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Tres carreras que definen el camino hacia la modernización

Tres veteranos de la Policía Local recuerdan para ‘El Faro’ los avances que se han producido en comunicación, parque móvil o condiciones laborales aportando la visión de su trabajo en el Cuerpo

De la comunicación mediante silbato al Sistema Tetra, de un parque móvil compuesto por un Land Rover y una furgoneta a otro de decenas de vehículos equipados, de una plantilla de 40 agentes a otra de 300... En casi 40 años hay una historia cargada de grandes cambios, de la que se puede hablar a través de datos, pero no tendría la misma brillantez que las anécdotas contadas por quienes han protagonizado esta etapa en la Policía Local, la etapa de la mejora del servicio y en la coordinación con los demás cuerpos de seguridad, de la modernización.
Juan Ugarte Padilla, Manuel Sánchez Mesa y Diego Rosado López ingresaron en el Cuerpo a finales de los 70, concretamente los dos primeros en 1978 y el tercero tres años antes. Ugarte y Sánchez llevaban en la sangre el oficio, ya que tienen familiares policías. Ambos ingresaron en el Cuerpo a través de los vigilantes nocturnos, creado por el alcalde Alfonso Sotelo, perteneciente a la Policía Local y con carácter de autoridad. Ya en la democracia, con Clemente Calvo Pecino, pasaron a ser policías locales.
Recuerdan que el cuerpo de vigilantes nocturno trabajaba solamente por las noches y frenó con éxito la oleada de robos que en esos momentos azotaba la ciudad, especialmente en los bazares.
Los avances que se han producido en la Policía Local son numerosos. Uno de ellos se refiere al parque de vehículos. Cuando entraron sólo contaban con “un Land Rover y una furgoneta”, recuerda Sánchez, y ya a partir de 1981 se creó el 092, “con la llegada de don Ángel Gómez –ahora superintendente de la Policía Local–”, recuerda Rosado. Entonces se incorporaron tres vehículos, de la marca Seat 1.430. En la época de la furgoneta, el parque del Cuerpo era tan deficiente que en una ocasión “dos o tres detenidos esposados tuvieron que empujarla para que arrancara y llevarlos a Comisaría”, recuerda Rosado, para añadir Sánchez que este vehículo “lo mismo servía para meter el pescado y todo lo que se cogía, que para el traslado del personal”. Además, “los servicios eran pateando por la calle, las ocho horas”.

Comunicación por silbato
Otro de los grandes cambios se ha producido en la comunicación. “Cuando entramos nos comunicábamos mediante el silbato, no teníamos otro medio de comunicación”, explica Ugarte. Su compañero Rosado continúa diciendo que “los motoristas teníamos que pasar a los camiones por La Marina, que a partir de los Baños Árabes era dirección prohibida. Entonces un motorista con el camión se quedaba en la Plaza de la Constitución, y otro policía se adelantaba a cortar el tráfico, y al último coche le decía que le comunicara a su compañero que ya podía venir con el camión”. Mientras, “todo el mundo en Ceuta tenía walkies y nosotros nada, sólo un silbato”. No obstante, la comunicación entre los agentes existía debido a la compenetración y al compañerismo: “En cualquier problema nos comunicábamos mediante el silbato. Lo escuchábamos y sabíamos por dónde venían persiguiendo a alguien y taponábamos la calle hasta que se cogía. Funcionaba”, relatan.
En lo que se refiere al equipamiento para realizar la labor en el grupo de Atestados también se ha avanzado. “Antes teníamos una máquina de escribir. De los documentos, que iban al Juzgado, el original era de papel cebolla y cuatro pliegos de papel de calca”, recuerdan.
La formación ha jugado un papel importante en la modernización de la Policía Local. Antes, todo era distinto. Por ejemplo, “salía alguna ley nueva y don Francisco Arroyo, que era el jefe de Tráfico,  nos la explicaba y nos daba las instrucciones. Sólo estábamos con las ordenanzas municipales y tráfico”. Para explicar que el único cometido de los agentes era el control del tráfico, Ugarte comparte con este medio una de sus anécdotas: “Estaba dirigiendo el tráfico en la calle Alcalde Victori y en Independencia vi a dos personas peleándose. Me acerco y cojo a uno y veo que llevaba medio kilo de hachís. Cuando lo llevo al cuartelillo de la Plaza de África, el sargento Guerrero me coge al detenido y el hachís y me manda al cruce porque decía que yo lo que quería era escaquearme. Llama a la Policía Nacional y se hacen cargo del detenido y el hachís, y yo al cruce”.
El prestigio del Cuerpo también fue en aumento ya que antes además de encargarse sólo del tráfico, “sin menospreciar a los vigilantes que hay ahora, la Policía Nacional creía que para ellos nosotros éramos auxiliares”, dice Rosado.
No obstante, el respeto hacia la Policía Local siempre ha existido, como también el trato cercano, especialmente con los niños... Será que aprendieron trabajando en la calle “y teniendo bastante sensibilidad con los problemas de las personas”, añade Ugarte.

