Opinión

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El pasado sábado 10 de abril, todo aquel hombre o mujer que le guste el deporte rey, hizo un lapsus en sus quehaceres cotidianos para sentarse en el televisor y ver un interesante partido de fútbol. Ese derby, como se dice, entre los eternos rivales. Esos equipos que casi siempre ganan la liga española: los Madrid - Barça. Dos estilos diferentes de concebir el fútbol. Aunque tras una serie de entrenadores y de directivas han ido cambiando un poco tan solo la forma de plantear los partidos. Me refiero al fútbol de la naranja mecánica que fue la revolución durante unos años y que gracias a nuestro añorado Johan Cruiff, cuando tuvimos la suerte de que entrenara a los culés, puso sobre el césped del Nou Camp esa táctica de plantear los partidos.

Era pura belleza de tratar al cuero donde todos los jugadores prestaban un interés necesario. El tocar, tocar, para crear espacios entre las diferentes líneas, buscar la amplitud del terreno de juego, encontrar los jugadores de segunda línea, hacer que los rivales estén sometidos ante el monarca. Para todo esto se tuvo que crear una escuela que desde la base jugarán de la misma forma. Todo un éxito hasta la fecha. Incluso un entrenador de la selección española se enamoró de la forma de jugar y gracias a tener casi todos los futbolistas del mismo equipo hizo historia en el palmarés de la selección de España.

Fue un iluminado del corte y de las ideas y apostó por los chiquitines, cosa que en el futbol se había evolucionado hacia los portentos físicos. Pero los Chavi, Iniesta y compañía dieron un recital y gracias a este hombre nombrado en último lugar dio el gol, el título y tener el derecho de portar una estrella de cinco puntas en el pecho de los jugadores que en el futuro portarán la camiseta de nuestra querida “roja”.

Incluso el Madrid tuvo la desfachatez de seguir los pasos de su eterno rival. También otros clubes lo han hecho. Unos por integrarse a sus disciplinas técnicos del club culé, caso de Guardiola en el Bayer de Munich, pero los estilos son para guardar una firma, ese ADN, esa marca de identidad.

Los equipos actuales están compuestos por varios técnicos. Y no es por gusto. Uno aporta el título de entrenador; los demás cada uno tiene unas cosas de llevar.

La preparación física, técnica, estudio del rival, y un largo etc. pero un buen técnico es aquel que es capaz de mentalizar a sus chicos y hacerles comprender lo importante que es cada jugador en el campo. Eso hace que las piezas se unan y formen un buen plantel. Ayer hubo que quitarse el sombrero de la forma de resignarse de un equipo, de las ayudas continuas de todos sus jugadores. Y lo principal: tener muy claro lo que tenían que hacer.

Una, luchar para evitar huecos; y otra, cuando se tenía el balón buscar los espacios libres para que corriera la liebre, Pantera o como le queráis calificar de Vinicius.

Fue el arma letal de un Madrid sometido por su rival, pero que tenía la lección bien aprendida de cómo contrarrestar las avalanchas del equipo catalán.

Y vino la primera ruptura donde la salida en sprint de Vinicius, la puesta en el corazón del esférico y el recurso de Benzema dio como fin que la pelota entrara dentro del arco de los del Barça.

Esta vez no escuché el gol por las calles casi desiertas de nuestra querida ciudad autónoma de Ceuta. Sería por qué todavía quedaba muchos minutos de esfuerzo defensivo. Pero la misma técnica de correr hizo que tuvieran que derribar a un madridista al borde del área culé.

Y vino la magia, los rebotes, la suerte o lo que se diga en aquellos instantes y volvió a entrar un nuevo gol a favor del Madrid. Tampoco se escuchó nada. Pero todos nos frotábamos las manos porque pensábamos en la felicidad, pero quedaba mucho partido. Muchos agobios. Misma resignación. Misma técnica. Y todos pensábamos: va bien para qué cambiar las cosas. Pero ya se veía la fatiga y vinieron los cambios.

Era refrescar al equipo y a la vez pensar en otra batalla que tenía que soportar los del Real Madrid dentro de pocos días. Vino el gol por dejar a un jugador solo y aunque le diera con la espinilla entro dentro del arco y fue el dos a uno definitivo. Todos contentos.

Y lo principal se vio un encuentro de guante blanco donde no estuvo al orden del día los malos modos, a pesar de la expulsión de un gran jabato y ancla del conjunto merengue. Otro día donde las ganas y el esfuerzo se impusieron a la resignación y esperar los buenos momentos para poder contrarrestar el juego del oponente. Gracias por habernos dado este espectáculo.

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