Sacha Baron Cohen es un hombrecillo singular capaz de reírse de su sombra y de la de los demás, sin ningún tipo de finura ni contemplación. Disfruta provocando al personal con sus bufonadas, se pasa de la raya por norma y mide cuidadosamente cada movimiento con algún fin lucrativo. Este tipo listo que se mueve como gorrino en charco en el mundillo hollywoodiense ha demostrado que es capaz de ser actor de verdad (trabajó con Tim Burton en Sweeney Todd y con Martin Scorsese dando vida al villano de La invención de Hugo, con notables resultados en ambos trabajos) entre sus proyectos provocadores sucedáneos de cine. Es un consumado especialista en tocar las narices de aquellos de ofensa fácil y herir sensibilidades como método de marketing, y la cosa funciona, puesto que la curiosidad, además de matar al gato también llena las salas de cine. Todo vale y bien está si da un empujoncito a la industria; cada cual se gasta su dinero en lo que guste, faltaría más…
Tras incontestables toques de ingenio como Borat, su mayor éxito, que le reportó una nominación al Oscar por el guión, ahora se cubre la cara con una extensa barba para la simbiosis con el imaginario gobernante de nombre ridículo de un país norteafricano rico en petróleo e igualmente inventado (sólo faltaría) que es capaz de cualquier cosa por su trono de oro y por evitar la llegada de la democracia a sus compatriotas. Pero una conspiración contra su persona le hará pasar desapercibido entre norteamericanos (sus “queridos” norteamericanos) de a pie, y el amor, que todo lo puede, le hará observar desde un rincón cual Cyrano de Bergerac a aquella persona que poco a poco le va cambiando hasta descubrir su lado menos terrible. ¿O en realidad no? Hasta ahí podemos revelar…
Dan réplica a Baron Cohen intérpretes como Anna Faris, Ben Kingsley (alter ego y enemigo del protagonista) o Megan Fox, en una efímera aparición tan testimonial como brillante (de lo mejor de la película) que hace homenaje al apellido de la actriz y que, lamentablemente ya hemos presenciado en su totalidad si hemos visto cualquier tráiler de la cinta.
Los momentos de tedio son casi tantos como los de humor ingenioso del que te hace reír de verdad, y si el proyecto fuera más honesto y no pretendiera abarcar más público del que puede abarcarse con esos mimbres y no mezclara en exceso crítica política ácida y sangrante de la buena con escatologías y sal gorda de bote podríamos decir que en vez de curiosidad o experimento estábamos ante un inteligente trabajo digno de ser diseccionado para su posterior análisis social. Pero Sacha Baron Cohen no tiene la genialidad de Charles Chaplin, y seguramente tampoco su mala uva…
Puntuación: 4
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