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“Un menor no va a dejar de cometer un delito porque la sanción sea más alta”

Javier Urra ahonda en la problemática de la delincuencia juvenil diseccionando las responsabilidades que la provocan. Defiende además la rebaja de la edad penal a los 12 años a pesar de ser un “error social”.

La delincuencia juvenil e incluso infantil copa protagonismo en los medios de comunicación. Lo hace desde su grado más radical, traducido en asesinatos como el de la menor de Seseña, hasta sus expresiones más ínfimas pero cotidianas: agresiones, atentados contra las fuerzas de seguridad como casi a diario ocurre en el Príncipe... Entender qué lleva a un menor a comportarse de esta manera es complicado. Expertos en la materia, como el psicólogo Javier Urra, ayudan a ofrecer una aproximación a un tipo de comportamiento delictivo común en la sociedad y que encuentra sus responsables en los propios padres.
–¿A qué obedece la delincuencia juvenil?, ¿qué es lo que lleva a un adolescente o incluso a un niño a cometer actos delictivos, algunos de ellos muy radicales como los asesinatos, cuál es su preocupación al respecto?
–El menor es un ser humano y éste se caracteriza por hacer cosas muy altruistas, por tirarse al mar para salvar a una persona que se está ahogando sin conocerla, pero también es capaz de ser muy egoísta, de robar o de cometer un delito porque interpreta que el otro le está causando un daño o que le margina de un derecho.
Los niños, como seres humanos, son animales racionales y cometen hechos como hacen los adultos. Si se me pregunta sobre mi preocupación, ésta estaría más en que cada vez hay más chicas implicadas, cosa que antes no era predecible, y esto quizás hunde su etiología en que, a veces, se está psicopatizando la sociedad en vez de hacerla más sensible o más tierna. Los jóvenes toman en ocasiones mucho alcohol y otras drogas, pero preferentemente alcohol,y eso les hace mucho daño. Hay chicos que se emiten mensajes muy nocivos, muy tóxicos lo que les está haciendo muy paranoicos en su pensamiento, muy sectarios y fanáticos. Hay además unas series de televisión, películas, videojuegos con mucha violencia que se banaliza, se contempla como exitosa. Hay chicos que tocan a la puerta de su familia para ser queridos y se ven de alguna manera rechazados; hijos de padres con separaciones a los que usan como arma arrojadiza; chavales que sienten un rechazo absoluto en los amigos, escolar y de todo tipo... Esas son las etiologías primordiales de cualquier chico que comete delitos o hechos violentos que sean muy graves.
–¿Este fenómeno de la delincuencia juvenil está en auge, es algo que sufrimos más en la actualidad o nos ha acompañado siempre aunque contando con menos repercusión mediática?
–Ya la Biblia empezó con Caín y Abel. De hecho el ser humano es cada vez menos violento, puede ser más agresivo pero está claro que es menos violento. Ni estamos en una Guerra Mundial, ni en la Guerra Civil... Antes teníamos un periódico, ‘El Caso’, que era de sucesos constantes. No es que ahora tengamos una sociedad más violenta, con jóvenes más violentos, pero sí es verdad que ahora cada caso que acontece repercute mucho en los medios de comunicación. Estamos en una sociedad que no quiere que pase nada, que ante cualquier hecho -sea un accidente o la caída de un avión- se sorprende y se indigna, sin entender que somos muchos y que entre esos muchos hay de todo: jóvenes muy bien educados y socializados, pero también un grupo de chavales muy hedonistas, muy nihilistas... hay quien cree que el mundo gira a su alrededor y hemos hecho unos niños dictadores, profundamente tiranos y eso es un fallo. Pero a nivel general, yo no me asustaría.
–En esa búsqueda de la responsabilidad ante el fracaso con el menor ¿a quién debemos culpar, sólo al padre, también al Estado, al propio colegio?
–Cuando hablamos de ese fracaso, de esa falta de respeto del menor tenemos que entender que estamos en una sociedad que ha cambiado y que ya no tiene marcha atrás. Los jóvenes viven en una sociedad en la que el respeto que antes se tenía al adulto ha desaparecido... caemos en equívocos que dan lugar a esas situaciones. Primero, creer que sancionar a un niño es lesivo o le puede traumar: craso error. Segundo, que los padres se pongan a la altura de los hijos, cuando hay que educar desde la percepción que se es adulto. Tercero, los medios de comunicación trasladan a veces erróneamente y falsamente un sentido de que el menor es impune y de que haga lo que haga no le va a pasar nada: eso es un error que ha calado y que los jóvenes se lo llegan a creer. Hemos perdido algo de sentido de la urbanidad, de algunas formas que hemos de retomar.
Estamos en una sociedad muy consumidora que además quiere ser muy joven, se aparta a la gente mayor, hasta el punto de que el joven, por serlo, se cree que tiene derecho de pernada. Hemos hecho el diagnóstico y ahora lo que tenemos que hacer es reequilibrar la sociedad ante los nuevos modelos de familias que hay. Creer que para mejorar las cosas hay que modificar la ley de responsabilidad del menor es simplificar las cosas, lo que no quiere decir que haya que cambiarla y endurecerla.
–En esa simplificación acostumbramos a caer cuando se produce un suceso de mucho impacto mediático, es entonces cuando pedimos que se endurezca la ley. ¿Qué es necesario hacer?
–Bueno estamos ante una ley que está haciendo muy buena labor. Desde el año 2000 consigue rehabilitar al 87% de los menores, aunque es verdad que para los casos gravísimos de violación, homicidio o asesinato la gente cree que la respuesta es escasa... Endurezcámosla, no hay ningún problema, pero bien entendido que los que sabemos de menores sabemos que un menor no va a dejar de cometer un delito porque la sanción sea más alta. Puede haber quien lo crea pero se equivoca totalmente. Dicho esto sí que habrá que pensar en bajar la edad penal hasta las 12 años: es un auténtico error social, una pena, pero ya que fracasamos en la educación, ya que los servicios sociales se ven desbordados, habrá que hacerlo.
Es necesario crear centros terapéuticos porque tenemos a unos chicos con graves problemas de conducta, con enfermedades mentales y en España la salud mental está muy descuidada, sobre todo en el ámbito de los jóvenes. Hay una alta permisividad con el tema del alcohol y otras drogas, estoy convencido además de que los horarios de los infantojuveniles son absolutamente ilógicos: creer que salir a divertirse a las once de la noche es kafkiano, y  también me parece que tenemos programas de televisión muy zafios, muy casposos que intentan confundir entre lo que está bien y lo que está mal y eso es perverso.

