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Un poeta, un maestro artesano y un altruista, unidos en el callejero

Ceuta cuenta desde ayer con un callejero renovado, con el bautizo de tres de sus calles más céntricas, todas ellas en el entorno de la Plaza de África, con el nombre de “unos caballas de pro que no merecen menos” tal y como explicaron varios asistentes al acto.

López Anglada, Cabillas y Durán, tenían, en palabras del presidente de la Ciudad, un denominador común: eran nobles, cercanos, bondadosos y amaban a la ciudad de Ceuta”. Decenas de personas se dieron ayer cita para participar en los homenajes, todos ellos a título póstumo, a tres hombres muy queridos en Ceuta y que por petición popular pondrán nombre a varias calles de la ciudad autónoma.
De José Durán, la Asamblea ha destacado su “amor y maestría artesanal que trasmitió a muchísimas personas”. De Valentín Cabillas, su compromiso con las buenas obras siempre “al lado de los necesitados y las personas que sufrían carencias y dificultades”. Y de López Anglada, Vivas se refirió a él como “el poeta de Ceuta que nos ha reflejado de manera magistral”. Desde ayer, lo que reflejan los azulejos ubicados en esas nuevas calles, son los nombres de personas que contribuyeron a mejorar la ciudad que les vió nacer y a la que se entregaron cada uno con lo que mejor sabían hacer: escribir, bordar, ayudar y en definitiva, mejorar Ceuta.

 

Valentín Cabillas: La calle del alma de la caridad  ceutí

No lo dice tan sólo su familia, o sus amigos, o sus vecinos o los que recibieron su ayuda. Lo dice todo el mundo. Si por algo se caracterizaba Valentín Cabillas, es por ser un hombre de caridad “de los que ya no quedan”. Toda su vida luchó por darle al que no tenía. Sólo dejó su lucha al final, pero su lucha personal por seguir viviendo y fue al fallecer su sobrina repentinamente, “un mazazo que le arrebató las ganas de continuar. Pero antes de morir, nos dijo que por favor no dejáramos de ayudar a todo el que lo necesitase”, explica su sobrina María, que fue a vivir con él, el menor de cinco hermanos y soltero, cuando era apenas una cría. Apoderado de Trasmediterránea, “todo lo que ganaba lo gastaba en alimentar a los que lo necesitaban, o vestirlos, o lo que fuera. Lo suyo era para el que más lo requería y no tenía por qué pregonarlo. Su recompensa era ayudar . Sin más”. Su casa se convertía en un improvisado almacén con comida, o albergue del que no encontraba techo. Cofrade de excepción, “a mi me enseñó todo lo bueno que tengo. Era ejemplo de hombre de Iglesia, de fe y de tender la mano al necesitado”, comenta su sobrina emocionada aún al recordarle y feliz por el reconocimiento del pueblo de Ceuta a su tío. “Si ahora levantara la cabeza estaría contento por la marcha de las cofradías y lo bonita que está la ciudad, pero triste por la cantidad de gente necesitada que existe”. Era alegre, dicharachero y gran devoto de la Virgen de África tal y como recuerdan sus familiares. Un hombre bueno. De los que no hay.

 

El recuerdo de José Durán está  “en el mejor lugar”

La hermana de José Durán tuvo que contener las lágrimas en diversas ocasiones. Flanqueada por sus hijos, el recuerdo del menor de los cuatro hermanos, fallecido hace menos de una década, era palpable.  “Era una persona feliz, entrañable, cercana, humilde, amigo de sus amigos... y bueno”. Y entregado al mundo cofrade y a la Virgen de África, de la que fue vestidor durante mucho tiempo. Allí, en un lateral del Santuario, su nombre permanecerá para siempre. Y no será lo único. La obra de José Durán, maestro del bordado, ha sido extensa y reconocida. Ya muy de joven aprendió en un convento a bordar. En Toledo, en Sevilla... “más bien fue autodidacta porque a él se le daba muy bien el dibujo y tenía muchas cualidades”, explican sus familiares. Diseñador, proyectista, vestidor, maestro de priostes y artesano bordador, enseñó a muchos que amaban el oficio y la labor cofrade, los secretos del buen hacer y a él se le deben entre otras muchas creaciones, dos palios de la Patrona de Ceuta o el Sinpecado de la Hermandad del Rocío de Toledo. “No podríamos destacar ninguna de sus obras. Tiene cientos y todas las hacía con el mismo cuidado y cariño”, explicaron sus familiares, agradecidos por el reconocimiento a un hombre “enamorado de Ceuta”.

 

El poeta de Ceuta, frente al mar que siempre le inspiró

Cuando Luis López Anglada partió de Ceuta bajo las exigencias del guión laboral de su padre, de carrera militar, poco hacía presagiar a su hija que décadas después la Ciudad recordaría con su nombre uno de sus rincónes más emblemáticos. Cerca del mar, ese mar que describió en sus versos como ningún otro poeta y que "supo reflejarnos de manera magistral", en palabras del presidente Juan Vivas. Su hija Elvira, agradecida, quiso describir a su padre como "un hombre muy grande tanto de físico como de espíritu, bueno, generoso, simpático, amigo de sus amigos y que quería mucho a Ceuta". Elvira y sus nueve hermanos lo sabían porque desde que nacieron, su padre les trasmitió el cariño por "una tierra que nunca olvidó y que le alimentó junto a la poesía y a sus hijos, su propia vida". López Anglada siguió los pasos de su padre e hizo carrera militar, pero nunca dejó de lado el amor por la poesía que le llevó a plasmar sobre el papel lo que golpeaba apasionadamente su espíritu y que posteriormente provocaría en el lector la resurección de esa misma pasión. Así entendía él la poesía y así describió en sus versos a su ciudad natal tal y como recordó el presidente al versar una pequeña parte de su obra inspirada en Ceuta. Con oficio de militar y vocación de poeta, se unió a una poetisa con la que compartió uno de los momentos más importantes de su vida: la concesión del Premio Nacional de Poesía en 1961 por su obra ‘La Contemplación de España’. López Anglada contempló, trabajó, crió, amó, escribió y resumió así su concepción de ese transcurrir vital en su ‘Soneto para el final’:
Tanto cambiar las penas por los besos,
tanto opinar y tanto desengaño,
cuando, de pronto, acabe con la muerte
con el que al otro lado me despierte
comentaré: ¡Qué sueño tan extraño!”. Nadie se ha extrañado de que una calle en Ceuta lleve ahora su nombre.  Primero la ciudad le reconoció con el Escudo de Oro y en 1984 la Medalla de Plata  pasó a formar parte de uno de  sus tesoros más queridos. Poesía, hijos y Ceuta, fueron los pilares de una trayectoria que su ciudad natal le ha reconocido siempre “y ese ha sido un cariño mutuo también de mi padre por esta tierra” tal y como ha explicado su hija, que se ha trasladado desde Madrid a ese rincón que su padre adoraba y con el que siempre soñaba con volver. A la bahía de Ceuta. Frente a ella, su calle. Una calle dedicada a las palabras del poeta de esta ciudad.

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