La Dirección General de la Guardia Civil aún no sabe en qué momento el ministro de Interior, Fernando Grande Marlaska, dará la orden de retirada de las concertinas. Desde su primer anuncio oficial se ha perdido la cuenta de las veces en las que pesos pesados del Gobierno de Pedro Sánchez han comparecido para poner el punto y final a los llamados elementos disuasorios que matan y marcan. Las dos cosas. Y las dos en el espacio fronterizo que separa Ceuta de Marruecos.
Conocer la fecha tampoco importa ya mucho. Marlaska ya tiene quien le haga el trabajo de contención migratoria, de freno en la frontera sur de Europa. Marruecos se ha convertido en el niño aplicado de la clase hasta el punto de ser el artífice de un amplio proyecto de blindaje que empezó a asomar tímidamente hace más de un año frente a Berrocal y Sidi Ibrahim para extenderse a toda la zona de Beliones e inmediaciones.
Nuevas carreteras para permitir la circulación de los vehículos todoterreno regalados por el Gobierno español, zanjas, torretas al estilo de las gradas de la Benemérita, asentamientos a modo de cuarteles, caballos y perros fijos a lo que se añade la construcción de nuevas vallas por toda la zona coronadas con concertinas, cuya presencia fue adelantada por El Faro de Ceuta en diciembre de 2018, teniendo repercusión nacional mucho más tarde. El blindaje escenifica el enorme control que en las inmediaciones con Ceuta ha desarrollado Marruecos, convirtiendo en una especie de milagro cualquier intromisión que hoy por hoy pretenda realizarse por el vallado español que serpentea un recorrido de 8,2 kilómetros.
Ceuta se presenta como una burbuja cuyo control en el ámbito migratorio depende, más que nunca, del vecino marroquí. No fue casual que Grande Marlaska escenificara durante su visita a nuestra ciudad ese agradecimiento, congratulándose de las buenas relaciones entre ambos países. El mango de la sartén está más que nunca girado al otro lado y Marruecos responde avanzando con celeridad en ese bosquejo de una auténtica impermeabilización de la que tiene constancia la misma Europa que luego denuncia violaciones de derechos humanos con la población migrante pero calla ante las masivas detenciones y batidas ejecutadas mientras se desarrollan estos trabajos a pie de terreno. Solo un puñado de oenegés ha denunciado en Marruecos los abandonos en el desierto y las lesiones sufridas por los subsaharianos.
Si se visualiza el entorno de la valla hace tan solo un año y se compara con la visión actual se constata que el giro experimentado es casi completo. Y lo que se ve no es más que la base, el esqueleto de todo lo que Marruecos quiere hacer en su parte fronteriza reteniendo a los inmigrantes que intenten saltar su valla para imposibilitar la carrera de los más fuertes hacia el lado español, donde se encontrarán un vallado aún más elevado.
¿Quién podrá superar primero el asentamiento vigilado por agentes dotados con caballos y perros, después una valla con concertinas, una carretera con vehículos, zanjas... para luego llegar a dos vallas y una hilera de agentes de la Guardia Civil? Es una carrera de obstáculos incapaz de llevarse a efecto, que blinda como nunca se había visto la frontera sur dejando abierta la vía marítima que tantas tragedias está dejando y anulando cualquier posible huida de la población subsahariana.
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