aderezada por principios rancios y obsoletos propios de la derecha cavernícola, nos conduce inexorablemente a otros cuatro años de amargura. Una vuelta de tuerca más.
Haremos un breve inventario de todas las asignaturas que vuelven a quedar pendientes para la próxima convocatoria. Las enumeramos sin que los ordinales indiquen prevalencia, y entrecomillando la respuesta política del PP respecto cada una de ellas.
Uno. La revisión de nuestro encaje en la Unión Europea. (“No es el momento”). Dos. La revisión de nuestro régimen autonómico para adecuarlo a la Constitución. (“El estatuto actual colma nuestras aspiraciones”). Tres. La revisión y consolidación del régimen económico y fiscal especial (“Hay que tener prudencia”). Cuatro. Una política de inmigración respetuosa con los derechos humanos (“No podemos abrir las fronteras de par en par”). Cinco. Una política de frontera propia de la edad moderna (“Es un asunto muy complejo y depende de un tercer país”). Seis. Una travesía del estrecho a precios asequibles (“Estamos pendientes de informes de los técnicos”). Siete. Un sistema educativo dotado de medios suficientes, adaptado a la realidad de Ceuta y sin segregación racial en las aulas (“La mejora de la enseñanza vendrá de la mano de la aplicación de la LOMCE”). Ocho. El desarrollo de un Plan Estratégico para favorecer la reactivación económica y generar empleo (“No tenemos una varita mágica”). Nueve. El rescate del suelo ocioso (ahora en manos del ministerio de defensa) para construir viviendas y equipamientos (“Preferimos hacerlo de forma gradual y moderada). Diez. Establecer una interlocución solvente y estable entre las instituciones del estado en Ceuta y la comunidad religiosa islámica (“No saben, no contestan”).
La suma de todo esto es una conclusión trágica para Ceuta. Aunque, vistos los resultados electorales (mayoría holgadísima del PP), podríamos apelar al refrán popular: “sarna con gusto no pica”. El problema es que siempre le gusta a unos (los mismos) y les pica a otros (pobres, parados, marginados y discriminados).
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