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Un paseo por la calle Real VI Azcárate - Maestranza

De lo más significativo por la acera izquierda de aquella plaza de Azcárate -al igual que el Puente Almina y Plaza de los Reyes-,  era la presencia de dos quioscos. Ambos, a cada lado del acceso a la escalera que comunicaba la plaza alta de la baja. Esta escalera -en forma de “V” invertida-, son en realidad dos, cada una finaliza a ambos lados de la plaza, en la que años más tarde se ubicaría un mercado. Al final otras dos escaleras, esta sí en forma de “V”, que se unen en el tramo final, para acceder a la calle de Salud Tejero, en la confluencia con la calle Alfau.  
Volviendo de nuevo a la zona alta, el más cercano de los dos quioscos -el de la izquierda-, era un despacho de leche, para más tarde -al final de la década de los cincuenta-, pasar a ser una mini-cafetería. En él se podía consumir café, chocolate e infusiones acompañado de rica bollería.  El otro se dedicaba a la venta de prensa y revistas. No recuerdo el nombre del propietario, pero sí que era minusválido, muy popular y querido en toda esa zona.
También era notorio la parada de taxis, que en Ceuta usualmente las berlinas se pintaban de negro, para más tarde no tener colores determinados. Ésta era la época de los Plymouth, Ford, Chevrolet, Dodge, etcétera. En la  parada del Puente Almina unos de los taxis era de la marca Hudson y la parada del Cervantes -que primero estuvo en la calle Padilla y más tarde en la calle Méndez Núñez-, había un De Soto y un Chrysler Carnero. Prosigamos con el paseo y dejemos los taxis y sus marcas para otra ocasión.
Dejando la Plaza atrás y antes de llegar a la calle Dueñas, existe un gran solar, aislado por un muro blanqueado de cal. Llegamos a la bocacalle y continuamos por la acera izquierda. A los pocos metros, encontramos el patio de la Tahona. Este es uno de los patios más populares de Ceuta. Probablemente y como su nombre indica, años atrás, existiría en este lugar un horno de pan que fue quien dio origen al nombre. En la actualidad se caracteriza, porque todas las mañanas el patio se convierte en pintoresco mercadillo. Productos de la huerta marroquí y de nuestras dos bahías, son expuestos para su venta. En el año 1955 aproximadamente, en el interior del patio, se expuso una maqueta de una ciudad, con su red ferroviaria en miniatura. Túneles, puentes, pasos a nivel y estaciones de trenes, ornamentado por redes eléctricas bosques y jardines, hizo la delicia de todos los que tuvimos la suerte de visitarlo. No se quien fue el responsable de aquella maravilla, pero en mí quedó grabada para siempre. Es vecino de este patio, don Teófilo Escribano, profesor y propietario de la academia que lleva su nombre, sita en el piso superior de la academia de mecanografía y talleres “Sánchez”.
Dejamos atrás el patio de la Tahona y un par de metros mas adelante, estaba “El Espartero”. En este bar por el que se accedía tras subir dos escalones, años mas tarde, cuando ya me permitía el lujo de tomar algunas copas, he saboreado los mejores cangrejos reales que he comido jamás. Mis tíos Miguel y Solita, que vivían enfrente, me invitaron una vez a probarlos y me hice adicto. Sus tapas variadas de cocina eran exquisitas.
Metros más adelante, la calle se ensancha y encontramos un inmueble, donde uno de sus vecinos, es Manuel Pumares, ni más ni menos, que campeón del mundo por equipos de pesca submarina. Este campeonato se celebró en Tánger en 1954 y representando a España, participó un equipo integrado por Salvador Fosatti como delegado y el citado Pumares, Juan  Bravo, Manuel Martínez y Manuel Rivera, como pescadores submarinistas. Todos de Ceuta y pertenecientes al Unión África Ceutí -aún no se había creado el CAS-. A estos señores, no se les ocurrió otra cosa que quedar campeones del mundo.
Siguiendo por la misma acera, la calle Real de nuevo se ensancha y en la misma esquina, hay un pequeño patio, donde reside un amiguito de la infancia y compañero de colegio llamado Manolo Arroyo.
Continúo y la acera se estrecha, de manera que sólo puede circular por ella una sola persona y no muy gruesa. Antes de llegar a la bocacalle Almirante Lobo, encontramos un local dedicado a la venta de muebles usados. ¡Si!, en aquellos tiempos, la venta de muebles usados estaba a la orden del día. Aunque hoy eso no se conciba, en esos tiempos era un negocio rentable. También había un pequeño patio donde uno de sus vecinos era Durán, maestro de la brigada municipal de obra.
