Salí de mi casa corriendo con mi perro Agrom (significa “pan” en la antigua lengua Rifeña) y tomé la dirección de subida hacia la iglesia del Valle; siempre me gusta pasar delante de este emblemático templo ceutí pues guarda la bella Virgen tallada en piedra blanca que trajeron los portugueses al tomar la ciudad siendo la escultura religiosa cristiana más antigua de Ceuta. Desde que la vi por primera vez me pareció excepcional y se apoderó de mí con una inusitada intensidad a la que no he podido dar una explicación convincente. Hago una pequeña parada en los jardines del Campus Universitario que tanto disfruta mi amado compañero de correrías y continuamos nuestra subida hasta el inicio del Sarchal. Enseguida cruzamos la calle y bajamos por un pequeño camino que nos lleva directamente a la antigua Cárcel de Mujeres de tan nefasto recuerdo por la represión llevada a cabo a tantas féminas inocentes durante la infame guerra civil española. No obstante, ahora reposan sus restos silenciosos en un impresionante lugar vigilando la cercana costa rocosa que se extiende por toda la bahía del Sarchal típicamente salpicada de numerosas peñas aquí y allá.
El sol tenue de la estación invernal y un mar ligeramente rizado por el viento me pareció una buena situación para celebrar el día veinticuatro de diciembre víspera del nacimiento de Jesús de Nazaret, el campeón del amor y de la paz. Así decidí emprender una buena travesía a nado desde la playa del Sarchal hasta la cala del Desnarigado disfrutando de los fondos someros, del sol suave y la impagable compañía de mi can, fiel, arrojado y estoico acompañante de aventuras litorales. Es el único miembro que me queda de la pequeña familia que formaba con mi querida mujer y mi otro perro Aman, ya solo somos dos aunque fieles a la Magna Mater y creyendo firmemente en sus buenos propósitos vamos caminando esperanzados en la continua renovación de la vida y reconfortados con las cosas buenas que están por llegar; por suerte sentimos muy cerca el amor y el cariño de nuestros familiares y amigos. Un nuevo cachorro al que he puesto por nombre Aman (tal y como se llamaba mi can desaparecido hace unos meses) ha llegado para calentar nuestras almas y recordarnos que el ciclo debe continuar pues así se ha forjado este universo convulso, contradictorio y siempre paradójico; ahora nos esforzamos juntos en crear una nueva realidad en la que sigamos renaciendo al amor y a la amistad hasta que el altísimo decida dar por terminada nuestra singladura por este mundo terrenal.
Después de emitir en dueto, también siento la llamada del lobo, unos cuantos ladridos de calentamiento inicial, coloco el cinturón de la boya alrededor de la cintura y comenzamos la travesía entre los arrecifes rocosos. El alga invasora (Rugulopterix okamurae) aquí no está alcanzando por fortuna la altura y esplendor que tiene en la bahía norte pero se está instalando poco a poco creando morfotipos más apropiados para soportar los embates del mar levantino que tanto afecta a nuestra preciosa y cálida bahía sur. Mientras avanzo cada vez que salgo a respirar un trozo de los acantilados a mi izquierda y el azul verdoso profundo cuando vuelvo mi cabeza al mar. Y en un vaivén alternante de la visión, en mi mente se van combinando los dos mundos, emergido y sumergido de forma que se van fundiendo en una única realidad mezclada y enriquecida: uno cálido y verde otro frio y azul, así es nuestro planeta: un conjunto de dos grandes medios que se retroalimentan y cooperan entre sí para el mantenimiento de la biosfera. Al poco de salir de la orilla en dirección hacia Sidi Abbas vimos una gran medusa de la especie Cyanea capillata (son típicas en otoño por la zona del Monte Hacho, la incluí en el libro paisajes sumergidos de Ceuta) inmóvil, a medio metro de la superficie con todos sus tentáculos pescadores extendidos y un precioso color anaranjado que colorea sobretodo el manubrio y sus estructuras interiores; Agrom nadaba un poco adelantado y no puede impedir que la tocara con sus patas, por fortuna el medio metro de profundidad a la que se encontraba sumergida bastó para que le pasara por encima y solo tocara la parte superior de la umbrela (la estructura superior en forma de huevo frito tan característica de la mayor parte de las medusas) que está desprovista de células urticantes. Fuimos avanzando con alegría observando, en mi caso, un paisaje de grandes cantos que rodea la playa y conforma un ambiente característico de esta zona del litoral; hay pocas zonas similares a esta en la bahía sur y se explica debido a los desprendimientos de rocas y colapsos de gravedad sufridos por el acantilado, su posterior acumulación en la orilla y el trabajo del mar. Es bonito nadar en este entorno por variados motivos siendo el disfrute paisajístico quizá uno de los mayores atractivos.
