Primero pasó su mujer con cuatro niños y, al poco tiempo, él con el quinto. Pagaron 14.000 euros pero una red les estafó 4.000. Su familia les espera en Vallecas (Madrid).
Después de recoger a sus hijos del centro de enseñanza en el que están escolarizados, los Shahín Alhammoud disfrutan de la playa de Benítez antes de subir al Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), donde residen desde hace dos meses y dos semanas aproximadamente.
El matrimonio compuesto por Mohmad y Hanan tiene cinco hijos: Dalaa, de 11 años; Kalil, de cinco; Kenda, de nueve; Youssef, de tres; y la pequeña Aya de un año y ocho meses. A pesar de que ahora están reagrupados en el centro del Jaral, esta familia tuvo que separarse en Marruecos si quería pasar desapercibida por la frontera del Tarajal y dar un paso más camino de la salvación.
La madre fue la primera en pasar junto a sus cuatro hijos. “Solo quería ponerles a salvo”, reveló Mohmad, quien tuvo que permanecer junto al quinto de sus vástagos oculto en Castillejos, a la espera de que los individuos que organizan las entradas clandestinas le proporcionaran la documentación falsa con la que burlar los controles de seguridad. “La separación fue muy dura, no sabíamos si nos volveríamos a ver”, relató.
Poco tiempo después, le tocó el turno a ambos. “En total, pagamos a una red 14.000 euros”, calculó Mohmad, es decir, 2.000 euros por cada miembro de los Shahín Alhammoud cuando lo habitual es desembolsar hasta 1.500. Entonces, ¿qué le ocurrió a ellos? “Al principio dimos 4.000 euros y, el día de la entrada, nadie apareció para entregarnos los pasaportes. Nos engañaron”, recordó molesto el patriarca. “Luego contactamos con otras personas, nos pidieron 10.000 y, por supuesto, les entregamos la cantidad porque solo queríamos llegar a Ceuta”, confesó el progenitor. “Ahora estamos sin blanca”, concluyó.
Su viaje hasta la ciudad autónoma duró unos cuatro o cinco meses, estimó la familia que escapaba de la guerra civil. “¿Cómo iba a quedarme allí con mis hijos?”, se preguntó Shahín, quien manifestó su temor por lo que le podría ocurrir a su hija de 11 años en ese ambiente. Atrás dejaron su Hama natal, una ciudad a 50 kilómetros y Homs y Alepo, escenarios de fuertes enfrentamientos.
Una vez recogieron las pertenencias que consideraban imprescindibles, la familia se dirigió a Líbano, donde entró en una semana con su propio pasaporte. Hasta Argelia viajaron en avión y por transporte terrestre hasta una ciudad fronteriza con Marruecos. En Tánger estuvieron una temporada hasta el punto de que alquilaron una vivienda que, calculó, le costaba unos 300 euros. El dinero se acababa y la necesidad de cruzar la frontera se volvía imperiosa.
“Nos hubiésemos quedado en Marruecos, pero allí todo eran problemas para conseguir trabajo, escolarizar a los niños u obtener la residencia”, aseguró Shahín. Por este motivo, se decidieron a contactar con la red que los introdujo en la ciudad. “Ahora solo queremos llegar a Vallecas (Madrid), donde nos espera nuestra familia”, indicó. De hecho, su hermano Rami, quien también pasó por el CETI junto a su familia, ya se encuentra allí con unos tíos que residente en España desde hace 15 años.
“Ellos podrán ayudarme económicamente para montar un negocio”, comentó este empresario en Siria quien, aseguró, llevaba una vida holgada en su país y ahora está alojado en el centro del Jaral. “Estamos cada uno en un módulo y no puedo estar con mi mujer... Solo quiero que nos concedan el laissez-passer para salir de aquí. Quiero que mis hijos lleven una vida normal y el CETI no es el sitio adecuado”, solicitó.