Opinión

Un anciano

No podía dormir debido a los nervios para debutar en el Campeonato por Clubes de segunda división de ajedrez que se va a disputar desde el 24 de agosto en Linares Jaén y me dispuse a andar desde las 7 de la mañana. Mi idea era aprovechar las refrescantes horas del amanecer antes que el Dios Sol diga aquí estoy. Puse rumbo hacia lo poco que conocía para no perderme y a la vez dar mi palabra por zanjada que iba a subir un montón de escaleras a lo Rocky hasta llegar al lado de una Iglesia muy antigua y lo hice con un foto instantánea del hecho efectuado. Pero antes de la ascensión, justo en un paso de cebra, me encontré sentado en el poyete de un establecimiento creado por Ruiz Mateos a un anciano. Estaba su cuerpo apoyado en un bastón. Yo con mucha educación le dije buenos días y él rápido me contestó lo mismo. Pero sin pedir permiso me empezó a contar: “En mis tiempos mozos yo siempre me levantaba a estas horas. Me ponía a correr y no paraba hasta lo menos las 9 de la mañana. Después de ducharme siempre me metía un buen desayuno. Que no faltará el cafecito sólo sin leche ni azúcar. Tenía que mantenerme en forma. Fui capitán del Ejército y todas las mujeres me echaban piropos. Era un Rodolfo Langostino. Pero de eso hace ya mucho tiempo. La artritis, los achaques de la edad me hacen andar muy despacio y con ayuda de este armatoste. Pero bueno puedo decir que estoy aquí y vivo. He tenido cinco hijos y todos viven fuera de Linares y yo estoy aquí sólo. Por eso me vengo temprano a este lugar que es el paso de mucha gente que vienen a comprar a esta gran superficie. Así me entretengo”. La verdad que quería seguir con mi ritmo y lo dejé. Pero después de desayunar sobre las 10 de la mañana volví por el mismo lugar y todavía estaba el pobre anciano allí y no pude decir que no a una nueva sesión de diván. “Me levanto temprano aunque la verdad ya no puedo dormir. Con un par de horas de sueño tengo suficiente. Así que tomo mi pequeño aperitivo mañanero consistente en un café y un trozo de pan con aceite de oliva y me vengo para acá. No quiero molestar a nadie y aquí paso el día.

- ¿Y si tiene ganas de orinar?

Pues voy a este lugar que te he dicho y allí hago mis cosas. Además compro todos los días hasta dos botellas de agua de litro y medio. Hago gasto”.

Me despedí de él y me dijo que volviera con mi familia que sólo se está muy mal. No os digo las lágrimas que me hizo soltar este amable hombre de la tercera edad.

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