“Un tercio de las denuncias de padres fue hacia sus hijas”

–En Ceuta se está detectando una problemática ya estilada en la península: la agresión de hijos a padres con la consiguiente denuncia judicial de éstos. ¿A qué obedece esta desviación social?
–El año pasado tuvimos 8.000 denuncias de padres contra hijos y lo llamativo es que un tercio fue contra hijas. De mi libro El pequeño dictador, en el que los padres son las víctimas, llevamos 200.000 libros vendidos y esto es porque la sociedad se asusta de lo que hay pero no pone remedio.
A un niño pequeñito no hay que consentirle todo, más bien poco. Hay que aceptar la frustración, enseñarle que la gratificación se tiene que dilatar en el tiempo... Con dos años hay que obligarle a que recoja los juguetes, con más años hay que hacerle que vaya a visitar a la abuela aunque no quiera porque es su deber; con unos años hay que llevarlo al hospital para que vea niños enfermos; con otros más hay que llevarlo a practicar deporte, a tener contacto con la naturaleza, no darle siempre la razón y reirle las gracias, entender que es uno más con los mismos derechos pero ni uno más porque no es un tesoro, no es el centro de la casa, es un ser que se tiene que socializar. Algunos padres no hacen esto y luego tenemos grandísimos problemas.
–La sociedad actual marcada por el estrés y la no querencia de problemas puede hacer que algunos padres no eduquen como deben, no cumplan las pautas que usted da...
–Lo hacen por cansancio, por no traumar a los niños o porque creen que legalmente no tienen poder para ello, lo que es un error: el Código Civil explica que el hijo tiene obediencia debida al padre. Educar es muy cansado, pero esa es la labor y hay que enfrentarse a ello.
–No existe esa receta milagrosa para ser un buen padre...
–No hablaría de recetas pero sí hay formas de educar bien, hay que saberlas y estudiarlas. Educar bien no es un milagro, no podemos decir eso de que ‘un hijo me ha salido así’: no, si se educa bien el hijo tendrá valores morales y una conciencia ética.
–A pesar de que el padre dé una educación correcta, ¿luego no se puede contaminar al hijo por otros factores: las malas compañías, la sociedad...?
–Pues no, porque si uno se preocupa por la educación de su hijo es difícil que ese chaval sano se junte con otros insanos. Llevo 30 años trabajando en esto y no te digo que no haya visto algún caso así pero es totalmente anecdótico.
–¿Cuál es su opinión ante las denuncias de malos tratos en centros de menores, cree que son contraproducentes cuando todavía no están investigadas?
–Conozco muy bien los centros de casi toda España y normalmente se trabaja bien. Es importante que haya una supervisión de la Fiscalía y del Defensor. Me parece lógico que se escuche a los menores que denuncian pero hay que cogerlas con cuidado porque a veces son falsas. No son chicos que lleven la nobleza a gala, pero hay que estudiarlas.∫Sí que a veces el Estado mira hacia otro lado y en vez de contratar a profesionales de la psicología optan por poner en estos centros a guardas jurados. Es un tema sensible ante el que se debe estar alerta, la gente debe saber lo que pasa pero se deben tratar estas cosas con cautela.

La trayectoria de un psicólogo conocido por sus intervenciones en los medios de comunicación

Javier urra portillo. Psicólogo español nacido en Estella en 1957, especialista en Psicología Clínica y Pedagogo Terapeuta. Desempeñó labores de psicólogo forense en la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia y en los Juzgados de Menores de Madrid desde 1985. Asimismo ha sido Defensor del Menor en la Comunidad de Madrid (1996-2001), Presidente de la Asociación Iberoamericana de Psicología Jurídica, Presidente de la Red Europea de Defensores del Menor y profesor de Ética y Deontología en el Centro Universitario Cardenal Cisneros, dependiente de la Universidad Complutense de Madrid.
Conocido por sus intervenciones en radio y televisión, ha publicado cientos de artículos sobre psicología forense y sobre la infancia en diversos medios, así como diversos libros de ensayo entre los que destaca el exitoso El Pequeño Dictador. Cuando los padres son las víctimas (2006).
Ha sido reconocido con diversos premios, tanto por su labor en Psicología como, especialmente, por su implicación en el mundo del menor más desprotegido. Ha representado a España en foros como el Parlamento Europeo o las Naciones Unidas, y ha sido llamado a participar como “experto” por el Congreso de los Diputados y por el Senado español. Siempre cercano y ameno, colaborador con los medios para ofrecer sus impresiones, ha participado en diversas conferencias y seminarios que, sobre los menores, se han organizado en Ceuta así como en Melilla. Sus puntos de vista son siempre acertados para conocer esta problemática.

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