La comunidad internacional conmemora el 75 aniversario de la apertura de los históricos juicios de Nuremberg, y desde aquí aprovechamos para rememorar la espléndida película que Stanley Kramer se sacó en 1961 basado en el acontecimiento histórico que sentaba en el banquillo de los acusados a cuatro jueces alemanes, cómplices de la política nazi de esterilización y limpieza étnica.
Vencedores o vencidos, con un título original bien distinto (Judgment at Nuremberg, era la época de los títulos doblados al castellano, costumbre por fortuna ya superada), se trata de un relato en blanco y negro de casi tres horas que pasan en un suspiro por su eficacia narrativa y sus enormes recursos estilísticos, que pone la lupa en un acontecimiento de los de verdad se pueden llamar históricos, teniendo en cuenta la ligereza con la que hoy se toma este término.
El elenco es de esos de los que el cine ya no puede permitirse, con un plantel de vértigo con nombres como los de Spencer Tracy (para muchos uno de los tres mejores actores que ha habido en la historia del cine), Richard Widmarck, Burt Lancaster, Marlene Dietrich, Maximilian Schell, Judy Garland, o Montgomery Clift entre otros. Suena a Hall of fame, pero se trata de la lista de intérpretes de una sola película. Casi nada al aparato…
Su director no era de esos que se atemorizaba ante la circunstancia de tocar con cautela un tema controvertido. Pero cautela quiere decir delicadeza, quiere decir óptica global, quiere decir retratar los claroscuros de las personas, incluidas las que supuestamente no tienen justificación, quiere decir, con valentía y honestidad. Con un potente mensaje final, eso sí, pero sin cortarse a la hora de exponer algunos de los argumentos que los juzgados esgrimían como atenuantes de sus acusaciones pendientes porque lo hacían “sin conocimiento de causa” o “por la patria”. Así, Kramer deja al espectador que piense solito y sea el verdadero juez en los momentos en el que el personaje magistralmente interpretado por Spencer Tracy (un juez norteamericano retirado, ante la importante responsabilidad de presidir este juicio contra los crímenes de guerra nazis) se veía desbordado por los constantes dilemas.
La producción se llevó dos Oscars ese año (Mejor actor en la figura de Maximilan Schell y guion adaptado, de 11 nominaciones en total) y se convirtió en una película de vigencia y obligado visionamiento cíclico, como cíclicos son los conflictos que salpican a las personas en toda la historia de la Humanidad.
No sólo se trata de una cinta idónea para un cineforum en estas fechas en las que se cumplen 75 años del momento señalado, sino que se trata de una oportunidad ideal para ver un trasatlántico del cine de esos que al menos hay que disfrutar una vez en la vida. Sin exagerar.
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