No sé si será la edad o lo mismo son las hormonas, pero hay cosas que me importan un bledo como el programa del Évole y otras que me sacan los hígados por la boca, como las trampas. Estoy tan metida en la maternidad tardía que no me resigno a que todo sea un deja vu y que los idiotas pululen a sus anchas, sin que nadie les ponga freno. Lo mismo , ya les digo, es la edad que me hace insoportable y con el listón muy alto, pero me saca de las casillas cosas como que copien engendritos de cinco años por llegar, como sea. ¡Qué narices estamos haciendo en esta sociedad cuando nos quejamos de los políticos corruptos pero estamos deseando copiarlos! ¡Cómo tenemos que estar para despotricar de que un presentador nos dé gato por liebre para hacernos pensar y luego nos vamos a una casa que no pagamos, viviendo como no podemos y acostándonos con alguien con quien no estamos!. ¿A qué puñetas estamos jugando? Pues no lo sé, lo que sí sé es que se me hace cuesta arriba enseñar a gente que va por la vida y se encuentra mareas de chapapote a dos patas, gente que no vale la pena ni siquiera mirarlos, porque ya solo apartarlos de tu camino , se convierte en algo pringoso y cenagoso.
Nos hemos acostumbrado a que nos mienta y a mentir, a decir que ganamos más para presumir y a contarle a Hacienda que menos para no tributar. Tenemos dinero negro en la cómoda de la mesita y trabajamos a destajo, para gastárnoslo en cosas que no necesitamos, pero que queremos lucir ante los vecinos. ¡Qué cuesta arriba la cuesta de marzo, que cuesta arriba convivir con tanta hipocresía que te arrojan a la cara como los satélites que dejan en el espacio y que pagamos todos los idiotas que nos conectamos y que disfrutamos con las series y con que nos espíen, porque les damos entrada privilegiada en nuestra vida, con tanta carta abierta a no se sabe quién!
Desde pequeños, a los nuestros, les enseñamos “trucos” para sobrevivir, aupándose por encima de los demás, agachando la cabeza y saltando de mata en mata, para que te diga un listo que a los 20 se compró un terreno rústico, en el que ahora vive, después de más de otros 20, porque los bancos no le daban una hipoteca, “porque les tenían las manos atadas” y por eso tiene luz y agua y una parcela de mil quinientos metros, pagando un IBI de doscientos euros al año, gracias a que el PGOU está no ya parado, sino muerto. A mí me parece una estafa, no sé a ustedes. Pero las hay a miles, no se me ofusquen, desde los profesores que suben notas a desparpajo para ayudar a sus alumnos más desfavorecidos a que saquen beca, discriminando a los que sus padres trabajan y cotizan, o la gente que trabaja y se queda con todo y después encima pone la mano en ayudas y te dice en toda tu jeta, que vaya basura lo que le están dando.
La santificada crisis no va a renovar nada, sino que pudrirá lo poco que nos quedaba de dignidad, lo poco que no jorobaron los de la armada invencible, la inquisición y el franquismo, llevándose lo poco de bueno que había en nosotros que eran nuestros jóvenes, los que trabajaban a dos manos y los que pagaban, dejándonos políticos corruptos, gente que vive de lo que piensen los vecinos, negreros y dispuestos a enriquecer a los negreros, plegando y plegando como en los mapas reciclados sobre sí mismos al menor tamaño, al menor espesor de honorabilidad. Ya ven que palabra más desfasada y patética, que en el quinientos enmarcaba el virgo de una mujer y que ahora se nos incrusta en las encías y nos las gingivita, sin que haya una limpieza que nos la pueda sanar. Tenemos el alma vendida, porque nos estafaron hace mucho ya, nos quemaron la sangre y se diluyó en el aire formando las nubes naranjas del atardecer. Ahora las miramos nostálgicos y perdidos en nuestro mundo de basura , con contratos basuras y gente que se vende por medrar, con políticos que nos merecemos y políticas que nos merecemos , por tanto cabecear, tanto asentir y tanto envidiar, tanto y de tal forma que hemos dado la voltereta, para volver a caer igual.