Una tradición milenaria y en riesgo de extinción merece ser rescatada hasta transformarla en yacimiento de negocio e incluso sello distintivo de la ciudad.
Ése es el objetivo que se ha marcado el grupo de profesionales que ha moldeado ‘SalZone’, un ambicioso proyecto que trata de exprimir el potencial cultural, turístico y gastronómico que oculta el salazón que cuelga de las volaeras de la Almadraba. La iniciativa, respaldada por ‘Invinarte’ y ‘Ceuta Dreams’, comenzó a gestarse en el verano de 2014 y ayer fue presentada por sus impulsores, José Manuel Pérez Rivera y Keke Raggio, un binomio de emprendedores al que se ha sumado el chef Mario Silva. Elevado a la categoría de “jamón del mar” –e incluso a la de Joselito, el gran diamante cárnico–, el equipo de ‘SalZone’ cree haber encontrado un tesoro “único” en torno al salazón ceutí: por su secado al aire libre, peculiar a este lado del Estrecho; el procedimiento artesanal, la protección individual con redes del bonito, el legado histórico (hay testimonios fenicios y romanos de su elaboración) y la dedicación de los hasta 60 trabajadores que en la actualidad perpetúan la tradición. Ese patrimonio etnográfico es el que el proyecto pretende encauzar a través de todos los canales posibles, desde el asesoramiento a las empresas interesadas en su comercialización hasta la organización de una feria internacional anual o su conversión en reclamo turístico y gastronómico, parcela en la que entra en juego la habilidad en los fogones de Silva. Primeros pasos Avanzados los primeros pasos, el grupo está ahora inmerso en darle forma a su criatura. Eso pasa por diseñar un completo plan de negocio que aportará claves como la inversión necesaria o el empleo que podría generar. También enfocarán los primeros esfuerzos hacia la difusión de un documental que servirá de promoción a ‘SalZone’, y en redoblar los contactos con todos los agentes sociales y económicos interesados en sumarse a la aventura, como ya han hecho con laCECE, Cámara de Comercio, Autoridad Portuaria, sindicatos o Universidad de Granada. “Está dirigido a toda la gente interesada en el mar, la cultura y el arte, para que el salazón sea parte de nuestro presente y de nuestro futuro, y para evitar que su actividad se fosilice”, subrayaba ayer José Manuel Pérez Rivera, director ejecutivo y técnico. El proyecto pretende avanzar con las bases bien asentadas, de ahí que los profesionales que lo acaban de alumbrar se hayan marcado un plazo de tres años para evaluar su viabilidad. Es el tiempo que consideran que tardará en cristalizar una iniciativa que, confían, podría revitalizar un sector pesquero que languidece en el olvido y que en el primer tramo del Siglo XX llegó a emplear en Ceuta hasta a 2.000 personas. Tras ese producto tan “especial” y “diferenciado”, en palabras de Raggio, y apasionante aunque “complicado de cocinar por la sal”, como lo definió Silva, se oculta la llave de todo un nicho de mercado económico, patrimonial y turístico. Huevas, lomos de bonito y volaores para los que los impulsores de ‘SalZone’ reclaman apoyo también institucional. “Esperamos que algún día ocurra con el salazón como cuando Miguel Ángel Revilla salía de Cantabria y llevaba su lata de anchoas: que quien salga de Ceuta también lo promocione”, confiaba ayer Keke Raggio.
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