La Policía Nacional está investigando qué hay detrás de los disparos acontecidos en la madrugada del lunes y que causaron daños en la mezquita de Muley El Mehdi. Los agentes investigan, pero el ordenante y el receptor de esas balas saben perfectamente qué hay detrás de este aviso. Hoy escribimos solo de una investigación y unos hechos materiales, pero el relato podría ser bien distinto causando heridos después de cruzarse esa línea tan delicada como es la de disparar contra un templo religioso. A todos nos ha dolido, seamos de cualquier confesión religiosa o no, porque los templos están para ser respetados incluso por quien no cree, por toda la simbología que encierra y por lo que supone para los creyentes.
Pero la pasada noche eso no se respetó y quien fue encomendado a dar un aviso disparó después de merodear por la zona, haciéndolo de manera alocada, tanto que ni de noche se acertaba a averiguar dónde había impactado el cuarto de los disparos efectuado. Se disparó a la mezquita desde fuera y hacia dentro, con personas justo en la entrada y otras salidas del rezo. Se disparó a sabiendas, controlando los tiempos horarios y buscando hacer el mayor daño posible.
“Se ha marcado un antes y un después ante una manera de proceder alocada y grave”
A la Policía se le acumula el trabajo y lo sabe. Tiene sobre la mesa demasiados asuntos en los que hay pistolas de por medio, aunque buena parte de ellos conducen al mismo origen, el que ha causado la alteración de nuevo en la ciudad y la generación de unas alarmas que no traen nada nuevo. No solo se producen los sucesos que narramos en prensa, hay noches en las que se avisa de que se han efectuado disparos y los mismos no trascienden porque no hay heridos ni detenidos. Es un hecho que el camino ha vuelto a torcerse y no precisamente para bien.
Las condenas a lo ocurrido han llegado solo por algunas partes. Asombra la callada, en general, de los partidos atrapados en una senda de oportunismos, de declaraciones interesadas y de motivaciones que nadie entiende.
Hoy no es lo mismo porque el modo de actuar ha sido tan alocadamente caótico y despreciable que ha marcado un antes y un después que no debiera ser tenido como algo anecdótico. Muy al contrario.