Pasó. Estaba por llegar. La catástrofe (por ser suave en el apelativo) ha dejado de ser el eslogan recurrente de trasnochados progres ecologistas, o de apasionantes argumentos novelescos de ficción, para transformarse, de pronto, en una terrible y dantesca realidad; el peor de los escenarios se ha hecho actualidad.
Pero al margen de la lucha que se está librando para intentar minimizar (que no solucionar, obviamente) los daños en los reactores nucleares (esos que eran una energía limpia y sin peligro ¿lo recuerdan?), se está librando otra guerra aún mas cruenta en un ámbito totalmente diferente, pero no menos sangriento.
Decía Oriana Fallaci (y otro muchos, por cierto) que en un conflicto bélico la primera víctima es la verdad…y aquí, como no, ha sido la primera en ser irradiada.
La verdadera guerra no se está librando a golpe de cañones de agua borizada, sino a fuerza de columnas de opinión, de sesudos editoriales, de análisis a cargo de especialistas y, como no, de políticos a sueldo de uno u otro lobby… todo vale para no perder comba en el post-Japón infectado.
Cierto es que no hay nada nuevo bajo el sol, pero está resultando curioso escuchar, ver o leer a determinados líderes de opinión. Éstos, no dudan en ridiculizar a quienes hablan de catástrofe nuclear, minimizando lo ocurrido argumentando que cualquiera puede tener un accidente algún día al tiempo, todo ello sin cesar de clamar y proclamar la limpieza de esta fuente de energía.
Por su parte, los defensores del petróleo se callan y se contentan con hacer caja, que no es poco.
Pero en el bando Nuclear, no se están escatimando gastos, no se están ahorrando medios y créanme, no se están consumiendo escrúpulos (total, de esto último nunca tuvieron) y todo para conseguir el objetivo que no es otro que el de continuar con el férreo control y seguir ganando mucho dinero, muchísimo dinero…..y Poder, muchísimo Poder: ¿o es que nadie ha escuchado eso de “en plena crisis nuclear en Japón, no es el momento de abrir el debate en torno a la conveniencia, o no, de la energía nuclear”…. Más cinismo, imposible.
Mientras, un pueblo, el japonés, sigue buscando a los suyos, con increíble dignidad, entre miedos y lamentos, con la sensación de estar abandonados por su País, algo que por supuesto nada preocupa a estos tiburones de guante blanco, hasta ahí podríamos llegar, como tampoco parece preocuparles que estén sin gasolina, comida o medios mínimos para sobrevivir. Una vergüenza en la llamada tercera economía del mundo que ve como los más ancianos están falleciendo con unas temperaturas que van más allá de los 10 grados bajo cero.
Aunque suene a chapuza eso de apagar los reactores a cubos, es posible que mañana, luego, o pronto, logren enfriar esa maquina endiablada (más nos vale a todos) eso daría un cierto respiro para que, al menos, se puedan contar los muertos en Paz; después de los entierros, o quizás al unísono, se podrá comprobar la brutal ofensiva de Comunicación que emprenderán las grandes compañías. Todos serán alabanzas de las nuevas normas de seguridad para las centrales nucleares y, a golpe de talonarios invertidos en marketing y en idílicas campañas de imagen, nos convencerán de que a las 12 de la noche hay sol o que en la central de Fukushima todo fue debido a un error humano….. ya hemos visto cosas peores, ¿o no? Ya lo ven, la contaminación está en su nivel más alto y amenaza con seguir subiendo… y no es precisamente a la radiactiva a la que nos referimos. Está claro pues que en Tokio se está librando la penúltima batalla y, para qué vamos a engañarnos, la tenemos perdida de antemano. Es que no hay manera! Desde Chernobyl no hemos aprendido nada de nada, a nada…. Ellos, los otros, los de siempre, sí. Ellos sí aprenden y además se adaptan, y mucho. Que le vamos a hacer, es lo que hay.
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