Julio Camba -en el ABC del tres de mayo del 59 -hacía sátira de este oficio nuestro que no tiene días , ni horas, sino fatigas compartidas con nuestro ego , llamándose escritor fácil, porque escribía, como los pájaros posándose en las ramas, con suavidad y soltura, entre el vahído de una monja y la perdición de una fresca.
Nuestra vida es así, sin sitios fijos que nos impriman carácter, meritorios , en un eterno devenir donde no paramos, para no darnos cuenta de que ya estamos-definitivamente- quietos.
Por eso, muchos, a este oficio tan nuestro, en vez de fácil , lo llamamos parido, lo mismo, porque en vez de nacer en Pontevedra, que tiene su olor impregnado por el salitre de siglos , lo hemos hecho en la otra mitad plegada del mapa y hemos mamado sol a raudales, paro a tonelaje y malajería y soleares , todo aliñado y por el mismo precio. Pero en una cosa, sí que tenía razón el gallego -y miren qué tiene mérito , porque ya han pasado años, desde que lo escribiera- y es que los de nuestra calaña, no somos más que sujetos de experimentos, como corresponsales o columnista , de la realidad que nos rodea, y si me paro a pensar un poco, qué miren que me cuesta, veo que lo que en verdad somos , es gente , que se cree especial , porque otros nos leen o que medimos todo lo que nos rodea, respecto al compás nuestro, y se darán cuanta, amigos míos, que , en cualquiera de las dos, estamos calificados y con donaire, o de tontos a tope, o , como mínimo, con complejo de dioses.
No sé cómo sería en el tiempo de Camba, que empezó en periódicos republicanos y anarquistas y terminó en el ABC, siempre con una fogata de palabras , que atemperaba con recovecos de encrucijadas y amabilidades, para dar una salida al texto , entretenida y que parecía de no mucho pensar, pero, que, como los turrones de almendra de Alicante, te dejaban reflujo de sabores, entre las comisuras de los labios y los huecos de los dientes. Este oficio nuestro, es más de pena que de gloria y creerte que alguien te lee, para darte cuenta viejo ,ajado y maltrecho, que solo tú recortabas tu columna y solo tú , la ponías en un marco o en un álbum, que tus hijos se darán prisa en tirar a la basura, nada más cierres los ojos y mueras.
Quizás Camba viera transmutarse al gusano en mariposa y le pagaran viajes y le dieran la posibilidad de auparse a periódicos nacionales y con cada vez más número de lectores, llevado por su prodigiosa manera de relatar hechos , que a otros les parecían cotidianos, pero en estos tiempos de los blogs y las bitácoras, de los periódicos gratuitos y los múltiples locales, he visto demasiados columnistas caer del pedestal de tener columna fija, sin salir jamás de un periódico local, ni desplegar alas, año tras año , alternando la cotidianeidad con el esfuerzo, para en ocho o diez o cuando se los llevó el olvido, convertirse en la nada, de desaparecer tu columna, sin quejarse, más bien dándolo por bueno y diciendo que la experiencia fue maravillosa. Porque la escritura no es fácil , pero envenena, machaca el cerebro y corroe la sangre, convirtiéndote en un vampiro, que no quieres sorber sangre, sino páginas de periódicos, que ansias los lectores y que te lean, tanto como la propia vida y que solo eres feliz, cuando una vez entregado el texto, durante unos escasos segundos , piensas en lo bien que lo has hecho, para frustrarte una vez más , por su vulgaridad o poco valor , inmediatamente , cuando lo ves impreso.
Mi buen Julio, el magnífico gallego, tuvo suerte de fabular con las palabras, de torcerlas en sus manos y darles sentido, y quizás para él fuera fácil este oficio, que para mí, que soy mujer y madre y cuarentona y con cuatro hijos, más que fácil es parido, con dificultad y contracciones de hijo querido, al que seguir cuando se hace mayor, cuidarle y sacrificarse, de eso mucho, y sin esperar que venga un día y te diga “qué bien lo has hecho , mamá”, lo más y ya es mucho pedir, que te dé un beso, aunque sea tirándolo al aire, y de lejos.