Trasladan los restos de Sánchez-Prado al panteón en el que reposará

 

El nicho número 45 de la galería de San Teodoro en el cementerio de Santa Catalina vio como los restos que habían reposado en ese discreto hueco del camposanto durante más de siete décadas le abandonaban.

El traslado se hizo igual que el entierro, “sin pompa”. Así lo mandaba la autorización que el juez militar concedió a los familiares Antonio López Sánchez-Prado, médico y alcalde de Ceuta durante la II República, que en aquel septiembre de 1936 fue fusilado por “rebelión militar”, según dictaba el consejo de Guerra.
Ayer, la realidad fue bien distinta. Ante la popularidad de este personaje y su relevancia en la historia ceutí, los responsables del cementerio y la familia decidieron hacer el traslado sin llamar la atención. Sólo algunos amigos, y otras personas que pasaban por ahí. Tal fue la sorpresa que se llevó Rafaela Crujera Domínguez , sevillana de 62 años. “Aprovechando el puente, hemos venido a Ceuta para visitar la tumba de Sánchez-Prado, nos habían dicho que estaba aquí y teníamos ganas de verla”, aseguró, acompañada de su hija y una amiga, sin conocimiento de lo que en  unos momentos iba a suceder.
Justo en el momento en que Rafaela Crujera colocaba un ramo de flores en la tumba de Sánchez-Prado, en ese nicho discreto del que no se había movido en siete décadas, aparecíaAntonio Pérez-Rubien López, bisnieto de Antonio López Sánchez-Prado, acompañado de su mujer.
Vecino de Málaga, Pérez-Rubín era el familiar que iba a estar presente durante la exhumación de los restos de uno de los personajes que más huella han dejado en la historia de Ceuta. Alguien a quien no conoció personalmente, pero del que le han hablado desde “pequeño”. “La valentía, eso es lo que más puedo destacar de él”, aseguraba. “Porque pudo evitar ese destino saliendo de Ceuta y decidió quedarse”.
Habían pasado las diez y media de la mañana, cuando los trabajadores del cementerio llegaron hasta la galería de San Teodoro, y retiraron esa placa blanca de mármol con la foto de Sánchez-Prado. Después, con cuidado, los ladrillos. Y por último, los restos, que de paso fueron introducidos en un digno ataúd de madera trasladado entre cuatro personas hasta el panteón en el que descansa ya Sánchez-Prado.
“Sólo podía venir yo, pero es que no me parecía ético retrasar más esta visita, sé que hay gente en Ceuta que querrá verlo, y el 1 de noviembre está cerca”, explicaba  Pérez-Rubín. Por eso realizó ayer una visita exprés en la que apenas permaneció medio día en Ceuta.
Y mereció la pena. Paso a paso, el ataúd en el que resposaban los restos de Sánchez-Prado se acercaban al panteón que se ha construido a tal efecto. “Él nos habría echado la bronca por gastar el dinero en esto”, comentaba el responsable del cementerio, Antonio Troyano. “Tienes razón, pero hubiera sido un enfado muy pequeño”, le respondía el bisnieto. Eso hablaban después de que la placa de mármol se hubiera colocado sobre el ladrillo y sobre el cemento. De color granate con letras doradas, en las que se podía leer: “Antonio López Sánchez-Prado. 6-9-1936. Alcalde de Ceuta”. Una placa que se colocaba en presencia de amigos de la familia, como por ejemplo María Vilches, la única de los presentes que ya vivía cuando Sánchez-Prado murió. Era muy pequeña y no lo recuerda, pero sí que tiene por seguro que la buena obra de quien fuera médico y político durante los años treinta sigue ahí todavía. Quizá sea por ello que ella y Manuel Muñoz, otro de los que tuvieron el privilegio de presenciar este momento, jueguen siempe la lotería con el número acabado en 45, el que da la suerte. “Yo creo que todas las casas en Ceuta tienen una foto de Sánchez-Prado”, explicaba Muñoz.
Con el cemento aún fresco, Antonio Pérez-Rubín López se acercaba al panteón, y realizaba la primer ofrenda en este nuevo lugar. Un ramo de rosas  sobre la nueva lápida en una estructura obra del arquitecto Javier Arnaiz, que rompe los esquemas con el resto de panteones que existen en el cementerio de Santa Catalina, y que aún no está completo del todo: le falta todavía una foto del alcalde que llenará el espacio libre en el mármol justo debajo  de la inscripción: “Mausoleo en memoria del hermano Antonio Sánchez Prados, médico y caritativo que fue con los pobres del pueblo de Ceuta. Descanse en paz”. Y si por dejar un ramo se puede coger una flor, Antonio decidió que esa rosa tenía que ir a la mano de María Vilches.
Y el bisnieto miraba el panteón. Y lo único que acertaba a decir era “alucinante”, “precioso” y “no hay palabras”. Él se aguantaba las lágrimas, pero parecía que el cielo le leía el sentimiento, porque en ese momento  las lluvia comenzó a caer, como si las nubes lloraran de emoción por ver que la historia ha hecho justicia, por fin. Y los ceutíes no tendrán que buscar a uno de los personajes más grandes que han paseado por su ciudad en una discreta tumba, sino destacado en la memoria.

 

Las últimas horas de Sánchez-Prado

Hace unos pocos años, el historiador ceutí Francisco Sánchez Montoya relató las últimas horas de quien fue alcalde durante la II República. “En la Ciudad de Ceuta a cinco de septiembre de mil novecientos treinta y seis, reunidos el Consejo de Guerra de Oficiales generales para ver y fallar la causa instruida por presuntos delitos de rebelión y sedición. EL CONSEJO FALLA, Que debe condenar y condena a los procesados don Antonio López Sánchez Prado, Adolfo de la Torre Guillén, Ángel Guijo Higüero y Fidel Vélez Roldan a la pena de muerte por el delito de rebelión militar. Lo firman todos los componentes del Consejo de Guerra, Tenientes Coroneles, Rojas Feigespán, Reig Valerino, Lagarde Aramburu, Del Valle Marín y Tejero Ruiz.
Y así, en una zona conocida en el Tarajal como ‘el tripero, “un piquete de 20 hombres al mando de un oficial se prepara para llevar a cabo la ejecucióín, también está presente una compañía del batallón del Serrallo número 8, otra del grupo de Regulares nº3 y secciones completas de ametralladoras, de Sanidad, de la Compañía del Mar, un pelotón de la Guardia Civil, otro de Carabineros y una Falange de las Milicias Fascistas”.
El 17 de julio, Sánchez-Prado recibió varias llamadas advirtiéndole de que se marchara hacia Tánger, para evitar la represión ante un inminente golpe militar. Aun así, el alcalde decide ese mismo día celebrar un pleno que dura dos horas y al que no asisten los concejales de los partidos conservadores, según explicaba Sánchez Montoya en ese artículo.
Otro de los factores que fue clave a la hora de condenar al alcalde republicano fue la de que no tuvo una defensa eficaz, entre otros motivos por la determinación existente en el Consejo de Guerra para condenarle.

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