A Joaquín Ruiz Peláez, fogonero de honor y follonero en extinción, que dice leerme con sentido crítico.
Wert, el exministro de Educación, Cultura y Deportes, está estrenando su tálamo nupcial, en un chiringuito que el Estado español tiene cerca de los Campos Elíseos. Es un chiringuito-palacio de cientos de metros cuadrados, algo así como dos o tres bloques de viviendas de Loma Colmenar, esa otra manzanita mordisqueada por algunos Blancanieves caballas y no caballas, movidos por intereses que, de entrada y por lo escandaloso del asunto, parecen más que deshonestos, asquerosos.
La novia de Wert, una Gomendio, amiga íntima y Secretaria de Estado de Universidades en el mismo Ministerio, dejó su puesto un poco antes, adelantando el viaje a París para colocar las cortinas de la alcoba y revisar los cuartos de baño. Ahora se han reunido los esposos (el matrimonio ha sido formalizado, quizás por consejo de algunos de los meapilas del Gobierno) y ya disfrutan de su luna de miel, con coche y chofer; secretarias, sirvientes y mozos de comedor, etc., con diez mil euros de sueldo al mes. Es decir, la suma de unas cuantas becas Erasmus, las mismas que el exministro redujo o suprimió, con explicaciones tan ilógicas como obscenas.
Wert, y no me extrañaría que se jactara de ello, tiene la soberbia de aquel sapo del cuento que se veía guapo y a los demás con caras de idiotas. Su designación no ha convencido ni siquiera a los mismos acólitos del Padrecito Rajoy. A ellos se han unido la Asociación de Diplomáticos Españoles y las de algunos sectores económicos. Lo peor es que todo esto se lo pagamos los españoles, tal vez como premio al haber dejado la enseñanza como una auténtica merde. Nadie lo entiende. Con todo, ya imagino a la feliz pareja diciendo: “Que se jodan”.
Wert estuvo en Ceuta. Se cuenta que cuando alguien de su gabinete le recordó el viaje, el entonces ministro comentó: “¿Hasta allí que tengo que ir? ¿No se puede hacer por video-conferencia?”. Evidentemente no se moría de ganas. Y vino e inauguró la ciudadela de José Antonio Alarcón. Al Katib de la Biblioteca Municipal, ya se lo advertí: “Retrasa cuanto puedas la llegada del maléfico, pues me han contado que el mal fario le acompaña”. Es cierto. Algunas (pocas) de las películas a las que concedió subvenciones, se estrellaron económicamente; exposiciones a las que asistía, o ardía la sala, moría el pintor o quebraba el galerista. Aún es pronto para saber qué malos augurios esparció por el recinto libresco el día que llegó a descorrer la cortinita. No olvidemos que la biblioteca Suárez/Alarcón está asentada en un espacio donde los niños de las calles Duarte y Echegaray acostumbrábamos a jugar hasta que anochecía, que era cuando creíamos ver sombras en hileras, que parecían zombies, bajando de la Huerta de Rufino; fantasmas que pueden reaparecer, tal como lo pronosticó aquella vidente judía, que pasaba consulta de bola tres veces a la semana. ¿Serán las de ellos, esas pisadas de las que hablan algunos vigilantes, corriendo por entre los restos arqueológicos, desenterrados por mi amigo Fernando? Podría ser. Lo que no me creo son las voces en pre-dariya, que otros creen haber oído en el mismo sitio.
A Wert lo recibieron aquí docenas y docenas de profesores, alumnos, sindicatos y agrupaciones familiares de la enseñanza. Fueron pitos, flautas y otros instrumentos de percusión. Muchos de aquel coro de campanilleros y parte de sus corifeos, han pagado, posteriormente, la venganza ministerial, dicen que a través de quien lo representaba. Como sea, ahí están: directores de centros suspendidos; comisiones de servicios, denegadas y hasta equipos pedagógicos anulados. El hígado del señor Wert rezuma lo que no debe existir en ningún político: rencor. Confiemos en que a partir de estos momentos de felicidad marital la mente del señor Wert recobre el equilibrio que una vez los del PP le imaginaron. Sus más allegados advierten que va por mejor camino después de esas vacaciones con el ministro de Industria y Turismo y sus respectivas consortes.
Lo que no me gusta es que hayan preferido Punta Cana a Calamocarro, con lo cual se están presentando como unos auténticos horteras.
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