El joven Amar Mohamed, inmigrante argelino que lleva varios meses residiendo en la ciudad, resultó herido en la madrugada de ayer tras producirse una explosión en la chabola que ocupaba en el monte con otros compañeros.
Al parecer Amar estaba preparando algo de comer y estaba manipulando una bombona de camping gas cuando se produjo la explosión, seguida de un pequeño incendio que destrozó la chabola, hecha de plásticos y madera, por completo. Amar, de 36 años, sufrió quemaduras en el 45% de su cuerpo que, según Ingesa, se han considerado de segundo grado. En el momento del accidente se encontraba con otro compatriota, llamado Halib, que habría sufrido heridas superficiales pero que, asustado por el siniestro, huyó del lugar, sin que, en la mañana de ayer, hubiera sido localizado por la Policía Nacional.
El incendio además de destrozar la chabola de los argelinos causó la quema de unos 5 metros cuadrados de monte y arbolado, por lo que se requirió la intervención de los bomberos.
Al lugar de los hechos se desplazó tanto el 061 como unidades de la Guardia Civil así como de la Policía Nacional que se encuentran en el CETI y un vigilante de seguridad, que fue el que dio la voz de alarma.
La explosión fue de tal calibre que se escuchó en todo el campamento, causando temor entre los residentes ya que desconocían lo que había sucedido en el exterior del campamento.
Una ambulancia del 061 se encargó de prestar las primeras asistencias sanitarias al herido, procediendo a su traslado de urgencia al Hospital Universitario.
Bomberos se encargó de limpiar la zona retirando los restos quemados. De hecho en la mañana de ayer no quedaba ya ni chabola ni enseres que hasta hace bien poco habían servido para descanso y dispensa de alimento de los inmigrantes.
El accidente ocurrido a Amar no es un caso aleatorio dentro de la ristra de accidentes que sufren los inmigrantes que optan por hacer una vida paralela a la que se desarrolla dentro del centro del Jaral. Hace escasamente un año uno de los indios que vive en el bosque sufrió heridas en la cara al prenderse la chabola que ocupa en el monte tras la caída de una vela.
El inmigrante quedó ingresado con heridas de gravedad en el hospital, en donde recibió las atenciones médicas oportunas. Los indios llevan años viviendo en el bosque reclamando una salida a la península. Del grupo que inició la protesta quedan alrededor de 25 que viven en chabolas y trabajan de varillas y ayudantes en las cercanías de centros comerciales.
Los argelinos, la segunda nacionalidad de peso
La población subsahariana sigue siendo la de mayor peso en el CETI y en sus alrededores, debido al repunte en las entradas protagonizadas por estos inmigrantes. Detrás les siguen los argelinos, cuyo número está creciendo en los últimos meses al registrarse un mayor número de entradas a nado o con pasaporte falsificado por la frontera del Tarajal. Según narran los propios argelinos a este medio, se estima una población de entre 40 y 50 argelinos, que residen en su mayoría dentro del CETI, aunque también los hay que optan por no estar registrados en el campamento o cumplen algún tipo de expulsión que les lleva a residir fuera. En el campamento del Jaral residen ya más de 400 inmigrantes y sólo un grupo reducido se beneficia de salidas a la península, todas ellas coordinadas y controladas por la dirección del campamento del Jaral.
Otro campamento alternativo:
El entorno del Jaral ha dado lugar a la acogida de decenas de pequeñas chabolas que han constituido un segundo campamento basado en la dispersión. La Policía tiene constancia del mismo y está bajo control. Sus ocupantes son inmigrantes del propio CETI que optan por hacerse su propia comida en sus chabolas o pasar ratos de convivencia, regresando después al campamento para dormir. Otros, en cambio, son inmigrantes que no viven en el campamento por deseo propio o porque ya han sido expulsados por su conducta, y residen en este conglomerado de plásticos, maderas, colchones y cartones.
La mayor concentración de chabolas se encuentra en la parte superior del Jaral, encima de los terrenos de la hípica. Hay puntos ocupados por butacas y pequeñas cocinas y otros en los que hay hasta colchones y pequeños habitáculos que funcionan como camas.
Las tiendas están situadas en distintos puntos del monte. Mantienen cierta distancia entre sí, según los grupos que las ocupan. Las situadas en la parte superior del CETI, en el entorno de la escuela hípica, están ocupadas en su gran mayoría por argelinos. Por contra existen más chabolas ubicadas en pleno monte, mucho más escondidas, entre los árboles que crecen de manera salvaje en la subida al campamento. Hasta allí es más complicado llegar, tanto que hay que saltar de terreno en terreno ante los vacíos existentes.
Pues bien, estas chozas están ocupadas por subsaharianos que residen en el campamento pero que las utilizan para hacerse sus propias comidas. Así lo explicaban sus ocupantes ayer a este medio. En las pequeñas chabolas viven mujeres, algunas encintas, y hombres. Aseguran que la mayor parte del tiempo la pasan en el CETI, pero se reúnen allí cuando quieren prepararse su propia comida ya que en el campamento deben seguir el menú que realiza el servicio de cocina.
Estas chabolas ocupadas por los subsaharianos son más firmes que las que ocupan los argelinos, de hecho gozan de una mayor estabilidad aun estando ubicadas en zonas boscosas elevadas de difícil acceso.
Más allá en el terreno se encuentran las tiendas ocupadas por los indios desde hace más de dos años. Las nacionalidades se reparten así el terreno sin entremezclarse convirtiendo las afueras del Jaral en un auténtico crisol de culturas.
La Policía Nacional manifiesta a este medio que conoce a la perfección estos asentamientos, que se usan de forma alternativa al centro de estancia temporal ‘oficial’.
La existencia de estas chabolas no preocupa tanto por su control policial sino más bien por el riesgo que entrañan. De entrada, porque son empleadas por sus ocupantes para hacer comidas para lo que hacen pequeñas fogatas que pueden dar lugar a incendios que se descontrolen, como el que afectó a Amar Mohamed. Segundo porque están tan escondidas en el monte, tan entremezcladas con los árboles y matojos que no se ven fácilmente por lo que no pueden ser detectadas por colectivos como el de los cazadores. Es precisamente por este riesgo por lo que en el pasado consejo de caza no hubo un acuerdo unánime entre los sectores representados para aprobar la existencia de los aguardos nocturnos, que efectuarían disparos en noches concretas para aminorar la elevada presencia de jabalíes en los montes.
Los inmigrantes que las ocupan defienden su derecho a disponer de ciertas parcelas de intimidad, aunque al hablar de ese derecho evitan pronunciarse sobre la posible práctica de delitos y la promoción de actos ilícitos que sirven para obtener la financiación económica necesaria. Una financiación que resulta clave para los indocumentados que llevan años residiendo en el CETI y que carecen de los ‘trabajos paralelos’ de varillas que ejercen otros compatriotas. Es por ello que se potencian otras actividades en este tipo de chabolas de las que se surten los mismos inmigrantes del Jaral.
El pasado año la Policía Nacional detuvo a un nigeriano del CETI que se dedicaba a explotar a otras subsaharianas a las que les obligaba a ejercer la prostitución en el entorno del campamento. Este tipo de prácticas se intenta controlar aunque no siempre con el éxito esperado.
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