Los inmigrantes que ya habitan las tiendas de la Hípica cuentan cómo cruzaron, haciendo equipo, por la fuerza, porque, aseguran, es la única manera de conseguir el objetivo
Las quince tiendas instaladas en el aparcamiento de la Hípica acogen a más de 200 personas. Varones de Camerún, Nigeria, Guinea... y todos muy jóvenes, con historias comunes al menos en la forma de entrada que emplearon para cruzar a Ceuta. En el CETI tenían amigos, compañeros que les iban informando de lo que hay en este lado de la frontera; atrás dejan a más compañeros, los que no pudieron cruzar, algunos ya detenidos, otros heridos en centros sanitarios y muchos de ellos todavía ocultos buscando la manera de aproximarse al vallado. “Tuvimos fuerza, coraje, fe en Dios... cuando vimos la valla simplemente cruzamos”, explica Stefen, anglófono, uno de los subsaharianos que ya vive en el interior de las tiendas militares de un CETI alternativo, en el que reciben los mismos servicios que los demás compañeros.
“Pasamos miedo, pero cuando llegamos a la valla no, porque solo queríamos pasar, por fuerza, unidos”, añade otro joven camerunés. Entre los que han llegado los hay que muestran las marcas del vallado en sus manos o en sus pies. A las cicatrices se suman lesiones, esguinces, contusiones, fracturas... el resultado de un pase que se llevó a cabo por la fuerza, en equipo, porque dicen que es la única manera de cruzar. “Llevábamos mucho tiempo en el monte, con frío, sin comer, lloviendo todos los días. Tenemos hambre, sed, queríamos ayuda”, añade este joven a FAROTV a través de la valla perimetral que rodea el complejo de tiendas militares. “Hay que tener voluntad, hay que seguir, con la fuerza de un león”, puntualiza sonriendo. Las confesiones se entremezclan con muchas gracias a Dios, con rezos, cánticos africanos, Boza y mensajes de reconocimiento a todo lo que han pasado. Conocían Ceuta por los vídeos de sus compañeros, también la valla. Pero ahora son ellos los protagonistas.