Hartos de su situación en Marruecos, la noche del pasado 5 de agosto, Mohamed, dos amigos y otras 23 personas, la mayoría de ellos jóvenes, decidieron emprender un viaje que hacen muchas personas con mucha frecuencia, pero algunos con mejor suerte que otros. El grupo estaba dispuesto a entrar a Europa y lo haría nadando a Ceuta.
Si bien el Ministerio del Interior recogió en su último informe, con datos acumulados desde el 1 de enero hasta el 30 de abril de este 2022, que las entradas por vía marítima a la ciudad habían disminuido en comparación con el mismo periodo en el 2021, los intentos continúan.
Para este joven pastelero de 26 años el objetivo era claro: un mejor futuro. Por eso, en compañía de otros dos jóvenes de su barrio en Tetuán, tomó la decisión de “escapar del infierno de la vida aquí, con la esperanza de una vida digna y con derechos en Europa”. Sin embargo, tuvieron que sortear otros obstáculos antes de el gran desafío que significaría esa noche. “Encontrar un trabajo para comprar un traje de neopreno era casi imposible, tuvimos que trabajar en explotación y sin derechos para comprar un traje de buceo y aletas”, contó a El Faro.
Persecución a nado
Fue entonces cuando la noche del 5 de agosto, a las 11:38 horas, “conseguimos meternos en nuestros neoprenos sin que nadie nos viera o nos denunciara”. Tenían que hacer un recorrido de unos 100 metros para poder llegar al agua, pero en este trayecto se toparon con militares que los persiguieron incluso ya dentro del agua. “Dos soldados nos siguieron, nadando en el agua, maldiciendo y maldiciendo, atraparon a nuestro amigo, quien luego nos dijo que lo golpearon en la cara”.
Mohamed y su otro amigo continuaron a pesar de haber perdido las aletas durante la persecución. “Nos quedamos y no desistimos hasta que los soldados dejaron de perseguirnos, luego seguimos nadando hasta que estuvimos muy lejos de la orilla y ya no podíamos ver a la gente”.
Continuaron hasta lograr divisar “el punto de encuentro de las fronteras de Marruecos y Ceuta”, pero cuando pensaron que estaban a punto de lograrlo, “apareció un pequeño bote de goma con motor de la Guardia Costera de Marruecos y nos ordenaron subir a él”.
Lo siguiente fue llegar al paso fronterizo, donde tomaron sus nombres y fotografías, y les exigieron quitarse los trajes de buceo. En ese lugar pudieron reencontrarse con el amigo del que se habían separado horas antes, al inicio de la travesía, y con otras 23 personas que esa misma noche tuvieron la misma mala suerte.
“No nos dieron ni comida, ni agua, a nadie, y nos ordenaron sentarnos en el suelo y no hablar, sometido a diversos tipos de insultos, tomaron nuestros nombres e información de donde entramos al mar”. Mohamed no ofreció mayores detalles sobre cuánto tiempo permaneció en este lugar ni cómo pudo regresar a casa. Sin embargo, lo que sí recalcó fue que “sí pienso intentar cruzar otra vez, pero buscaré en otra manera para que no me pueden ver, porque quiero ir a Europa para vivir con dignidad derecho y con paz”.
Fueron muchos más de 23. Buen trabajo tanto de la guardia civil como de la gendarmería real, que últimamente está colaborando al igual que las fuerzas auxiliares por los montes. Esperemos que sigan asi
Otra entrega por fascículos de historias lacrimógenas de marroquíes. Ya no puedo más, porque estos episodios parten el alma. A ver si la próxima entrega es mas alegre y nos cuenta que el pobrecito pastelero, ya tiene su negocio en marcha, en la plaza de los Reyes, en pleno centro porque ponérselo en el Príncipe sería discriminarlo y todo a costa de los buenos españoles y que se traiga a toda la familia, y a algún vecino con el que se lleve bien.¡ Qué más da !
Ya estaban tardando en publicar otra historia conmovedora de la población marroquí.
Esta noche es que no voy a dormir, vamos.
Pobreza hay en muchas partes , pero siendo pastelero y teniendo una profesión tan bonita , debería luchar por conseguir cambiar las cosas en su pais , donde no hay guerra ni tanta penuria.