Eres más pesado que el semáforo del Puente, dicen cuando alguien se pone insoportable. Se trata de un concreto aparato para regular el tráfico que no está pensado ni para los vehículos ni para los peatones. Estos terminan cruzando en rojo porque ese color es casi perpetuo. Pues bien, allí estaba Adalberto esperando que se pusiera verde a pesar de que no pasaba ningún coche porque es muy cívico, cuando se encontró con su amigo Pepe. Como tenían tiempo hasta que el dichoso semáforo cambiara, comenzaron a charlar animadamente porque llevaban algún tiempo sin verse.
Pepe era ese amigo que reaparece de vez en cuando, pero que siempre está ahí. Se conocían desde el colegio y esa relación se conservó a través del tiempo, aunque tenían vidas distintas. En efecto, el bueno de Pepe era un solterón de al menos cincuenta años que vivía solo, trabajaba por la mañana y buscaba cosas que hacer por la tarde. Su pasión eran las conferencias, presentaciones, seminarios, conciertos y debates. Asistía a todo, se empapaba de los contenidos e incluso hacía después resúmenes en casa. En esos encuentros solía sentarse mezclado entre el público y oía con atención, aunque a veces le entraba un sueño insoportable si el conferenciante de turno se ponía muy pesado.
-Adalberto, hijo –afirmó Pepe- este mes no paro. Hay demasiados actos públicos y tengo que asistir a todos para hacerme una idea de cómo va la ciudad….
Adalberto no asimilaba como su amigo podía tragarse tantas charlas e incluso música de distintos estilos, desde el tango o magnífica música clásica, hasta una extraña fusión de jazz con flamenco o sones africanos.
-Este mes –Pepe echó el brazo por encima a Adalberto para que no se le escapara- lo importante no es la música que también, sino una serie de actividades que me tienen entretenido desde hace muchos días: Una tarde nos explicaron los problemas de tipo económico que tiene Ceuta, desde la vergüenza de la frontera al deteriorado orden público; otro vinieron unos señores de fuera a hablarnos del plan de ordenación urbana que, por lo visto, no se acaba nunca y el resumen fue demoledor para los políticos en el poder. Pero es que además, en una de esas tardes, nos explicaron que, en otros sitios, se gana dinero con los deportes hípicos mientras que aquí hay que subvencionarlos, como tantas cosas. Incluso, otra tarde nos enseñaron a reflotar empresas, las posibilidades inexploradas del turismo en Ceuta o que necesitamos, como Málaga, un Plan Estratégico. Total, que estoy aprendiendo mucho.
Adalberto explicó a su amigo que él también había asistido a esos encuentros del Instituto de Estudios Ceutíes que ponían de manifiesto la desastrosa situación que vive Ceuta y, sobre todo, la preocupación generalizada que existía. Se detuvo sin embargo en los de temas fiscales, ya que esto le afectaba particularmente.
Mira Pepe –sentenció Adalberto- las dos jornadas sobre asuntos tributarios fueron muy interesantes. Todos sacamos como conclusión que es necesario contar con una nueva Ley sobre el régimen económico-fiscal porque no existe seguridad jurídica ni para invertir, ni para liquidar impuestos, ni siquiera respecto a las normas de residencia. Otro desastre.
Bueno, -siguió diciendo Pepe- lo que más me llama la atención de esos actos es la participación de la gente en los coloquios y el grado de cabreo que existe. Normalmente, antes en las conferencias había un par de intervenciones, pero ahora hay que cortar las preguntas y las encendidas opiniones, porque no acabarían nunca…..
Oye, Pepe –preguntó Adalberto mientras cruzaban el paso de peatones por fin- ¿fuiste a la presentación del libro de Aróstegui en el Hotel Ulises?
Sí, claro que fui –respondió rotundo el amigo de siempre- Me acerqué porque había copa al terminar y, sin embargo, me alegré de haber asistido, aparte de los vinos y las tapas.
Adalberto que no pudo asistir porque esa noche había futbol, encontró la oportunidad de conocer lo que se dijo en ese encuentro y animó a Pepe para que le explicara lo que sucedió.
-Pues mira, Adalberto, yo creía que iba a una especie de mitin político, pero me encontré con una presentación de Rafael Montero llena de anécdotas y elogios para el político-sindicalista que presentaba el libro. Y después intervino Alberto Núñez que hizo un inventario de los problemas que atraviesa Ceuta, pero sin nombrar a culpables ni pedir dimisiones. Se extendió desde los nombres impuestos a los ceutíes musulmanes por la regularización a propósito de la Ley de Extranjería, hasta la inalcanzable Unión Aduanera. Muy prudente y clarito.
Pero todo cambiaría al intervenir Juan Luís –sentenció Adalberto que se permitía llamar así al autor del libro- Me imagino que alteraría el sentido del acto.
En absoluto, Adalberto –dijo Pepe deteniéndose debajo del reloj del Mercado- Aróstegui habló también de la situación difícil que atraviesa Ceuta y sus habitantes y de cómo es preciso buscar la forma de tener alguna esperanza en que todo cambie, aunque ese sentimiento esté presidido por la rabia que genera la impotencia. Es curioso, pero por los comentarios que oía alrededor, todos estaban de acuerdo en el diagnóstico y en el sentimiento de frustración existente, aunque el auditorio estaba entregado, la verdad.
Adalberto quedó sorprendido con la narración de su amigo. Por lo visto, incluso en la copa de vino que se sirvió a continuación, los comentarios eran que existía coincidencia en la descripción de los problemas y en la inoperancia de los responsables. No se hablaba de las posibles soluciones, porque en esto podían surgir los desacuerdos.
El resumen, Adalberto –concluyó Pepe- es que Noviembre que siempre es muy aburrido, resultó todo un éxito. Tengo mis notas en casa y las voy a poner en orden a ver si encuentro la salida de este callejón oscuro donde nos encontramos.
Adalberto y Pepe se despidieron en el Revellín porque Adalberto tenía que entrar en el banco a pedir un crédito, ya que su negocio iba de mal en peor y pensaba reflotarlo como aprendió en una de las jornadas de economía en que coincidió con Pepe sin verse.
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