Categorías: Opinión

Un paseo por la calle Real VIII Maestranza- Las Heras

Si bien en la Plaza de Maestranza, acaba la Calle Real propiamente dicha,  vamos a apurar la dirección de la calle por  Juan I de Portugal hasta Las Heras, para dar término al sentido ascendente de esta calle, verdadero cauce donde transita el palpitar de las gentes de Ceuta.  Y principiando Juan I de Portugal, es lo más parecido a una calle peatonal. La acera por el lado izquierdo es de cincuenta centímetros, para ir ensanchándose a la vez que vas avanzando metros. Por el lado derecho, parte de cero, para a semejanza de su compañera del lado contrario, ir cogiendo anchura, conforme te introduces en ella. Tiene su explicación, la acera es tan estrecha por un lado y sin ella por el otro, para dar opción al paso del autobús que posee las medidas justas.
Todo el lado derecho de la calle, hasta llegar a la escalera de la Cortadura del Valle, es una fachada cerrada que pertenece a la Maestranza de Obras Militares, sin puertas ni ventana ni nada que destacar.
Por la izquierda, a pocos metros del inicio de la calle, una puerta da acceso a la tienda de comestible “Casa Pepín”. Seguidamente un grupo de casas de una sola planta, sin nada notable que destacar. A continuación un pequeño ensanche de pocos metros donde Muebles Ruiz, posee un almacén y algo más abajo, encontramos el “Bar Los Corales”. Es pequeño, con solo cuatro o cinco mesas y atendido por un señor muy simpático, natural de Sevilla e hincha del Betis.
A continuación una rampa de una decena de metros, que finaliza en un gran portalón nos indica que estamos en el garaje y talleres de la firma ceutí Baeza, S.A. A la derecha del portalón, hay una escalera de madera, a través de la cual se accede a la vivienda de Manuel Arce. Este señor es el chofer de los señores Baeza. Manolo Arce, hijo del anterior, es un gran amigo al que aprecio de veras.
Este gran local, dispone de taller de mecánica de automóviles, al frente del cual está José Traverso y su hijo Pepe. También posee de un gran torno, mandril, cepillo, sierra, etcétera, movido con un solo motor que a través de correas y un eje transmisor, pone en funcionamiento y a elección, la máquina que precise. De todo este tinglado es encargado Francisco Trujillo y al fondo, se encuentra el taller de carpintería, que dirige Juan Pacheco.  
Volviendo a la calle y tras el garaje, un muro blanqueado de cal que aísla la calle de la serradora gigante que existe en la parte posterior, a la que se accede por la calle de la Marina Española.
Hay varias casas bajitas y tras la segunda vivienda donde reside Antonio Sánchez, se encuentra el Pasaje de las Balsas. Este pasaje desemboca frente a la rampa de bajada al Muelle Alfau.
Cruzamos a la acera de enfrente, para estar de nuevo en la escalera de la Cortadura del Valle. Subiendo esta escalera, a la derecha existe una fila de pabellones militares de una sola planta, y a la izquierda el nacimiento de la calle del Pozo del Rayo -que desemboca en la carretera del Hacho-, y unos cuarenta o cincuenta metros más adelante, encontramos el acuartelamiento de la Compañía de Mar de Ceuta. En este cuerpo, tuve el honor de cumplir con el servicio militar varios años después.
Volvemos de nuevo a bajar la escalera y cruzando la calle mencionada, hay un pequeño puente, que sirve para salvar la cuenca del arroyo del Pozo del Rayo, que como han podido apreciar, tiene el mismo nombre que la calle. Este arroyo era el encargado de abastecer de agua las balsas. Aún existentes pero sin utilidad alguna.
Siendo muy pequeño, un día que visitábamos las balsas, mi padre, me contaba que con anterioridad al protectorado de Marruecos por parte de España, toda la zona periférica de Ceuta era muy insegura y, dábase con frecuencia, que alguna kábila o varias a un tiempo sitiaran la ciudad. Entonces se subía el puente levadizo que se hallaba en el Puente del Cristo y de esa forma quedábamos aislados del resto del continente. Para tener un remanente de agua de manera que evitásemos tener que salir a buscarla con el consiguiente peligro, teníamos las balsas. Ahora están en desuso y aisladas del arroyo. Y puedo recordar que estaban medio vacías y la poca agua que retenían  se había  ido acumulando con la lluvia, recubriendo  toda su superficie con  un espeso manto de  verdín, tan característico de  las aguas que no se renuevan y permanecen estancadas. Por entonces, el arroyo, a través de un canal desaguaba en las balsas, que a su vez, en un lateral, poseían un aliviadero encargado de evitar el desbordamiento, de forma que, una vez llena la pileta, el líquido elemento era desviado de nuevo al cauce natural, que desembocaba en el inicio de la playa de San Amaro.
Recordado “Las Balsas” y el arroyo del Pozo del Rayo, lo cruzamos  a la derecha y  encontramos un establecimiento con dos puertas. Por la primera es una tienda de comestible y, por la segunda,  un bar. El local se comunica por dentro y no me resisto a contar lo ocurrido allí una tarde noche.
Pasamos por allí un grupo de amigos todos de  Plaza de África -que solíamos con cierta frecuencia dar un paseo por todo Ceuta-, cuando oímos cantar y detectamos que había un buen ambiente. Nos quedamos unos en una puerta y otros en la otra, con ánimo de presenciar el inesperado espectáculo. Entre los allí presente, se encontraba “Carlitos Gardel” -Carlitos era un humilde simplón, de mente poco despejada y auto-convencido de que era un gran cantante. Era muy popular en esos años-. Al momento llegó un grupo de cinco o seis personas, que no cabían en el bar y se acomodaron en el  mostrador de la tienda donde le sirvieron las bebidas solicitadas.
