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Una travesía por dejar de ser demonios

Aseguran que su historia tiene para un libro. “O para una película”, apostilla Danielle, “pero de no ficción”. Son las vivencias de dos mujeres homosexuales en su travesía desde el centro al norte de África, continente en donde el amor entre iguales es considerada una cuestión de “demonios y espíritus malignos”, asegura Ingrid.

Desde un cafetín frente a la playa Benítez, Ingrid y Danielle observan los ríos de inmigrantes subsaharianos de camino al CETI. Algunos acaban de llegar a Ceuta. Y la mayoría reproduce los usos africanos. “En el CETI nos miran mal. Nadie quiere entrar en los baños que usamos”, dicen casi al alimón.
Danielle e Ingrid tienen mucho que contar. Tanto que a menudo hablan a la vez con voracidad. A las difíciles historias de los inmigrantes que buscan el porvenir del norte, esa supuesta tierra prometida, se une una inclinación sexual estigmatizada entre sus compatriotas. “La Policía de mi país me perseguía”, cuenta Danielle. Ser homosexual en Camerún acarrea la pena de muerte. Nada de contemplaciones. “Son los políticos, la sociedad y la religión”, dice Ingrid, que cita a la Biblia, “al final las cosas cambiarán”.
Por ahora las cosas siguen cambiando. Y sin intermediarios divinos. De momento, Ingrid y Danielle esperan, que es ya una forma de cambiar. Los permisos para poder celebrar el matrimonio aguardan el beneplácito de las distintas burocracias implicadas. Sería así el primer enlace entre mujeres subsaharianas ocurrido en España. Y sería en Ceuta. “En España hay más respeto por las opciones de cada uno. Todos deberíamos ser libres para elegir a quien querer y con quien vivir”, explica Danielle. Casi a la vez, casi solapándose, Ingrid pondera las costumbres y las leyes españolas. “Aquí en Ceuta estamos de maravilla”.
Estar de maravilla juntas implica tener un proyecto común. “En eso consiste el amor”, coinciden.  ¿Amor? “El amor es algo que no puede explicarse. ¿Tú has estado enamorado?”  Esa es la razón por la  que pretenden sellar su unión mediante el compromiso social y permanente del casamiento. “Primero queremos casarnos. Luego, obtener los papeles. Después, vivir en donde haya trabajo para nosotras”. Lo importante es encontrar un horizonte al que dirigirse. Así llevan Ingrid y Danielle desde 2008, año en que abandonaron Congo, la tierra de Ingrid, persiguiendo poder llevar una vida normal. Sin insultos ni demonios.
De Congo al norte de Camerún para llegar a Nigeria. De Nigeria a Níger, de allí a Argelia. Y entonces  Marruecos.  Y en 2010, en el bosque de Beliones con Europa a un salto de balsa. “Por poco nos quedamos en tierra. Había unos chicos que no querían que fuéramos con ellos”, comenta Danielle. Juntas salieron del centro de África y juntas llegaron a Ceuta hace poco más de un año. Desde entonces aguardan en el CETI para poder convertirse en ciudadanas de pleno derecho. Ingrid confiesa entusiasmarse al ver a los bebés de sus compañeras del centro. “Los veo y pienso en cuando era como ellos. ¿Quién me hubiera dicho que estaría y sería lo que soy? No somos nadie. La vida es así de incierta”.

Danielle, 21 años, Camerún

“Ser homosexual está castigado con la muerte en mi país. Lo que hemos pasado para llegar a Ceuta merecería una película”.

Ingrid, 21 años, Congo

“Mucha gente considera que ser lesbiana es estar poseída por un demonio. La gente rechaza entrar en el mismo baño que nosotras”.

Un balón de fútbol y a rodar

Un balón de fútbol fue su punto de unión. Ingrid era extremo y Danielle, una centrocampista que huía de su país a causa de la persecución sexual. Fue una carrera por la banda similar a la que Ingrid, capitana de su equipo camerunés, podría haber recorrido, pero en busca de la salvación, ese género importante de gol. Corría el año 2008. Hasta llegar a Ceuta, ambas necesitaron correr una superficie equivalente a decenas de miles de campos de fútbol. El balompié sigue siendo su pasión. Principalmente para Ingrid, que confiesa que el Carmelitas se ha puesto en contacto con ella. Danielle, por su parte, ha preferido inclinarse por las artes del pelo. Hace trenzas. Y, mientras, recuerda a su hermana Embumé, encerrada en una prisión camerunesa junto a su novia. Le han caído cuatro años y una multa que Danielle asegura rozas los miles de euros. “El problema de salir es que tendría que escapar. Los homosexuales en Camerún corren serio peligro”, explica Danielle. Con los preparativos de la boda en su mente, Ingrid y Danielle se definen la una a la otra. Que si no eres tan bruta, que si lo que tienes es carácter. Que si tú mas y una sonrisa de remate. Una lleva tenis y la otra zapatos con tacón. El esférico lo han dejado para el recuerdo, porque ahora lo que las une es un proyecto de vida. Nada menos. El terreno del juego más serio de todos.


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