A espalda de la tienda de muebles, se ubica el patio de Don Juan. Es un patio que goza de cierta popularidad y aunque a él se accede a través de la calle Almirante Lobo y ninguna de sus viviendas colinde con la calle Real, no quiero pasar de largo sin ofrecerle desde las páginas del “Faro”  un pequeño homenaje.
Sigue a continuación algunos comercios que no llego a recordar -en el año 1955, yo tenía entonces 14 años y vivía en Plaza de África, zona opuesta a la que describo y que no solía frecuentar-,
Llegado a este punto, la acera es algo más ancha y la calle gira hacia la izquierda como unos treinta grados y en ella solo tenemos un muro blanqueado de cal,  hasta que varios metros después encontramos el acceso a través de una pendiente rampa en forma de zeta, del Garaje Continental.  El propietario es el  padre de un compañero de colegio llamado Fernando Enrique.
En este garaje, desempeña el cargo de encargado general, el primer ceutí que tuvo el gran honor de vestir la camiseta roja del equipo Nacional de fútbol: José Bravo Domínguez. Apodado “el zocato”, Pepe Bravo es contertulio de mi padre en el Centro de Hijos de Ceuta, y  formó el ala izquierda en la delantera del F.C. Barcelona, con Domingo Balmanya, con quien aún mantiene una gran amistad. Años más tarde, reclamado por el señor Ibáñez, pasa a desempeñar el mismo cargo, pero esta vez en el Garaje África, sito al inicio del Muelle Cañonero Dato.
La salida del Continental se ubicaba en la calle Salud Tejero. Justo en el punto donde se junta ésta con la calle Linares.
Dejamos atrás el garaje y llegamos a la peluquería Moreno. Este comercio es propiedad de dos hermanos, Pepe y Juan, que a la vez poseen otra peluquería en el Mercado Central de Abasto. Los hermanos Moreno, además de pelar y afeitar, ofrecen servicio de duchas caliente. Este servicio solo lo he conocido -en todos los años vividos en Ceuta-, en estas dos peluquerías. Abonando una pequeña cantidad, te facilitaban una mini-pastilla de jabón, toalla y champú si lo solicitabas. En esos tiempos, no todas las viviendas poseían cuartos de baño. Es más, las más antiguas como las que se ubicaban en la gran mayoría de patios, tenían el servicio de watercloset comunitario y en el interior, el palanganero hacía las veces de lavabo.
La verdad es que los dos locales brillaban por su limpieza e higiene, y si además añadimos la amabilidad de los dos hermanos, no era de extrañar la afluencia de clientes, ávidos de darse una buena ducha. Los hermanos Moreno, eran muy populares y conocidos en Ceuta. Los peluqueros, tenían otros dos hermanos, uno llamado Paco que era jefe de ventas de la Central Ferretera y Antonio que era encargado jefe del Mercado Central de Abasto. Los cuatro disfrutaban del aprecio de la mayoría de los ceutíes.
Continuamos, y  algo más adelante, encontramos la tienda-bar de “Paco Bigote”. Al principio y durante muchos años, solo fue tienda de comestible, pero un día, una habitación que le servía de desahogo, la habilitó como mini-bar. Era tan pequeño que en su interior, no cabían más de cuatro clientes, pero siempre estaba lleno y algunos más en la puerta. Fue pionero en Ceuta utilizando la plancha; y sus tapas consistían en filetillos de ternera, de cerdo, riñones, chocos, salchichas, filetillos de aguja palá -pez espada-, filetes de hígado y gran cantidad de pescado variado, todo a la plancha y de un sabor exquisito. Estoy escribiendo esto, a las dos de la tarde y de recordar estas delicias, me vienen al paladar unos golpes de saliva tremendos, señal inequívoca que tengo la boca hecha agua. Recordar esto a esta hora es un martirio. ¿Qué bar sería capaz de poner hoy filetillos de pez espada de tapa?
Dejamos atrás a “Paco Bigote”, relamiéndonos aún con  sus sabrosas tapas y, metros más adelante, llegamos a la puerta de la tienda de comestible y carnicería “El Gurugú”. Tras este local, entramos en la plaza de Maestranza,
Por la acera contraria hay locales que comentar, pero por ésta no recuerdo nada digno de mención si exceptuamos que cruzando la plaza, se halla el taller del maestro Luque. Este señor era ajustador de profesión y en su taller, poseía un pequeño torno de precisión, fresa y otros útiles. Si alguna maquinaria, automóvil, etcétera, le era necesaria una pieza que no se hallaba en el mercado, se recurría al maestro Luque y te sacaba del atolladero. Un verdadero artista de la matricería.
Ya he llegado al final, ahora me toca regresar a la Plaza Azcárate e iniciar de nuevo el recorrido por la acera derecha, pero eso lo dejaremos para el siguiente capítulo.

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