Opinión

Un sueño llamado Real Madrid

Me viene al recuerdo las horas previas a lo que iba a ser mi prueba futbolística en el Real Madrid cuando contaba dieciocho años. Todo estaba preparado para coger el tren para enfundarme la camiseta del equipo blanco, la gran ilusión de cualquier jugador que trenzaba jugadas imposibles, en un campo que le llamaban el “54” y que su composición terrenal parecían pedregales y donde la máxima del fútbol era colocar el balón allá donde los extremos se jugaban el ser o no ser para centrar y darle posibilidades a su delantero centro. En aquellos tiempos y cuando el horario imperaba sobre los elementos, el primer partido comenzaba a las ocho de la mañana. No dormíamos pensando en aquel partido donde todos intentaban hacerlo lo mejor posible, con un balón que pesaba kilos y que te rompía las piernas.

A pesar de ello, el fútbol que se practicaba en aquel infierno de pasión, en nada era comparable al que vemos hoy día. La conjunción y la armonía, se enfundaba la camisola del compañerismo y donde habríamos pagado si la ocasión lo hubiese requerido. Hoy día no, hoy los jugadores ganan millones de euros y no se conforman, ¡quieren más!. Quieren tanto que muchos de ellos se sientan en los banquillos de los juzgados para ser condenados, por un delito contra la Hacienda pública, aunque a decir verdad, la mayoría no son culpables y sí lo son los que lo dirigen, unas personas sin escrúpulos que, lamentablemente, se aprovechan de las cualidades de sus hijos o de sus protegidos. El fútbol se muere día a día, las normas van cambiando y es posible que hoy, el fútbol que practican las mujeres sea más convincente. Porque es un desafío al dinamismo, al fútbol en progresión, donde la lucha por ganar se impone a cualquier otra prerrogativa, donde el margen de error es compatible con la jugada posterior. Como el fútbol de entonces, ganar está por encima de cualquier otro interés que no sea vencer o vencer. De igual manera, se hace necesario hablar de los canteranos, de la Real Sociedad, Atlético de Madrid o de la cantera de Mareo, feudo del Sporting de Gijón. Es la salsa del deporte rey, hoy venido a menos, con unos árbitros en decadencia y permisivos, necesitados de un Var que les saque de su duda cuando, desde tiempo inmemorial, los árbitros fueron Señores, fuera y dentro del campo y que debían decidir en décimas de segundos si aquel gol entró o si era penalti una jugada que se veía desde el tercer anfiteatro. Es posible que nada importe ya sobre lo que se expone en este artículo, no lo dudo, pero me niego a concluir un tiempo de belleza, en todos sus aspectos, y en detrimento del fútbol actual, donde los jugadores de élite parecen las reinas de las fiestas y sus adláteres el patrimonio de la basura. No es agradable ver equipos con grandes jugadores que son tratados como si fueran dioses, con sus pantalones por las rodillas y sus pendientes en las orejas, sus crestas y sus coletas, sus lesiones de pacotilla y sus nombres en la espalda. Tienen preparadores de todo tipo, físicos y de porteros, secretarios técnicos y utilleros por doquier. Nada comparable a lo que nos demuestran sobre el césped, entradas terribles, codazos, agresiones, porquería…

Muchos ceutíes de edad recordarán aquellos partidos que jugaba el Atlético de Ceuta en el Murube donde no cabía un alma. Cuando nuestro equipo ganó al Mallorca en el último minuto con un gol desde fuera del área del marroquí Jdidi, extraordinario jugador, la satisfacción era inmensa, total, apoteósica. Eran miles los aficionados que bajaban la cuesta del Morro comentando los grandes partidos que veíamos en aquellos años y que no tienen comparación con el deterioro que ha sufrido el fútbol en los últimos años. Desde Ayala II a Ayala IV, Totó, Escudero y… y muchos más, figuras del fútbol que aún siguen en el recuerdo, clavadas, tatuadas. Era entonces cuando esperábamos con ansia ver a nuestros jugadores. ¡Aquellos tiempos!.

Un día antes de partir hacia Madrid y cuando el encargado del mejor Club del mundo llamó a las oficinas del Imperio de Ceuta para participar que dos jugadores del equipo harían una prueba en el equipo blanco, El Sr. Malbo, que así se llamaba, se quedó putrefacto al escuchar las palabras del secretario del equipo ceutí, militar de profesión y un auténtico envidioso, que sin motivo aparente, le dijo: “Estos dos son unos golfos, no les gusta el fútbol, cuando terminan los partidos se van con niñas a pasarlo bien. Son unos hijos de papá, no merecen hacer una prueba en ningún sitio. Creo que deben desistir sobre sus intenciones”. En aquel momento, murió nuestra historia. El Sr. Malbo desistió de su interés.

Los dos jugadores que iban a hacer la prueba eran Javi Pérez Blanca y García de Vinuesa. Aquel día, un indeseable, truncó no solo la ilusión de dos jóvenes, hizo añicos el futuro de dos promesas, llenó de lágrimas sus ojos e hizo que su maldad floreciera en la penumbra de un día sin noche y de un amanecer sin luz… allá donde estés, muévete en el destierro.

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