La muerte no es el final. El coronel Luis Manso seguirá siempre entre nosotros. Nadie se va definitivamente y cualquier soldado que se precie siente en lo más hondo que la muerte no es el final. Este es uno de los valores del Ejército, esos que tanto defendía siempre el coronel Luis Manso López-Marizat. Hoy es un día difícil para El Faro de Ceuta, pero también para todos los que le conocían. No han faltado honores y detalles como tanto él los mimaba para despedirle, al igual que tampoco nadie ha querido dejar de acompañar a su familia en la despedida que ha tenido lugar en la iglesia Nuestra Señora de África. Solo ha hecho falta asistir al funeral para sentir que Manso era, es y será querido para siempre.
Han sido muchas las personas que se han querido acercar a su funeral sobrecogidos por la triste noticia y para expresar su cariño a la familia del coronel, quien a los 92 años nos dejaba tristemente este pasado lunes. Rodeado de sus familiares, de autoridades civiles y militares, su féretro ha sido introducido con una marcha fúnebre a recibir el último adiós. La eucaristía ha estado oficiada por el vicario general con una iglesia de África al repleto.
Un hombre que vivía por y para ensalzar las grandes hazañas militares. Recuerdos que por siempre permanecerán en sus colaboraciones en las que contaba los gloriosos momentos de la historia militar de Ceuta. Lo que también será difícil de olvidar ha sido su salida de la iglesia. Los regulares han entonado con fuerza tanto el himno Regular como el de Infantería en honor al coronel y han entregado la bandera y el taburch a su familia. Unos familiares que no han podido contener las lágrimas en un momento emotivo agradeciendo el detalle tanto al comandante general, Marcos Llago Navarro, como al presidente de la Ciudad, Juan Vivas.
Una persona que representaba el trabajo, entrega y amor al servicio en su día a día, a pesar de llevar muchos años retirado del servicio militar como muestra de su compromiso con el Ejército y con la bandera de España. Siempre buscando cumplir con su deber, que para él ahora era dar a conocer sus recuerdos y cometidos. Ahora lo difícil será llenar el hueco que ha dejado en las filas de su Grupo, pero también en sus crónicas de El Faro.
Su vida no fue nada fácil. Con 6 años de edad, falleció su padre. En 1950, ingresó en la Academia General Militar de Zaragoza donde tuvo un accidente en una práctica de equitación, se rompió la rodilla y fue arrastrado. Esto estuvo a punto de truncar su carrera militar, pero él no se rindió. Tras sufrir una complicada intervención quirúrgica y una dura rehabilitación, consiguió su sueño de ser oficial de Infantería.
Fue cuando llegó a Ceuta, en 1954, cuando consiguió ingresar en el Grupo de Regulares. Ese fue su destino hasta su último día. Siempre lució con orgullo pertenecer a regulares, y lo defendió como nadie. Su último adiós ha sido triste, pero ha servido para valorar el cariño que ha dejado entre todos los ceutíes.
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