Óscar Ocaña, director del Museo del Mar de Ceuta, estaba citado a finales de septiembre en Santa Margherita Ligure, en la provincia de Génova (Italia), por la IUCN.
Las siglas identifican a la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, el foro transfronerizo que se encarga desde hace más de cinco décadas de dar forma a su Lista Roja, la relación de especies repartidas por todo el planeta que a ojos de reconocidos expertos deberían contar con un nivel de protección especial para garantizar su supervivencia y aislarlas de los riesgos del entorno natural y de la acción humana.
Ocaña fue elegido para participar en esa selecta reunión por su condición de experto en corales, un patrimonio natural que anida en los fondos marinos de Ceuta y se expande por todo el Mediterráneo. Su misión era aportar información concreta sobre el estado de cada especie, unos datos con los que se han elaborado fichas y graduaciones en función del nivel de emergencia de cada caso concreto. Ya de regreso en Ceuta, el director del Museo del Mar resume las conclusiones del foro al que fue invitado: una especie ha sido declarada en peligro crítico, nueve en peligro, seis en situación vulnerable, once cerca de la condición de amenaza y otras 37 con un menor índice de riesgo para su supervivencia. De las 72 restantes no existen datos concluyentes.
De esas cifras aparentemente abstractas sobresale un caso que afecta de forma directa a Ceuta. Se trata de la antipathella wollastoni, una variedad presente en las aguas de la ciudad como única excepción en todo el Mediterráneo. Al estudio de ese exclusivo coral, que anida en zonas como el área de Punta Almina, se dedicará a partir de ahora Ocaña, que ya reseñó su presencia atlántica en la obra Corales de Canarias y Madeira. El resultado de ese trabajo determinará el grado de protección que debería aplicársele para evitar su desaparición. “Me voy a dedicar a estudiar su presencia en nuestro litoral. Los datos que tenemos ahora es que se encuentra en una situación deficiente, pero si descubrimos nuevas colonias distribuidas por la región, cuando la Lista Roja se revalúe su consideración pasará a crítica”, confirma.
Los peligros a los que se enfrenta el coral se multiplican: desde actividades marítimas sin control al efecto de la pesca desordenada, pasando por los vertidos de aguas fecales o las consecuencias del suministro de combustible a buques en alta mar. De ahí que Ocaña reclame “que la Administración autonómica tome cartas en el asunto y siga los consejos de la Agenda 21 e impulse de una vez el Plan de Ordenación Litoral”, ya que los corales son tan sensibles que se ven afectados por cualquier mínima variación de su entorno directo.
El resto de especies con presencia en nuestras costas tampoco sale bie parado. El coral rojo (corallium rubrum) ha sido catalogado en Génova como variedad en peligro. Anida en la Bahía Norte y, según Ocaña, “ya es hora de que se proteja”. En la Bahía Sur también aparecen colonias de cladocora caespitosa, considerada “en peligro”, mientras que la dendrophyllia ramea y la paramuricea clavata pasan a “vulnerables”. Cerca de la amenaza, y también en aguas de la ciudad, figuran la ellisella paraplexauroides, savalia savaglia, eunicella singularis y la eunicella verrucosa. La futura Lista Roja, con sus más de 71.000 especies ya bajo su paraguas, podría contribuir a garantizar su supervivencia.