Lo emergido y lo sumergido se muestra amable y me ayuda a entender e interpretar mejor el paisaje litoral desde un punto de vista ecológico y científico: voy tomando nota instintivamente y a pesar de poder presumir de conocer la costa de Ceuta no ceso de aprender e iniciarme en diversos aspectos que desconozco. Pero además me inspira querencia y bondad a partes iguales porque la obra de la vida es algo insuperable para un naturalista científico y trascendentalista gnóstico que desea ver y entender más allá de lo sensible. El frescor va haciendo mella en nuestros cuerpos y noto como Agrom necesita que lo anime un poco para reconfortarlo en este esfuerzo más psicológico que realmente físico pues ambos estamos acostumbrados a enfrentar estas pruebas durante todo el año y bajo variadas condiciones del mar. El paisaje exterior me ofrece una sucesión de arrecifes y peñas costeras atractivas tintadas con el color ocre oscuro del alga Gelidium pusillum que resplandece dorada en las estaciones anteriores; creo que es el recuerdo de su esplendor otoñal, primaveral y veraniego el que me hace vibrar cuando la observo sobre la parte alta de las rocas en marea baja. Al meter la cabeza en el agua la continuación de estos arrecifes, ahora sumergidos, me muestran un collage de algas donde continúan dominando las de nuestra región pero con la incorporación de la persistente y agresiva alga japonesa mencionada anteriormente. Disfruto observando los colores vivos amarillentos y rojizos del alga Ralfsia verrucosa como si fueran finos panes de un bello hierro oxidado. Esta especie se interpone entre los crecimientos de otras algas y como está en el intermareal y en los primeros metros del submareal pues convive con los céspedes de Coralináceas ramificadas y otras muchas algas que como Dyctiota cyanoloma y Asparagopsis armata crecen en estos entornos. Si miramos correctamente al interior de las zonas superficiales más oscuras vemos una ingente cantidad de fauna invertebrada amante de la oscuridad y los callejones y lugares angostos despiertan mi imaginación de naturalista en pos de especies desconocidas de microfauna asociada a estos misteriosos hábitats. Pasar por las puntas sobresalientes tiene su atractivo deportivo pues la corriente a favor o en contra se nota mucho y podemos avanzar inusitadamente envueltos y gratamente impulsados por un auténtico río marino de agua acelerada en estos accidentes rocosos. Se ven los peces pasar a gran velocidad o bien quedarse extasiados contracorriente en grandes grupos alimentándose de lo que le proporciona el manantial de las mareas. En estos salientes el paisaje es poderoso y fiero, con paredes y bajadas vertiginosas hasta los 10 y 15 metros de profundidad cerca de la costa, y como conozco en gran parte lo que acontece en estos fondos someros me alegra pensar en los paisajes que puedo volver a recorrer otro día. Siempre voy siguiendo imágenes para alimentarme mental y espiritualmente, procurando transformarlas en información tanto de utilidad científica como vivencial y literaria.
Mientras voy esperando a Agrom que suele ir a unos metros atrás me gusta nadar de espaldas y tener una perspectiva diferente del paisaje costero pues cuando estamos tan pegados a las rocas litorales, el roquedo se aparece descomunal y mitológico, como si fuera capaz de absorbernos y llevarnos a un lugar secreto bajo la mirada del mundo. Siempre que nado disfruto todo lo que puedo del paisaje exterior que tanta inspiración me causa debido a su belleza y magia pero también visito mi casa interior. Tenemos paisajes interiores que se van desarrollando mientras avanzamos por el mar y pensamos en lo que vamos observando y lo que nos sugiere rescatando quizás información almacenada en nuestro subconsciente colectivo y particular. Debido a la influencia de la lectura del Libro Rojo de Jung, me voy formando imágenes y noto sentires que tienen que ver con la embriagadora obra del sabio suizo.
Sé que tengo que cultivar mi espíritu interior para reverdecer y no morar por el desierto del materialismo y la negación del mundo invisible inmaterial. Como indica Jung: “Si fuéramos conscientes del espíritu de la época, sabríamos que tenemos tendencia a explicar las cosas preferentemente a partir de los físico (mensurable añado de mi cosecha) porque antes había una tendencia excesiva a explicarlas a partir del espíritu”. La separación radical entre creencia y conocimiento es la esencia del espíritu de la edad moderna negando por ello la posibilidad de que sentir e intuir quedan dentro del marco de las formas de adquisición de conocimiento. En palabras de Bernardo Nante, uno de los más grandes estudiosos de la obra junguiana “El problema particular de este tiempo es esa misma escisión que exige de cada uno de nosotros, una obra mayúscula de redención, de unión de opuestos, so pena de que la misma devenga en una catástrofe. En tiempos antiguos, el acceso al rito y al símbolo permitía, hasta cierto punto, alivianar esa distancia. La realización del anuncio fundamental del “espíritu de la profundidad”, es decir el suprasentido, en terminología de Jung, requerirá de la apertura al mundo simbólico que espontáneamente se da en la psique”.
Continuo avanzando con todo este torbellino mental, espiritual y vivencial alrededor mientras diviso la pared del acantilado del Desnarigado que se va elevando cada vez mas a medida que me acerco a la cala. Me vuelvo un instante para cerciorarme que me sigue Agrom pues le gusta mucho ir roqueando, subiéndose y bajando de las peñas que salpican el recorrido, y finalmente penetramos en la coqueta ensenada rodeada de muros de piedra y de aguas cristalinas. Unos amigos de celebración en la playa me saludan y felicitan la navidad y nos salimos del agua para calentarnos al sol, justo premio después de nuestra pequeña hazaña marina. Me seco y lo seco, me visto y coloco de bandolera la bolla señalizadora para nadar en el mar que sirve a la sazón como bolsa para guardar ropa y toalla. Digo adiós a los que disfrutan de las fiestas en la orilla del mar y comienzo a correr despacio feliz con mi perro deshaciendo el camino de vuelta por el bello camino de ronda.