No se trata de la obligación de llevar a cabo unas determinadas acciones o trabajos que una persona tenga encomendados, sino del derecho que toda persona, en uso de su libertad, tiene de cumplir con su deber. El ser humano no puede renunciar a lo que su conciencia le va mostrando casi al mismo ritmo que su vida se va desarrollando. Por eso, entre otras cosas, es sumamente importante la formación, para que la conciencia pueda tener noticia de todo aquello que se encuentra fuera, o más allá, del instinto. La belleza, por ejemplo, es algo mucho más de lo que se suele apreciar a simple vista. Hay belleza en la forma de conversar, de expresar unos sentimientos; a veces una simple mirada hace posible que una persona en apuros se sienta reconfortada. ¿Cómo se puede impedir ayudar al que no sabe o está en apuros?
Conozco a un par de monjitas, una de más edad que la otra, que se ocupan de atender a los pobres, ellas forman parte de una Congregación que tiene por nombre "Hermanitas de los pobres" y bien que lo demuestran pues en su vida todo está centrado en querer a los pobres, a los más necesitados, y proporcionarles las ayudas más elementales para que puedan subsistir y, sobre todo, para que se sientan alegres, acompañados por el amor de otras personas que les hablan y tratan como a los seres más importantes de la sociedad. Es de una belleza singular ver cómo esas dos monjitas empiezan su jornada muy temprano, cada mañana, y nunca falta en ellas una sonrisa y palabras llenas de cariño para hablar de sus pobres. Ellas tienen pleno derecho a cumplir con su deber y es muy bueno ayudarlas en ese deber. Todos contribuimos, por obligación; a través de los impuestos, a atender las necesidades de la población, pero tiene especial sabor y delicadeza la vida de esas monjitas que entregan sus vidas a hacer más llevaderas las penalidades que otras personas sufren. Causa verdadera pena verlas caminar con el cansancio físico a la vista pero basta iniciar una breve conversación con ellas para que el rostro se les ilumine con una sonrisa clara que te hace sentirte un sujeto inferior aunque seas una persona de cierta categoría en la vida social. Ellas van por el camino de la vida, como cualquiera de nosotros pero con una especial delicadeza en su humildad. Tienen derecho a ello porque en su conciencia brilló con gran intensidad la luz del amor a los pobres, a los que necesitan ayuda- Ese brillo también puede brotar en tu alma y la mía.... Tal vez se nos ocurra, a cualquier persona, una Organización capaz de lograr unos resultados económicos cuantiosos y sin necesidad de que haya monjitas - u otras personas - pidiendo para los pobres que, en definitiva, son ciudadanos como los demás. Bienvenida sea la idea y su desarrollo lleno de eficacia, pero que las monjitas sigan con lo que consideran, por amor, que es su deber y que tiene la virtud de añadir a unas monedas algo tan precioso como la Caridad. Toda persona tiene necesidad de sentir verdadero amor por quienes sufren de alguna manera. El sentir humano está abierto siempre a atender las necesidades de los demás. No tiene límite ese sentimiento de amor aunque pueda ser pequeña la medida real que podamos poner en práctica. La riqueza del amor tiene unas medidas muy generosas y especiales.