En la última sesión plenaria, el Presidente de la Ciudad se negó a responder a una interpelación de Caballas argumentando para ello que se sentía (el, su partido y sus votantes) insultado y ofendido por la expresión “traidores a Ceuta” que le dirigió la formación interpelante. La vehemente indignación que exhibió durante su áspera alocución (plagada de lugares comunes de escasa credibilidad), produjo el efecto contrario, convirtiéndose en una prueba irrefutable de la veracidad de la imputación. Ellos lo saben perfectamente. El nerviosismo presidencial reside en la conciencia de que esta cuestión es la clave de bóveda de su hegemonía política en la Ciudad. Si la verdad emerge, se hunden.
El abrumador dominio electoral del PP (que se extiende ya a dos décadas) está sustentado en la idea de que “es el partido que defiende la españolidad de Ceuta” Es una gran mentira que han logrado inculcar en el cuerpo social como un “macizo ideológico” muy difícil de combatir. El origen de este constructo se encuentra en la lucha por la Transitoria Quinta. Los ceutíes (con razón) identificaron la reivindicación del rango de Comunidad Autónoma con la defensa de la españolidad de Ceuta. Su firme compromiso con esta causa (posteriormente traicionado) robusteció la percepción de que el PP, efectivamente, era el mejor valedor de la españolidad de Ceuta. Este pensamiento se convirtió en axioma tras el episodio del “Islote Perejil”. Esta es la auténtica base de la fuerza del PP en Ceuta. La demostración palpable (e impactante) de que el PP era capaz de defender Ceuta, incluso con el ejército, ante una hipotética invasión marroquí (temor ancestral incrustado en el subconsciente ceutí), aderezado en diferentes dosis y mezclas con la eterna confusión (habitualmente interesada y malintencionada) entre marroquí y musulmán; fue concluyente. Desde entonces la ecuación “PP igual españolidad de Ceuta” ha servido para minimizar cualquier otro argumento político. Entre banderas y proclamas resisten y sobreviven a toda clase de calamidades.
Sin embargo, los hechos demuestran, de manera inequívoca, que la hegemonía del PP está construida sobre una gran mentira. Y tenemos la obligación de denunciarlo y explicarlo, aún siendo conscientes de la imposibilidad de debatir con rigor en un espacio público absolutamente controlado y contaminado por el inmenso poder del PP, y por la extrema dificultad de derribar los muros de prejuicios laboriosamente construidos durante muchos años.
El PP se ha ganado la confianza de los ceutíes porque llevan “en su ADN la defensa de la españolidad de Ceuta” (es una frase reiterada del Presidente del PP ceutí). La única consecuencia lógica de este pronunciamiento hubiera sido un conjunto de iniciativas políticas orientadas a resolver los graves problemas que debilitan nuestra españolidad. Haremos un inventario muy breve (son cosas muy conocidas). El Estatuto de Autonomía (el PP se comprometió en 1.996 a cambiarlo cuando gobernara); la inclusión de Ceuta en el paraguas defensivo de la OTAN; el reconocimiento de aguas territoriales; y el reconocimiento de una aduana comercial con Marruecos. Es fácilmente comprensible la dificultad de lograr estos objetivos. No sería justa acusar al PP de no lograrlos; pero sí de no intentarlo. No se conoce ni una sola actuación en este sentido que se pueda calificar como intento. ¿Por qué? ¿Por qué quien presume de defender la españolidad de Ceuta no se afana en corregir todo aquello que nos sitúa más cerca de una colonia que de España? Esto sólo tiene un nombre. Se llama traición. Los que estaban en la trinchera de “Ceuta es España” se han pasado (mintiendo hábil y sigilosamente) a la trinchera de “Ceuta es una cuestión de Estado”. Eso quiere decir que los intereses de Ceuta no son autónomos ni prioritarios, siempre están concatenados a una serie de factores ocultos que terminan por relegarnos a un plano cada vez más imperceptible. Como último y enésimo ejemplo, el secuestro del cuarenta por ciento del suelo de Ceuta por parte del Ministerio de Defensa (para fines especulativos) auspiciado por el PP (Gobierno de la Nación) en contra de los intereses de los ceutíes. Actuar de manera permanente, consciente y deliberada contra los intereses de Ceuta es traicionar a Ceuta. Aunque el Presidente, sus acólitos, voceros y demás palmeros finjan ofenderse.