Categorías: Opinión

Un figurante en el caos

En la actividad política, la ineptitud nunca es inocua. Sus efectos se pueden materializar de modo diverso tanto en el tiempo como en su intensidad; pero invariablemente terminan causando estragos. Los dirigentes del PSOE local, sin distinción entre autóctonos e importados, han logrado constituir un incalificable ente vertebrado en torno a la más perfecta incompetencia. Pulveriza las leyes de la estadística. Ni aún el más fatalista de los designios hubiera podido aglutinar semejante volumen de estulticia en torno a una misma causa. Es la obra primorosa de un funesto personaje, aterrizado como Delegado del Gobierno, cuya misión parece ser arrasar definitivamente cualquier posibilidad de recuperación de la ideología socialista en nuestra Ciudad. El rol de subalterno del PP que ejerce voluntaria y sospechosamente, exhala una extraña mezcla de bochorno e irritación. Si a este factor añadimos la tradicional displicencia con la que los Gobiernos del PSOE tratan desde Madrid los asuntos de Ceuta, derivada de su reputada afinidad con el régimen de Marruecos; nos encontramos con una gestión caótica que sólo admite el calificativo de devastadora para los intereses de los ceutíes.
Los episodios de inseguridad ciudadana, cada vez más frecuentes, evidencian la carencia de medios materiales y recursos humanos con la que se ven obligados a operar los cuerpos de seguridad que dirige el Delegado del Gobierno. El hecho de que tengan que delegar sus funciones en la Policía Local, e incluso pedirle protección, ahorra más valoraciones.
La economía se deteriora progresiva y vertiginosamente (el inminente impacto tangerino agudizará la crisis). Ya hemos superado con creces la barrera psicológica de los diez mil parados. La Delegación del Gobierno, cobardemente escondida detrás de la figura de Vivas, guarda un culpable y obsceno silencio. El sufrimiento de las miles de familias ceutíes azotadas por el desempleo, no forman parte de su elenco de preocupaciones.
La educación atraviesa por su peor momento. El fracaso escolar aumenta descontroladamente ante el estupor de propios y extraños. La escolarización en el primer ciclo de educación infantil a penas alcanza el cinco por ciento (por supuesto la menor tasa de toda España). La ratio de alumnos por grupo, lejos de reducirse, crece insoportablemente. Las construcciones escolares están paralizadas. Se anuncian recortes de plantilla en los centros. La política de escolarización consolida un sistema segregacionista de doble red. Y para terminar de redondear la faena, el equipo ministerial, y su servil representante en la localidad, se han fijado como única meta (para autoexculparse del desastre provocado por su nefasta gestión) castigar al profesorado, al que consideran indolente y motivado exclusivamente por sus altas retribuciones y un calendario escolar antipedagógico hecho a su medida sin tomar en consideración el interés del alumnado. Han soliviantado tanto a los docentes que la situación ha desembocado en una huelga. El ambiente en los centros es pésimo. Pero los responsables del desaguisado, disfrutando de sus inmerecidos cargos, no se sienten concernidos.
No corre mejor suerte la justicia. Los incumplimientos de los acuerdos, las promesas falsas, las inversiones eternamente pendientes y la escasez de plantillas, han llevado a la movilización a los empleados públicos que prestan este servicio público esencial en unas condiciones deplorables.
Ni si quiera en el ámbito sanitario, marcado por la inauguración del nuevo hospital que debería ser saludada efusivamente por todos, han logrado dar la talla. Desde Loma Colmenar fluye un incesante caudal de testimonios espeluznantes provocados por la falta de personal. En lugar de reconocer las críticas, asumir una realidad incuestionable y aceptar la necesidad de aumentar la dotación de las plantillas, se han dedicado, ahítos de soberbia, a negar la evidencia a través del insulto y la descalificación. Han conseguido llenar la calle de indignados manifestantes.
Es difícil acumular más despropósito. Y en medio de este caos, hiberna el Delegado del Gobierno, como si fuera un mero figurante, cuyas iniciativas recientes más ambiciosas y arriesgadas han sido, por este orden, acudir oficialmente al acto de despedida de la hermandad del rocío, y aplaudir bobaliconamente al Presidente Vivas mientras éste posaba jocosamente ataviado con una gorrita de policía. Aprovechando la política de recortes, podían empezar por recortarse ellos mismos y desaparecer para siempre. Dejando solos a los funcionarios probablemente las cosas irían mejor. Peor es imposible.

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