Lo que está ocurriendo en la Frontera Sur debería haber provocado hace ya meses una reacción al más alto nivel. Pero parece que nos hemos vuelto insensibles ante las muertes o desapariciones de personas, tanto como para seguir asistiendo a la sangría que se focaliza en los espigones como si fuera algo normal. Nos fijamos solo en los que llegan y de vez en cuando se cuela alguna crónica que tiene de protagonistas a marroquíes que se echaron al mar y de los que ya nadie sabe. No nos paramos a pensar en las dimensiones de la tragedia que está ocurriendo a nuestro lado, de una tragedia basada en la necesidad que se vive en muchas familias hasta el punto de hacerles abandonar sus hogares llevándolo todo al extremo.
Han desaparecido menores, padres de familia y jóvenes que tenían toda una vida por delante. De algunos de ellos han sido encontrados sus cuerpos pero de otros nunca jamás se ha sabido algo. Las familias no paran de pedir ayuda, porque el dolor que tienen no se calma ante la incertidumbre de no haber encontrado al ser querido. No hay nadie que se ocupe de ellas, no existe órgano alguno para asesorales, ni saben en muchos de los casos qué tienen que hacer. Eso sí, informes sobre la Frontera Sur hay para dar y regalar; conclusiones, seminarios, expertos que hablan y hablan... tienen los que quieran. Pero lo cierto es que luego, en la práctica, no hay nada porque sencillamente nada funciona.
Las familias de desaparecidos no saben qué tienen que hacer, nadie les asesora ni les informa sobre datos de cadáveres encontrados, sobre datos de rescatados. Simplemente esperan una llamada que nunca llega, ante la carencia de un interlocutor que les pueda indicar si su ser querido ha entrado o no en Ceuta.
Aquí tenemos registros, todo pasa por un filtro, pero la burocracia impide que quienes deben saber el final de unos periplos arriesgados los conozcan. El abandono es de tal alcance que estrecha la mano con la más absoluta miseria moral que viene a anidar en los corazones de quienes están llamados a mover el sistema y a intentar conseguir que funcione todo mejor.
¿Quién calma a las familias de desaparecidos?, ¿quién les informa?, ¿quién hace algo más práctico que publicitar informes politizados y con sesgos interesados? A la miseria y a la tragedia que no se detiene se suma el desinterés.
De que tragedia hablas...?
Todos son culpables, incluidas las sociedades, por intereses, se callan, miran a otro lado, o esconden la cabeza hasta que el peligro pase, no pasara.