La fiesta continuó bastante animada, hasta que se empecinó Carlitos Gardel -nunca supe su verdadero nombre- en cantar. Lo hacía bastante mal, pero la gente le animaba y  en su inocencia no se daba cuenta que se reían de él.
Uno de los recién llegados, quiso destacarse y asiendo el trapo húmedo que había sobre el mostrador y que suelen utilizar para limpiar la encimera de restos de vino, lo empapó algo más bajo el grifo, y se lo arrojó a Carlitos. Tuvo a la vez, mal atino y mala suerte. El trapo arrojado dio de lleno en el cuello, a un señor que estaba sentado al fondo del local. Éste, sin pararse a pensar lo más mínimo, se levantó y dirigiéndose al que arrojó el trapo, le soltó una bofetada de “aquí te espero”.
Lo que ocurrió seguidamente en aquel lugar, deja en ridículo las peleas que se ven en las películas del oeste americano. Los amigos del golpeado quisieron vengarlo, agrediendo al que soltó la primera galleta, pero como éste, también contaba allí con sus “colegas”, que salieron en su defensa, el local se convirtió en el lugar más peligroso en toda nuestra ciudad. Nosotros dimos unos pasos hacia atrás, de manera que no perdiéramos ningún detalle del espectáculo, pero que tampoco corriéramos riesgo alguno. Aquello fue increíble, entre tacos y maldiciones de los contendientes y los gritos del propietario de la tienda-bar, no entiendo cómo no echaron  el local abajo. Al rato llegaron dos coches de la Policía Armada -los famosos grises- y se suspendió el combate. No recuerdo si el amigo Carlitos salió ileso de aquel infierno, aunque no creo que nadie se atreviera agredir, a un hombre que si Dios lo privó de sus facultades mentales, no lo privó en cambio de la habilidad de colarse en todas las fiestas y ser en ellas bienvenido.
Dejamos atrás aquel improvisado ring, para llegar de inmediato a un taller de reparaciones y alquiler de bicicletas. Este taller es muy popular entre la juventud de Ceuta y conocido como “Taller de Chafler” -correcto o no, lo escribo tal como se pronuncia-. Los domingos y días de fiesta, eran muchos los chavalitos que se pasaban por el taller para alquilar el vehículo de dos ruedas. El precio era de un duro -cinco pesetas- la hora.
Tras el taller, hay dos o tres viviendas de una sola planta, aquí se inicia un desvío hacia la izquierda y finalizando la curva, una escalera paralela a un muro nos lleva a un llano, lleno de casitas baja que conocemos como Pabellones de Ingenieros.
Volviendo al inicio de la escalera, viene a continuación un tramo recto, con una  rampa en pendiente  lateral y paralela a la calle, que nos conduce a la entrada del Cuartel de Ingenieros. Me imagino que este cuartel, es el que da nombre a los pabellones, que con anterioridad hemos visitado.
Años mas tarde, a raíz de la construcción del Hotel La Muralla, el Parque de Artillería que se ubicaba donde se construía el hotel, fue trasladado al antiguo Cuartel de Ingenieros. Desde entonces aquellos viejos pabellones, en los planos de la ciudad se conocieron como Pabellones de las Heras.
Las instalaciones del cuartel, llegan hasta el final de la calle, donde finalizamos el recorrido de la acera derecha, volviendo de nuevo al puente del Arroyo de Pozo del Rayo.
Desde el arroyo hasta doblar la curva, nos acompaña un muro y sabemos que tras éste, se hallan las anteriormente mencionadas balsas. A continuación unas casas militares, a los que se accede tras subir unos escalones. Finalizada esta hilera de pabellones, llegamos a una reja que forma un ángulo de unos ciento veinte grados, con doble puerta de hierro en el lateral que da a la calle de  la Marina. Esta reja protege un viejo caserón que nunca tuve noticias de quien era, ni que hacía allí.  Así llegamos a la Plaza de las Heras.
Esta plaza desvía el tráfico a la derecha si tu dirección es San Amaro y, a la izquierda, si quieres regresar de nuevo al centro de la ciudad. En el centro de ella y sosteniendo una bonita farola, hay  una acera de forma triangular haciendo de isla, que facilita el trafico rodado y al fondo, paralelo a la rampa de bajada al Muelle Alfau, se hallan los jardines de Pelegrina, aislado de la acera por un gran seto de metro y medio de alto. En el centro de la plaza junto al seto, se halla una parada de autobús de la empresa “Benítez-Las Heras”.
Llegado a este lugar, me siento en el banco de armadura metálica y asiento de madera y decido esperar la camioneta que me lleve de regreso al Puente Almina. El viaje de regreso me cuesta treinta céntimos. Llevo mucho tiempo alejado de mi barrio y mi gran verdad, es que casi no se andar si no es pisando los adoquines del Callejón del Asilo Viejo o mi Plaza de África.

Entradas recientes

La estafadora para la que piden prisión tras un engaño en Facebook

Las ofertas de alquileres vacacionales publicitadas a través de redes sociales pueden terminar constituyendo una…

28/07/2024

Así son los 4 microbuses que llegarán por vez primera a algunas zonas

Serán 4 y estarán además perfectamente adaptados para prestar servicio en aquellas barriadas que durante…

28/07/2024

La Ciudad acometerá un ‘lavado’ de cara en el Museo del Revellín

La Ciudad va a cometer unas obras de mejora en la sala de exposiciones del…

28/07/2024

Condenado por simulación: se inventó que inmigrantes le robaron

El magistrado titular del Juzgado de lo Penal número 2 de Ceuta ha condenado a…

28/07/2024

Las barriadas, el PSOE y los “afines” del PP

Al PSOE le van a faltar los dedos de las dos manos para empezar a…

28/07/2024