Opinión

El último combate de un soldado de policía de Ifni

El pasado 20 de febrero en Alicante falleció mi buen amigo y compañero Manuel Jorques Ortiz, el cual tras una larga enfermedad entregó su alma a Dios, prometiéndome días antes de morir que la próxima paella la comeríamos en el Cielo.

El título del artículo corresponde con la larga batalla que Manolo combatió enfrentándose con una gran entereza a esa lacra llamada cáncer, luchando día a día para finalmente entregar su alma al Creador. Unido a su esposa e hijos venció ese combate final como lo que fue, un gran hombre tan bien identificado por este intelectual: “los grandes hombres son como las hermosas flores. Crecen a pesar del estiércol que echan sobre ellas los envidiosos y los imbéciles”, Jules Barbey d'Aurevilly.

En el Grupo de Policía de Ifni


Manuel Jorques Ortiz nació en Buñol (Valencia), la célebre ciudad tan nombrada en todo el mundo por su fiesta de la “Tomatina”, donde se lanzan entre los asistentes toneladas y toneladas de tomates.

La tierra que vio nacer a Manolo, Valencia, está llena de artistas, alegres e intrépidos, y es también la cuna de grandes hombres como Luis Vives, San Vicente Ferrer, Ribera, Aparici, Pérez Escrich, Blasco Ibáñez, Sorolla y el famoso escultor y pintor Mariano Benlliure.

En el sorteo de la Caja de Reclutas de Alicante a Manolo, por el número, le correspondió Ifni como componente del reemplazo de 1961. Una vez formada la expedición, tras varios días de viaje por ferrocarril, embarcaron en el muelle de Cádiz en el buque ‘Poeta Arolas’, un auténtico cascarón. Y lo de cascarón lo puedo afirmar porque la primera vez que llegué a Canarias en diciembre de 1958, hice el viaje de Las Palmas de Gran Canaria a Santa Cruz de Tenerife en ese cascarón.

Una vez incorporado a Ifni el periodo de recluta, el mismo afirmaba que fue duro y no exento de malos tratos. Esto, por desgracia, a lo largo de la vida uno se encuentra algunas veces con ese tipo de impresentables, los que no comprenden “que la razón no puede entrar por la fuerza, al contrario, la fuerza es la que tiene que entrar por la razón”.

Al incorporarse Manolo a Sidi Ifni, y apenas finalizado el periodo de instrucción, por su expediente se dieron cuenta que le faltaban pocas asignaturas para la carrera de Derecho. Inmediatamente fue destinado al Juzgado de instrucción de Sidi Ifni en la práctica sus funciones, que eran la de secretario de dicho juzgado.

Tras finalizar el periodo de instrucción y posterior Jura de Bandera, con su expediente personal como universitario, era ascendido a cabo del mencionado Grupo de policía de Ifni. El carácter jovial, campechano y su honradez hicieron que pronto le llegaran a admirar sus compañeros, y también era especialmente apreciado por sus jefes.

La memoria viva de Ifni


A Manolo Jorques se le puede calificar como el número 1 de la historia de la campaña de Ifni. Lo avalan sus dos libros, siendo su obra cumbre el llamado ‘Historias Secretas de Ifni’, en el que para redactar sus 564 páginas Manolo se recorrió la Península Ibérica de norte a sur, entrevistando a soldados de aquella campaña y que allí dejaron no solo los meses de servicio militar, si no también sangre, sudor y lágrimas.

Comprendo a Manolo con sus memorias en los malos ratos que tuvo que soportar por parte de algunos de sus mandos. Afortunadamente no eran muchos y yo en alguna ocasión le exponía que la historia ni entiende ni menos se puede escribir con resentimiento y odio, los hechos son los que son y así hay que redactarlos, sin rencor ni odio. Esto muy bien lo expuso un doctor en Derecho, Luka Brajnović, cuando en su homenaje de despedida algunos de los que fueron sus alumnos le dijeron que, si no veía que miles de alumnos a los que ayudó y hasta en los últimos años de carrera les aprobó, ahora le ignoraban, y la respuesta de este eminente intelectual fue aplastante: “de estos se encarga el tiempo y la historia”.

Me cabe el orgullo de que en su libro ‘Historias Secretas de Ifni’, me dedicó en sus primeras páginas estas palabras: “a Antonio Herrero, escritor, periodista y erudito en temas de Ifni, de quien espero aprender en el futuro, con la esperanza de que sea benévolo en sus criticas de estas sinceras memorias”.

Puedes estar seguro Manolo que jamás fui un feroz crítico con tus memorias, por el contrario, reconozco tu excelente trabajo y el esfuerzo de días y horas devorando España a lo largo y ancho para este magnífico libro.

En este libro antes citado y otro anterior hay que recocerle a Manolo el tremendo esfuerzo para escribir esos cientos de páginas, ya que tuvo que recorrer miles de kilómetros a lo largo y ancho de la geografía española.

A Manolo hay que tambien agradecerle el entusiasmo que puso para plasmar de viva voz a los cientos de soldados veteranos que allí dejaron meses de su juventud en tierras de Ifni. Por otra parte, hay que reconocerle que Manolo no recibió ninguna ayuda ni oficial ni particular, desde Algeciras a Santander, pasando por Barcelona, Madrid y Alicante. Pero con total seguridad a Manolo le llegaran en el Cielo todas las oraciones por su alma, entre ellas la mía, allí donde están los mejores ejércitos del mundo en ese majestuoso cuartel que es el Cielo, con su jefe máximo que es nuestro señor Jesucristo.

El último gesto humano y de compañerismo se dio el 17 de diciembre de 2013, cuando Ángel Ruiz, Paco Susarte, Paco Ruiz y el propio Manuel Jorques se trasladaron a Cuenca a la residencia ‘La Alameda’, donde tras varios años allí reside el que fue soldado de Tiradores (brigada mutilado) Anastasio Orozco Maines, el cual el 23 de noviembre de 1957 en la defensa del puesto que ocupaba en Ifni fue herido por una granada de mortero en la cabeza y de la gravedad de dichas heridas quedó parapléjico. Así lo expone con claridad el diagnóstico del Hospital Gómez Ulla: “hemiplejia derecha presentando cuerpos extraños, con afasia y convulsiones”.

Los antes citados sin ninguna ayuda fueron hasta dicha residencia a homenajear a este heroico soldado en su cumpleaños. Manolo Jorques y el resto de los compañeros le pusieron un tarbush de Tiradores y con un casete el himno de Tiradores. A Anastasio, que no hablaba al oír la música de su himno, se le saltaron unas lágrimas y en su silla de ruedas permaneció con la mano derecha en posición de saludo hasta que cesó el himno de Tiradores.

Ni Manolo Jorques ni Anastasio Orozco Maines saben que no los olvidamos, porque esta cita lo dice bien claro: “los muertos no mueren nunca si alguien los recuerda”.

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