Hablar de racismo en una ciudad donde el mensaje es que somos ejemplo de convivencia es sinónimo de ganarte críticas y enemigos. Sin embargo, personalmente advierto un tufillo racista, porque racismo es señalar a toda una comunidad por la identidad del individuo que comete un delito como defenderlo por la misma razón. Racismo es espantarse por lo que hace un musulmán e intentar minimizarlo si lo hace un cristiano, hindú o judío; también al contrario. Racismo es decir “cómo no iban a ser ellos”, pero cuando somos nosotros señalamos sólo al individuo.
Esto ocurre en la ‘pequeña y marinera’ o tengo la mala suerte de tropezar con este tipo de conductas y de comentarios. No hace falta buscar mucho para detectar el problema, sólo con leer los foros de los medios de comunicación percibes claramente que ese tufillo racista existe desgraciadamente. Existe y lo podemos ver continuamente, pero nadie aborda el problema y le da la importancia social que tiene, sobre todo porque no tardarán en salir voces autorizadas para tacharte de alarmista o ignorante.
Esta semana El Faro de Ceuta publicaba la sentencia condenatoria para el sargento 1º de La Legión que disparó a Hicham. Una sentencia que han aprovechado algunos lectores para dar opiniones con un “tufillo racista” digno de enmarcar, porque lejos de dar una opinión sensata intentan -me imagino por ignorancia- buscar tintes religiosos y racistas, mientras otros, tratan de justificar una conducta injustificable con ese mismo tufillo.
Unos sostienen que la sentencia es irrisoria e indignante, porque el agresor es cristiano y la víctima musulmán y, por supuesto, que la pena no se corresponde con el daño causado a Hicham. Sin embargo, existe una circunstancia que no valoran o desconocen. Una razón de peso y fundamental como que “la víctima está conforme con la sentencia o mejor dicho, víctima y agresor están conformes con el veredicto acordado de conformidad entre ambas partes”. El militar puede pensar –es mi opinión– que pagando 111.000 euros se libra de una condena privativa de libertad más amplia y que la condena –al ser menor de tres años– le permite no perder la condición de militar de carrera. Hicham, por otro lado, puede pensar que 111.000 euros compensan el sufrimiento padecido, nadie mejor que él puede hacerlo.
Ambos están en su legítimo derecho, otra cosa es lo que el resto de los ciudadanos podamos pensar, pero ninguno somos Hicham y, por tanto, desconocemos las razones por las que ha considerado que la conformidad era lo mejor para él y tiene todo el derecho del mundo para tomar la decisión que más le interesa.
En cuanto a la alarma social que argumentan algunos ciudadanos al leer que el militar no será expulsado del ejército al ser condenado a menos de tres años de prisión y, por tanto, la posibilidad de tener nuevamente un arma a su disposición es una posibilidad, pero no la única, porque las Fuerzas Armadas tienen un mecanismo para valorar la idoneidad o no de un militar profesional para portar armas y, por lo tanto, el gabinete de psicólogos de las Fuerzas Armadas deberá decidir si un militar –no esté en concreto– cualquier militar que tenga un comportamiento anómalo puede portar o no armas; además deberá decidir, si está apto o no para pertenecer a las Fuerzas Armadas o, por el contrario, pierde la condición de militar de carrera por perdida de aptitudes psicofísicas.
Creo que la explicación despeja todas las dudas sobre la contundencia o no de la sentencia por la raza o religión de la víctima pero, desgraciadamente, los que escribieron en el foro –las dos partes– estaban más preocupados por sacar a pasear su tufillo racista que por la contundencia o no de la sentencia. Un tufillo que deberían corregir. Un tufillo que deberíamos denunciar los que apostamos por vivir en una ciudad tan especial como la nuestra.