Nuestra postura crítica a muchos aspectos que rodean al complejo cultural de la Manzana del Revellín es de sobra conocida y se ha plasmado en algunos de los artículos publicados en esta sección sabatina. Hoy vamos a detenernos a comentar el patio central de la obra ideada por el arquitecto Álvaro Siza, así como a plantear una propuesta que queremos convertir en campaña ciudadana. Comenzando con el estado actual de la plaza resulta evidente que estamos ante un espacio árido y hostil, desprovisto de mobiliario urbano y sin atisbo de naturaleza. Un sitio que más que atraer, repele a los transeúntes. Ni siquiera invita a ser utilizado como lugar de paso. Si la función de la ciudad, como apuntó Lewis Mumford, es fomentar los encuentros y los intercambios más significativos posibles entre los ciudadanos, este patio de la Manzana del Revellín es un auténtico fiasco para quienes confiaban en que este costoso complejo, al menos su espacio abierto, iba a dinamizar la vida cultural de Ceuta. Se intento con la Feria del Libro y el resultado no fue del agrado de algunos de los libreros y visitantes que acudieron a la cita anual con los libros.
El patio de la Manzana del Revellín responde a lo que Zygmunt Bauman define como “espacios públicos pero no civiles”, caracterizados por carecer de elementos que faciliten la permanencia de los ciudadanos en el espacio público. El objetivo es convertirlos en “espacios de flujos perpetuos”. En opinión de Max Rousseau, expuesta en la edición de agosto de “Le Monde Diplomatique”, la estrategia de las autoridades de las principales ciudades europeas es acelerar “la movilidad cotidiana de sus residentes permanentes y provisionales, ya que los espacios urbanos se hallan profundamente modificada…Con el argumento de la “prevención situacional” y de reducir las “oportunidades de delincuencia”, el mobiliario urbano, al que se acusa de favorecer la instalación de los “enemigos inmóviles” (mendigos, prostitutas, personas sin techo…) resulta destruido, como los bancos públicos o los refugios para esperar el autobús, que desaparecen cada vez más rápido”. En una línea similar, el célebre escritor español Arturo Pérez Reverte, en un artículo titulado “en la ciudad hostil”, llama la atención sobre un fenómeno, observado en Madrid y extensible al resto de ciudades española, por el cual los responsables municipales “se han arrojado, sin pudor, en brazos de los arquitectos radicales, fanáticos implacables del minimalismo urbano y el concepto de ciudad como gigantesca vía de paso orillada por locales comerciales”. En el caso concreto de la Manzana del Revellín, además de entreverse esta visión de los espacios públicos con exclusivos lugares de transito, resulta manifiesto un interés puramente esteticista del arquitecto que busca evitar cualquier elemento que pueda distorsionar la desnudez de su arquitectura y distraer al observador de la contemplación de su obra.
Pensando en posibles alternativas a este deshumanizado patio de la Manzana del Revellín vino a nuestra memoria el ejemplo de uno de los más bellos e interesantes jardines que se han diseñado en el interior de un espacio arquitectónico, en opinión del Prof. Darío Álvarez Álvarez, de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura Universidad de Valladolid, a quien agradecemos el envío de algunos planos e imágenes, como la que ilustra este artículo. Nos estamos refiriendo al jardín de esculturas “Abby Aldrich Rockefeller” del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA). Este jardín fue proyectado por Philips Johnson y el arquitecto paisajista James Fanning, y cuenta con dos estanques rectangulares, una plazoleta central de mármol y esta salpicado por parterres de mirto, así como ejemplares de abebul, hayas lloronas, cedros japoneses y un árbol de cielo. Para Lewis Mumford, este jardín, además de su belleza, tenía la virtud de cumplir con una función múltiple: “la de espacio al aire libre para la exhibición de esculturas (que siempre resultan mejor si se las ve a la luz natural), la de sitio de descanso para los que han adquirido “fatiga de museo” o “melancolía surrealista” y de frente para las personas que comen al aire libre bajo las hileras de árboles y sombrillas del nuevo restaurante ubicado en el lado oeste del jardín”. Llamamos la atención sobre la existencia de este restaurante asociado a este jardín de esculturas a aquellos que andan pensando que uso dar a los edificios del complejo cultural de la Manzana del Revellín que cierran este hoy día destartalado y frío patio.
Este jardín que proponemos podría constituir un excelente pedestal y escenario para las figuras esculpidas por los magníficos escultores que ha dado esta tierra, como Ángel Ruiz Lillo, Elena Álvarez Laverón y Diego Segura. De este modo, se podría otorgar el merecido reconocimiento que merecen estos artistas ceutíes y que ha sido reclamado, -sobre todo para Ruiz Lillo, el más olvidado de todos-, por nuestros apreciados amigos Manuel Abad y Antonio Fuentes León. Sería un sueño poder disfrutar de la bellísima “Dama de Ceuta” de Ruiz Lillo; de las esculturas de Elena Álvarez Laverón que hoy día decoran el Parque de San Amaro, en un lugar poco transitado; o del “Punto de Encuentro” o cualquiera de las bellas esculturas de nuestro querido Diego Segura, en el entorno de un cuidado jardín pleno de naturaleza. Esta iniciativa parte de la idea expuesta por Lewis Mumford, al hilo del jardín del MOMA, de que “ningún edificio está estéticamente acabado hasta que el espacio que lo rodea no está tan sólo bastante abierto para permitir ver el edificio sino hasta que este espacio es transformado por el arte hasta el punto en que hace salir el orden y el encanto del interior y lo hace entrar de nuevo para la vista errante del observador”.
Como es lógico, el jardín diseñado por el arquitecto paisajista James Fanning para el MOMA de Nueva York no puede trasladarse tal cual a la Manzana del Revellín. Esto no tendría el más mínimo sentido. Hay que tomarlo con un referente de calidad a la hora de diseñar el jardín que necesita el complejo cultural proyectado por Siza. En este diseño habría contar como elementos indispensables el agua, un arbolado adecuado al clima de Ceuta y barajar la posibilidad de introducir sistemas para mitigar la incidencia directa del sol en determinadas épocas del año. Afortunadamente, España cuenta con magníficos arquitectos paisajistas capaces de hacerse cargo de un proyecto de este tipo, a los que se podría invitar a participar a través de un concurso arquitectónico.
Desde Septem Nostra vamos a iniciar una campaña para promover la instauración de este jardín de esculturas en el patio de la Manzana del Revellín, desde el convencimiento de las virtudes de esta iniciativa para humanizar este desértico espacio y desde el ejercicio activo del derecho de las ciudadanos a participar en el diseño de los espacios que deben servir para mejorar sus posibilidades de encuentros significativos y emotivos.
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