Nací y viví las tres primeras décadas de mi existencia cara al mar y a la Península, en la que dieron en llamar la ‘casa de los púlpitos’. Un inconfundible y peculiar edificio de la Marina abierto al Estrecho y de cara a la otra orilla, con el peñón de Gibraltar en vanguardia a modo de avanzadilla. La reiterada contemplación de tan cautivadora panorámica desde mi balcón terminaba casi siempre dando rienda suelta a mi fantasía, imaginándome tanta suerte de puentes que pudieran enlazar los dos promontorios que, de un lado y otro, conformaran las columnas de Hércules en el extremo occidental del Mediterráneo, el monte Calpe y la roca Abyla.
-Eso no lo verán jamás mis ojos.
Lo tenía muy claro desde un primer momento, cuando cándidos y balbucientes proyectos iban apareciendo en los medios. Y, efectivamente, ya en mi edad provecta veo que así va a suceder. La idea del enlace viene de muy lejos. Desde la II República. Primero en forma de puente y después de túnel. Es más, durante el régimen de 1931 se llegó a construir una galería prospectiva de unos cincuenta metros. Hay constancia gráfica de aquellos trabajos en el ayuntamiento de Tarifa, pero la guerra civil acabó drásticamente con su continuidad.
En la década de los setenta, el rey Hassan II asumió con pleno entusiasmo la iniciativa. Llegó a gastarse decenas de millones de dírhams en invitar a centenares de periodistas y técnicos de todo el mundo para que contemplaran desde Tánger lo cerca que estaban los dos continentes, como contó en su época ‘El País’.
Hasta su muerte, el anterior monarca alauita no dejó de insistir en la causa, en la que llegó a embaucar a España. Unos 4.000 millones de las antiguas pesetas se habían invertido ya en 1995 en los pertinentes estudios, para los que se constituyeron dos sociedades, una de cada parte. Por aquel entonces ya se había desechado definitivamente la idea inicial del puente, estéticamente muy bonito y espectacular, para decantarse por el túnel como única opción posible dada la singularidad geológica del Estrecho.
Una comisión mixta hispano – marroquí buscó fondos europeos para la Fase 0, que debía permitir, a partir de 2010 o 2015, llegar a la materialización de la Fase I, consistente en un primer túnel operativo para trenes lanzadera. Los últimos proyectos del enlace, cuya construcción se estimaba ahora en unos 5.000 millones de euros, correría, en una buena parte, por cuenta de la UE. Vueltas y más vueltas, como vemos, que hacen que las intenciones de materializar este viejo sueño entre 2030 y 2040 se haya quedado ya lejos, no digamos ahora en momentos de incertidumbre y recesión económica.
Según manifestaba a este diario el ceutí Salvador Encina en su época de portavoz de la Comisión de Fomento del Congreso, la opción primitiva de unir Ceuta o su territorio más cercano con la Península, que en un principio llegó a contemplarse, terminaba descartándose por “razones técnicas” al tratarse de la zona más profunda del Estrecho. Definitivamente, según De la Encina, el túnel contemplaría una conexión ferroviaria y dedicada fundamentalmente al transporte de mercancías, sin descartar una conexión mixta que abarcase también la de pasajeros.
Aunque hace un año se volvió a hablar del tema, lo cierto es que seguimos en el punto cero de tan majestuoso trazado. Recientemente ha sido Reino Unido quien se ha planteado también la construcción de ese túnel de unos 20 Km.. ahora desde Gibraltar a Marruecos. Y es que tras su salida de la UE, el gobierno de Boris Johnson decidió reforzar sus relaciones bilaterales con el vecino país, suprimiendo los aranceles para el tomate, las hortalizas o los frutos rojos, por ejemplo.
Muchas idas y venidas tiene y tendrá este proyectado enlace. Anteproyectos, diseños y los deseos para hacer realidad este mayestático sueño que sería la materialización del primer túnel intercontinental. Nada comparable, por cierto, con el del Canal de la Mancha con un trazado la mitad de profundo, pero que fue todo un hecho en 1994 con sus dos conductos de ida y vuelta para trenes lanzaderas para pasajeros, mercancías y todo tipo de vehículos. Una gran obra de ingeniería submarina en la que tanto se fijan ahora la totalidad de las iniciativas, una vez descartada definitivamente como decimos la romántica idea de un puente
Y a propósito de ese deseo de unir de alguna forma por vía férrea las dos orillas, valga, a título de curiosidad, el proyecto que llegó a barajarse durante la primera mitad de los años cincuenta de hacer posible un trayecto Madrid – Ceuta – Tetuán. Para ello, los convoyes directamente embarcarían en los nuevos trasbordadores, que al efecto vendrían equipados con sus correspondientes raíles, como así sucedió con el ‘Victoria’ y con el ‘Virgen de África’. De la capital de España a la del Protectorado en doce horas, como destacaba en la prensa de la época.
Aquello no cuajó. Por soñar que no quedara. Como todavía, al menos por ahora, el túnel del Estrecho. ¿Llegarán a verlo mis hijos?, me pregunto también con escepticismo. Decía Nelson Mandela que todo parece imposible hasta que se hace. Pues eso.