Una de las particularidades que ha tenido Ceuta, desde la época medieval, ha sido la necesidad de contar su historia, de investigarla y de divulgarla, unas veces simplemente como disfrute para el lector, y otras muchas también como defensa de su idiosincrasia, de sus valores y derechos consolidados por la fuerza del tiempo.
Pocas ciudades han tenido y aún hoy conservan tantos textos de historia general como Ceuta. Desde las descripciones de Ibn al Jatib, al Bakri, León el Africano, al Idrisi y, por supuesto la imprescindible de al Ansari, pasando por las crónicas lusas de Gomes Eanes de Zurara, y las historias de Jerónimo de Mascarenhas, Alejandro Correa de Franca, Lucas Caro, José A. Márquez de Prado, Salvador Ros Calaf, Francisco Sureda Blanes o Manuel Criado Hoyos y Manuel L. Ortega, hasta llegar a la que editó nuestra institución, en el año 2009: Historia de Ceuta. De los orígenes al año 2000.
Una conciencia de la propia historia como la que ha tenido y tiene nuestra ciudad, necesitaba de equipos de trabajo, como ya lograra constituir el que fuera primer Cronista oficial de Ceuta, Antonio Ramos y Espinosa de los Monteros, a comienzos del siglo XX, con su tertulia-escuela trabajadora, de la que formaron parte personalidades de la cultura de la época como Rafael y Narciso Gibert Rodríguez, David Schiriqui, Enrique Arqués Fernández, Benigno Murcia Mata, Fermín de Villalta y Llamas…
Ese espíritu se encuentra igualmente en el primer reglamento del Centro de Hijos de Ceuta de 1926, que en 1945 propuso, a iniciativa del abogado Manuel Olivencia Amor, la creación de una Junta Cultural adscrita a la institución, idea sobre la cual se defenderán proyectos como el de la creación de un Museo histórico artístico de la Ciudad, en 1952, y la de una Sección de Estudios Históricos, en 1957, que salieron del entorno de Cándido Lería y Lanzac y sus hijos, los también abogados Francisco y Manuel Lería y Ortiz de Saracho. Naturalmente, estas propuestas se hacían públicas en la prensa local, mediante reseñas, artículos y cartas abiertas.
Lamentablemente la falta de locales y de fondos hizo que todas esas noticias única- mente incrementasen los registros de los ficheros de los eruditos locales, sin que llegaran a materializarse.
En 1969, José García Cosío, quien durante años fue incansable promotor y colabo- rador de cualquier iniciativa en pro del asociacionismo, ya fuera cultural, social, religioso o deportivo, expuso su proyecto de crear un Centro de Estudios de Temas Ceutíes, en el seno del Centro de Hijos de Ceuta, presidido entonces por Antonio Ballesteros Velasco, que fue bien acogido tanto por el alcalde, José Zurrón Rodríguez, como por el presidente de la comisión de Cultura y Turismo, Alfonso Sotelo Azorín.
"Iba a ser llamada Cuadernos de Historia, pero en la reunión del Consejo Rector de 23 de marzo de 1981 se acordó que pasara a ser denominada Revista Transfretana. La propuesta parece que fue defendida por Carlos Posac Mon y Alberto Baeza Herrazti"
El Centro nombró una comisión, de la que formaron parte José García Cosío, Manuel García de la Torre y Blanco y Manuel Morales Parra, la cual puso el proyecto en manos de Alfonso Sotelo Azorín. Así, el 4 de junio de 1969, a propuesta del Alcalde, José Zurrón Rodríguez, y en moción presentada por Alfonso Sotelo Azorín, la Comisión Permanente del Ayuntamiento aprobaba la creación del Instituto de Estudios Ceutíes.
En sus estatutos ya figuraba como logotipo un ceitil y su composición con treinta miembros, cuyas plazas no fueron completadas hasta 1983. Su perfil era histórico-literario, con muy poca representación de ciencias, ni de artes.
Serían sus directores, en esta primera etapa: Alfonso Sotelo Azorín y Antonio Bernal Roldán, y secretario José García Cosío, quien en 1972 sería nombrado Cronista oficial de Ceuta.
Muy importante fue su adscripción al Patronato José María Cuadrado del Consejo Superior de Estudios Científicos en 1970, que se transformó en la Confederación Española de Centros de Estudios Locales en 1981, igualmente dependiente del CSIC, a la cual sigue perteneciendo.
El Instituto comenzó su andadura encargándose de la gestión de los Premios Ceu- ta, que venían convocándose desde 1969 y así continuó hasta 1982 en que dejaron de hacerlo; y fomentando la reproducción de documentación sobre la ciudad en archivos nacionales y extranjeros. También corrió con la gestión y dirección de la Sala Municipal de Arqueología entre 1971 y 1986, año en el que se independizó hasta integrarse en la estructura del Servicio de Archivos, Bibliotecas y Museos de la Ciudad, en 1989.
Lamentablemente, la falta de locales propios hizo que los fondos de ese primer período sufrieran constantes pérdidas, tanto documentales como bibliográficas. Sin em- bargo, puede destacarse su labor editorial, a cargo del profesor Teodosio Vargas-Machuca García, que si bien fue modesta, por su falta de presupuesto, consiguió poner en pie una revista de estudios locales: Transfretana, y abrir varias series de monografías: Estudios Geográficos; Estudios Históricos; Estudios Sociológicos; Conferencias Culturales; Premios Ceuta, y Publicaciones de la Sala Municipal de Arqueología.
