La última corrida de
toros celebrada en Ceuta se remonta al 6 de mayo de 1995, hace la friolera de 26 años. El cartel, de excepción y mediático, con Rafi Camino –en sustitución de Miguel Báez ‘Litri’–, Jesulín de Ubrique y Cristo González. Este acontecimiento taurino, que la Ceuta de la época no veía desde hacía siete años, se saldó con un rotundo éxito, como escribió el cronista del momento en
El Faro de Ceuta. “Sin embargo, la corrida dio un pobre juego, con toros escasos de fuerza, del que salvamos el último de la tarde. Pero ayer, los tendidos querían diversión”, recoge en su artículo. El primer espada-espectáculo, como lo catalogó el periodista, hizo las delicias de la concurrencia, “especialmente la femenina”, dentro y fuera de la plaza portátil instalada en los bajos de la Marina. Durante su estancia en el Hotel Parador La Muralla, Jesulín de Ubrique recibió la bienvenida al más puro estilo beatlemanía. Las fans, “no solo quinceañeras” como describió el periodista encargado de la crónica de ambiente, no perdieron la oportunidad de pedirle un autógrafo, besarle o tocarle en medio de un baño de masas. “Cientos de personas se dieron cita en los alrededores del Parador para estar cerca del torero de moda”, titulaba.
El presentador José Luis Marín Weil, también tuitero, recuerda que después de este evento se celebraron algunos festejos menores en 1997 y 1998 pero que, desde entonces, la puerta grande nunca se ha vuelto a abrir en Ceuta para ver salir a los toreros a hombros. Ahora que se vuelve a hablar en Ceuta de reses, explotaciones ganaderas y tradiciones, surge en los mentideros la discusión sobre dos celebraciones antagónicas, aunque no equiparables porque forman de ámbitos bien diferenciados, que el debate suele llevar a la confrontación. Aunque el bienestar animal tiñe ambas, tan criticable es cualquier forma de vetar este
patrimonio cultural español como condenar el ritual del sacrificio que practica la comunidad musulmana en el Eid al-Adha. O se es animalista en ambos casos o en ninguno porque la controversia sobre la crueldad del método puede ser aplicable para los dos, con todas las aristas que presenta. Por eso, cualquier intento de aferrarse a una tradición para abatir a la contraria son solo ganas de mezclar churras con merinas.