Avances en lo laboral
Los avances en lo que se refiere a derechos laborales también fueron significativos en todo este tiempo. “Había fútbol por la tarde y te hacían ir, estuvieras o no libre”, recuerda Ugarte, mientras Rosado añade que “en la Feria no pagaban ni un duro”. Los horarios eran los siguientes: “Los motoristas éramos los privilegiados, y entrábamos por ejemplo a las siete de la mañana, nos íbamos a comer a las doce, había dos turnos, volvíamos a las dos y ya no salíamos hasta las siete de la mañana del otro día, porque teníamos que enlazar con la Feria. Todo esto sin cobrar un duro, un día sí y un día no”, explica.
Estos agentes valoran todas estas mejoras y la modernización del Cuerpo, algo que –dicen– coincidió con la llegada a la Policía Local del superintendente, Ángel Gómez, quien desarrolló una labor importante en ésta. Ahora, estos tres veteranos llegan a un San Urbano más en el Cuerpo, celebrando los avances que se han producido en la Policía Local y, sobre todo, habiendo sentido tantos años el privilegio de vestir este uniforme.

“Hemos aprendido en la calle”

Tras casi 40 años de servicio en la Policía Local, Juan Ugarte, Manuel Sánchez y Diego Rosado son historia viva del Cuerpo. Han pasado por distintas unidades y en la actualidad el primero está en la Unidad Administrativa, en gestión de personal; el segundo en la Unidad Administrativa, en estadística de multas; y el tercero en Archivo. Tras gran parte de sus vidas en la Policía Local, aseguran que en este Cuerpo han aprendido mucho, sobre todo, en el día a día. “Hemos aprendido en la calle, no hemos pasado en principio por unas academias ni por una preparación interna. Fue entrar en el Cuerpo y directamente a aprender en la calle, donde te sensibilizas con los problemas de las personas”, dicen.

Servicios que marcan una vida con uniforme

Hay momentos en la vida laboral de un trabajador que marcan su carrera, máxime cuando estos episodios tienen una importante carga de humanidad y solidaridad.
Ugarte y Sánchez participaron, junto a casi 30 compañeros, en el rescate de una niña de tres años que había sido secuestrada en Juan Carlos I. “Tuvimos conocimiento de esto a las diez de la noche, cuando entramos de servicio. A partir de ahí buscamos durante toda la noche por los sitios en los que sospechábamos que podía estar. Terminamos el servicio a las seis menos cuarto de la mañana y pedimos permiso al cabo para que nos autorizara que continuáramos la búsqueda fuera de nuestras horas de servicio”, relatan. Tras ‘barrer’ toda la ciudad, en un cañaveral de Arcos Quebrados encontraron a dos marroquíes con la niña dormida. Uno de ellos logró escapar pero el otro fue detenido y la niña, sana y salva, fue devuelta a sus padres. “Es el mejor servicio que hemos hecho”, dice Ugarte.
Otro de los servicios que nunca olvidará Sánchez fue la detención de un individuo que había asesinado a un militar de una puñalada. En aquel momento llevaba como “aprendiz” a un agente que en la actualidad es inspector del Cuerpo y era amigo del asesinado. Tuvo buen maestro.
Por su parte, Rosado recuerda su actuación tras la caída del monte de Juan XXIII. “Con el sargento Meléndez, que era cabo, cada uno nos pusimos en un lugar para cortar el tráfico porque fue de madrugada”, dice. También recuerda la escolta tanto a las autoridades que llegaban destinadas a la ciudad, por ejemplo al comandante general Gutiérrez Mellado y al sargento Juárez, como a los jefes de Estado Mayor. “En la Hípica siempre nos trataban muy bien cuando íbamos de escolta. La relación entre el Ejército y la Policía Local siempre ha sido buena y ha habido un contacto perfecto”, añade.
Rosado también estaba de servicio cuando explotaron las bombas. Recuerda perfectamente la de Colón, que relata para este medio: “Decíamos que ya se había desalojado y no ocurriría nada, y me acuerdo que desviando el tráfico, al explotar, se me vino el silbato, que tenía la cadenita, hasta la garganta”.
Por algunas de estas actuaciones estos tres agentes del Cuerpo recibieron reconocimientos, pero otras no, aunque siempre les quedará la satisfacción del deber cumplido.

José Salvador Cárdenas, el maestro de todos

Estos veteranos del Cuerpo quieren hacer un reconocimiento a José Salvador Cárdenas, un policía municipal adscrito a la Unidad Administrativa que de manera altruista preparaba a los aspirantes a funcionario. “Todas las generaciones nuestras y anteriores le agradecemos su labor. Tenía una casita de 40 metros cuadrados y allí nos metía para prepararnos para las oposiciones”, recuerdan. Su forma de enseñar también fue destacada, cogiendo al azar un artículo el Código de Circulación para comprobar si los alumnos lo habían aprendido.

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