La modestia de las publicaciones de los años 70 es evidente y, más que llamarlas monografías, deberíamos considerarlas como opúsculos, pero sin duda revitalizaron el más que humilde momento editorial local e hicieron evidente la necesidad de crear una revista científico-cultural. Al cabo, en esos momentos previos al mundo digital, toda entidad socio-cultural necesitaba una publicación periódica que fuera órgano de expresión de la institución y sus componentes.
El primer número apareció en 1981, con más de cien páginas y una presentación que firmaba Alberto Baeza Herrazti, siendo su responsable el vicedirector del IEC y director de publicaciones Teodosio Vargas Machuca. La elección del nombre iba en consonancia con algunas otras revistas culturales que habían aparecido por aquellos años en el pano- rama cultural más cercano, como Gibralfaro (1951), Tamuda (1953), o Carteya (1976), entre otras. Un término rotundo, muchas veces procedente de lenguas antiguas, que no dejara duda de su conexión con la ciudad en la que nacían.
Iba a ser llamada Cuadernos de Historia, pero en la reunión del Consejo Rector de 23 de marzo de 1981 se acordó que pasara a ser denominada Revista Transfretana. La propuesta parece que fue defendida por Carlos Posac Mon y Alberto Baeza Herrazti, y aunque el nombre parecía difícil de pronunciar, es lo cierto que con el tiempo ha demos- trado ser una referencia exclusiva e inconfundible.
La primera etapa de Transfretana la constituyen cuatro números, dirigidos por Teodosio Vargas-Machuca García, con una estructura constante: Presentación, un número variable de artículos divididos en tres periodos cronológicos fijos (I Ceuta arqueológica y medieval, II Ceuta en la época portuguesa, III Ceuta Española) y una parte de información institucional con actas del Consejo Rector, crónicas de asistencia a las reuniones del Patronato José María Cua- drado, luego Confederación Española de Centros de Estudios Locales, y una relación de miembros del IEC y con el catálogo de publicaciones.
Su formato era de 217 x 157 mm, en rústica, pegado y grapado, en papel satina- do de buena calidad, con cubierta a color, e ilustrado con fotografías y gráficos mayorita- riamente en blanco y negro, aunque también las hay en color. La edición, incluyendo la maquetación, fue responsabilidad de la So- ciedad Cooperativa Imprenta Olimpia, cuyo equipo de composición y maquetación, con Francisco Escamilla y Pedro Mellado, fue capaz de darle un estilo serio y clásico. Los dos primeros números fueron supervisados por Teodosio Vargas-Machuca y los siguientes por Enrique Jarque Ros y quien firma estas notas, a causa del traslado a Tánger del profesor Vargas-Machuca por un nuevo destino laboral, aunque siempre con su coordinación.
La publicación fue no venal y las presentaciones públicas de la misma tuvieron lugar en el salón noble del Centro de Hijos de Ceuta, ubicado en el edificio Trujillo.
Los autores solían ser, en su mayoría, miembros del propio Instituto de Estudios Ceutíes, entre quienes destacan Carlos Posac Mon, José García Cosío, Juan Bravo Pérez, Juan Bravo Soto, Juan de S. Martín Gallego, Manuel García de la Torre o Emilio Fernán- dez Sotelo. Aportaciones singulares fueron los fragmentos de la Historia de Ceuta de Alejandro Correa de Franca que adaptó al lenguaje actual Teodosio Vargas-Machuca, la serie de bibliografía histórica de Alberto Baeza, el estudio sobre fortificaciones hispano- portuguesas de Carlos Gozalbes Cravioto, o la traducción de un artículo sobre el ceitil de Affonso Dornellas que publicó Enrique Jarque Ros. También hubo trabajos de Antonio Rubín Luna, José Eugenio Meseguer Santos y José Luis Gómez Barceló que no éramos miembros de la institución.
Las aportaciones de temas lingüísticos y literarios fueron más que escasas y llevaron las firmas de Diego Sánchez del Real, Cecilio Alonso y Alberto Jesús Fuentes Prados, mientras que las de temas científicos se circunscribieron a las de Simón Chamorro Mo- reno y Miguel Rodríguez Pérez en su último número.
A la par que iban apareciendo los primeros números de la Revista Transfretana, el Instituto vivía su primera crisis. El modelo basado en la gestión de los Premios Ceuta, concluyó en 1982 al dejar de convocarse los mismos, por voluntad de las nuevas corporaciones municipales. Dos años más tarde se decide por el Ayuntamiento su refundación, con la creación de un Patronato, en 1985, que no dio el resultado deseado.
En 1988, a instancia de la Concejala de Educación y Cultura María del Carmen Castreño Lucas tuvo lugar su refundación definitiva, con una estructura más académica, nuevas secciones y miembros, los cuales se dividieron en numerarios y correspondientes, en función de su lugar de residencia, con el fin dotar a la institución de mayor agilidad en la toma de decisiones. Además, se creó un Patronato del que depende el Instituto.
En este nuevo período fue elegido director Juan Bravo Pérez, quien dio de nuevo estabilidad al Instituto, con dependencias propias en el edificio del Museo del Revellín, a partir de 1991.
Su primer vocal de publicaciones fue Fernando Villada Paredes, a quien sustituyó en 1989 Alberto Baeza Herrazi que fue quien retomó la edición de Transfretana en su segunda época.
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