Me encontraba en un sábado normal y corriente, no como los de ahora, con unos compañeros de diversión, en un paraje precioso de nuestra costa caballa. Gracias a nuestra tecnología pude captar una instantánea, que después de observarla y ser nuestra conversación durante muchos minutos, y además entre copa y copa simuladas y escondidas entre la montaña y la oscuridad, me vinieron estos versos que quiero regalarte a ti, para que lo divulgues en ese medio de comunicación como es El Faro de Ceuta. “Cada mirada que hacía a ese bello lugar me daba alas a mi imaginación. Saltaba de roca en roca e intentaba coger a la luna. Esa belleza que alguien ha puesto ahí para dar luz a las tinieblas. Son unas emociones que solo pueden disfrutar los que estamos aquí. Esa música que corre por nuestras venas que nos dan unos alardes de felicidad, pero de la positiva. De las que pocas veces que nos hacen acto de presencia en nuestro organismo. Ha valido la pena estar aquí, sacrificar nuestras vestimentas y nuestro físico, para ascender hacia los picos del placer absoluto.
Me siento un niño chico ante un juguete nuevo, y que por mucho que haya hecho un movimiento me encanta y vuelve una y otra vez a hacerlo.
La conversación necesaria, el sentir lo mismo, me hace ser un ser superior, un hombre que está dentro de una poltrona. Estamos a gusto. Solo os pido comprensión por no poder estar con nosotros y disfrutar de estos instantes irrepetibles.
Ni la buena compañía de la parienta me hubiera llevado al éxtasis donde me encuentro ahora mismo. Solo doy gracias a la tecnología que me está haciendo el gran favor de grabar estos momentos tan irrepetibles.
Las nubes hacen como un manto que intenta cubrir al astro rey de la noche del clásico fresquito de nuestra época del año. Intenta decirnos que también hay algo por ahí para cuidar de todo lo que no debe faltar en este mundo. Soy un hombre afortunado de estar en un lugar único y con mis mejores amigos junto a mi. Sabemos lo que queremos y por eso le digo a Diego pásame el whisky y la coca cola para brindar por casa instante de nuestro pequeño Kit Kat de nuestra ajetreada vida diaria.
La mar está resplandeciente y parece una pintura de un buen pintor. Ahora no soy capaz de pensar en nombres, solo lo hago con mis sensaciones. Esas que me hacen ser un hombre elevado a la enésima potencia.
Qué bonito es todo lo que estamos viendo. Y al borde del mar una luz más brillante que hace observar a un castillo. Y me viene al oído el relato de Juan.
Era el refugio de un pirata. Uno de los muchos que buscaban un refugio para poderse esconder después de sus fechorías. Era un gran temerario y muy conocido por estos mares. Lugar donde convergían dos mares y era la ruta preferida por muchos mercantes.
Todos cargados de unos botines que a más de un corsario les gustaría tener. Decían que se había batido con otro gran capitán del mar y que por culpa de una espada, bien afilada, había perdido la nariz. Por eso le llamaron el desnarigado. Y otro misterio se puso en lo alto de la mesa y nosotros seguíamos sintiéndonos en el paraíso.
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