Es triste y lamentable que algunos archivos militares, como el de Segovia, al solicitar el expediente del capitán Silviano, me cita una infinidad de artículos, leyes y decretos, además de tener que presentar una autorización de este y si ha fallecido, de familiares, cuando hace 35 años que falleció y familiares ya no los encuentro. Y, además, que tengo que hacer acto presencial en el archivo para esos datos, cuando yo resido a más de 2.000 kilómetros de Ávila. Si es necesario cambiar las leyes, se cambian, pero no de esta manera, entorpeciendo la labor de quienes investigamos la historia militar de España.
Valga la verdad que en el pueblo español somos poco agradecidos a reconocer nuestros propios valores, y digo esto porque con harta frecuencia en temas castrenses se ensalza y vanagloria a los de fuera de España, mientras tanto se ignoran o quedan en el silencio concretamente canarios, que alcanzaron las más altas condecoraciones o importantes cargos. Por citar algunos, el almirante Antequera, el primer ‘Raid Aéreo Militar’, de Melilla-Arico; soldados como Elisio Correa de Santa Úrsula, Medalla Militar Individual; el teniente general Ramón Ascanio Togores, que llegó a jefe del Estado Mayor del Ejército; los generales Antonio Alemán Ramírez y Juan José Orozco Massieu, Laureados Individuales de San Fernando, o como el protagonista de este artículo, capitán de Infantería, Silviano Rodríguez Afonso, de Garachico.
De las estepas rusas a Ifni
Silviano Rodríguez Afonso había nacido en Garachico, en el seno de una familia muy conocida y a su vez querida, según mi buen amigo el periodista y escritor, Carlos Acosta García. Afirma que era un gran amigo de Silviano, y recuerda que, con 17 años, siendo un joven imberbe, empuñaba el fusil, donde a lo largo de su estancia en distintos frentes de batalla, tendría el inmenso orgullo de que en su expediente constase eso de lo que muy pocos pueden presumir: el valor acreditado.
De nuevo, una vez finalizada la guerra, con 20 años el entonces joven Silviano, como muchos jóvenes de su generación, se alistaba de forma voluntaria en las filas de la División Española de Voluntarios, más vulgarmente conocida como la División Azul. Enrolado en una unidad de Infantería y de nuevo en los distintos combates que intervino acreditaba el ‘valor’, algo que, como muy bien escribió un experto militar: “la Infantería es la madre de todas las batallas”, y por mucha técnica y material sofisticado que exista, el glorioso infante no sólo es preciso, sino que además es insustituible.
Con sus dos estrellas de teniente, tras dejar atrás los galones de cabo, sargento y brigada, el entonces teniente Silviano, solicitó destino a las Fuerzas de Policía de Ifni. Aún hoy recuerdan con mucho cariño a este teniente, como es el caso de mi buen amigo José María Contijoch Casanovas, que estuvo bajo sus órdenes en la Policía de Ifni en 1957/58. Fueron unos meses, que, aunque por motivos de seguridad la prensa publicaba noticias escuetas, fue una guerra pura y dura, como escribió el periodista Ramiro Santamaría, un conflicto bélico que costó muchas vidas y buenos caudales. Muchos españoles ignoran que el llamado Ejército de Liberación llegó hasta el mismo Sidi Ifni y a las puertas de El Aaiún.
El antiguo soldado, José María Contijoch, así recuerda a este teniente: “el teniente Silviano era un hombre macizo, un tanto rudo que aparentaba un carácter un poco mordaz. Era el instructor de los reclutas de Policía de Ifni. Muy ampliamente conocido por todo el estamento militar, con su voz grave y grito fácil, curtido en dos guerras antes de la de Ifni, de donde procedían sus medallas y hasta ascensos”.
En aquella guerra, tanto el entonces teniente Silviano como los jefes y oficiales de aquella guarnición, tuvieron que bregar con un enemigo harto difícil, atacando por sorpresa, por la espalda, y aún mucho peor, infiltrados en las propias filas de nuestros ejércitos. En resumen, un enemigo muy difícil de combatir.
Una entrevista en un diario nacional
El entonces soldado de policía en 1957, alumno de la Universidad en 2º año de Derecho, en su libro Sidi Ifni-57, cita al teniente Silviano como un auténtico militar, de los que siempre van delante de los acontecimientos, como el caso que se narra a continuación, que podía haber acabado en sangre: “estando el teniente Silviano con un grupo de reclutas de la Policía en un ejercicio de tiro, uno de los soldados gritó que entre unos matorrales cerca de la playa había visto un moro. El teniente Silviano mandó a dos soldados que fueran armados con el fusil para localizar a dicho musulmán. Cuando fue localizado, el teniente Silviano le preguntó qué hacía en un lugar, donde corría gran peligro. El musulmán, que resultó ser un soldado de Tiradores, le dijo al teniente Silvano, ‘¡yo estar franco de servicio!, ¡yo caliente, bajar a hacerme una paja! El teniente Silviano, como viejo zorro que era, desconfío, y el propio teniente de una gambada lo levantó en peso, descubriendo que bajo la arena tenía una pistola Campo Giro y varias balas. Como es de suponer, fue detenido inmediatamente”.
Hace ahora 64 años, una noche del mes de enero de 1958, un periodista enviado especial a las trincheras entrevistaba al teniente Silviano Rodriguez Afonso, omitiendo su nombre y apellidos, porque así lo exigía la censura, y así fue la entrevista: “desde el Casino, los compañeros somatenistas me llevan al Retén de Guardia. Allí siempre hay uno especialmente dotado para preparar el café y servir unas copas de coñac. Aquí hay gallegos, andaluces, castellanos y sobre todo canarios. El teniente de policía (se refiere a Silviano), jefe de esta guardia nocturna, es tinerfeño de Garachico. Lógicamente nuestra conversación ha de referirse a los famosos Fuegos del Risco, al no menos famoso San Roque, a los buenos amigos y en general a las Islas Canarias. Tras la primera ronda, el teniente nos acompaña y hacemos con él y otros la ronda, comprobando con satisfacción dicho teniente el perfecto estado de alerta”, Heraldo de Aragón, Zaragoza, 10 de enero de 1958.
El comportamiento de las fuerzas de Policía, así como el resto de las unidades de los tres ejércitos, no sólo fue magnífico, además fue ejemplar. El propio jefe del Estado, a través del general-gobernador del África Occidental Española, felicitó todos los puestos sitiados, que a pesar de las muchas penurias y calamidades que tuvieron que soportar, hicieron morder el caro precio de la derrota, y sólo llegaron a los puestos cuando las fuerzas españolas se habían retirado.
Finalmente, creo que es de justicia destacar a este ilustre soldado tinerfeño, el capitán Silviano Rodríguez Afonso, que entre sus muchas condecoraciones destacaba esta publicada en el Diario Oficial del Ejército, nº 280, del 14 de diciembre de 1957, por la que se le concede la Cruz al Mérito Militar de 1ª clase. Hombres como el capitán Silviano Rodriguez Afonso son los que despiertan admiración, tal como lo expresó un general americano: “los grandes soldados que pasaron por la Academia de West Point han contribuido en gran medida a recordar en nosotros, soldados, sentimientos de abnegación, disciplina y honor”, general del Ejército de los Estados Unidos, John J. Pershing.