El conocimiento de la historia resulta fundamental para entender el presente y prepararnos para el futuro, pues, como escribió Lewis Mumford, “el pasado no nos deja nunca y el futuro está a las puertas”. Necesitamos perspectiva histórica con el propósito de evaluar el presente y anticipar lo que nos puede deparar el futuro. Durante el extenso proceso histórico de la humanidad se han sucedido distintas etapas que hemos diferenciado a partir de determinadas aportaciones culturales y técnicas. La primera, a la que denominados prehistoria, se inició con la aparición de los primeros homínidos, hace, aproximadamente, 4,5 millones de años y se extendió hasta la documentación de los primeros textos escritos, fechados hace 3.250 a.C. y hallados en los territorios de la antigua Mesopotamia. Con el desarrollo de la escritura nos adentramos en la historia.
El llamado periodo antiguo fue el de las grandes civilizaciones orientales (Mesopotamia y Egipto) y Mediterráneas (fenicios, griegos y romanos). Con la caída de Roma en el 476 d.C. se inicia la Edad Media que concluiría con la toma de Constantinopla (1453) o el descubrimiento de América (1492). Unos ochenta años antes, Madinat Sebta es tomada por los portugueses, adelantándose, en nuestra ciudad, el inicio de la Edad Moderna. Si bien es cierto que los cambios económicos y sociales fueron sucediéndose en el tiempo, no es hasta mediados del siglo XVIII cuando comienzan las transformaciones sistémicas que han modelado el mundo actual.
La capacidad de modificación de la naturaleza estuvo limitada durante buena parte de la historia de la humanidad a las fuentes de energía disponibles durante el denominado, por Patrick Geddes, periodo paleotécnico. Esta energía era la del propio ser humano mediante el trabajo manual, a la que habría que añadir la tracción animal y las energías hidráulica y eólica. Con estos limitados medios el tamaño de la población se mantenía en unos niveles estables, si bien ocurrieron cataclismos demográficos como el sucedido en 1348 con la epidemia de la peste negra. La población europea se redujo a la mitad y, como consecuencia, se desencadenó una profunda crisis económica, social y cultural de la que empezamos a salir a comienzos del siglo XV con el renacimiento.
Asistimos, en este momento histórico, a un cambio profundo en la cosmovisión del ser humano que desplazó a Dios del centro de todo para situar en él al propio ser humano. La autoconfianza del ser humano en su capacidad científica, técnica y filosófica llevó a una extensión sin precedente del conocimiento, que se extendió con rapidez gracias a la invención de la imprenta, a las Universidades y a los viajes. Este conocimiento fue aplicándose a la mejora de las técnicas agrícolas y a la producción industrial, además de a la medicina y a la higiene.
El germen de los cambios venideros surgió en la mente de unos pocos ilustrados que ansiaban establecer un sistema político más justo e igualitario, al mismo tiempo que más proclive al desarrollo económico condicionado hasta entonces por los privilegios de los que disfrutaban la exigua minoría de la monarquía, la nobleza y el alto clero.
"Este conocimiento fue aplicándose a la mejora de las técnicas agrícolas y a la producción industrial, además de a la medicina y a la higiene"
De manera paradójica, las ideas ilustradas germinaron y dieron fruto, por primera vez, en las colonias británicas situadas en la costa oriental de Norteamérica para, poco después, saltar de nuevo a Europa en una ola revolucionaria (1789, 1820, 1830 y 1848) que trastocaría de manera radical las estructuras políticas, económicas y sociales en el viejo continente. Barridos los obstáculos que impedían el liberalismo económico por el que tanto lucharon la burguesía, cuna de los ilustrados, se crearon las condiciones favorables a la Revolución Industrial.
Con la Revolución Industrial se inicia un periodo histórico del que somos herederos, caracterizado por la emigración masiva del campo a la ciudad y la extracción sin parangón de recursos naturales no renovables. La carrera por la obtención de materias primas con la que alimentar a la creciente demanda del sector industrial desencadenaría el colonialismo, el imperialismo y la pugna por el dominio del mundo que conllevaría el enfrentamiento armado en dos guerras mundiales que devastaron el mundo y dejarían millones de muertos en ambos bandos.
Otra de las consecuencias de la nefasta primera mitad del siglo XX fue el surgimiento de un nuevo orden mundial en el que se contrapusieron dos modelos ideológicos antagónicos: el capitalismo y el comunismo. La disputa entre las dos grandes superpotencias mundiales -EE.UU y la URSS- se escenificó en distintos escenarios (Vietnam, Corea, Afganistán, etc…) y en una carrera armamentística nuclear que a punto estuvo de estallar en ciertas crisis, como la de los misiles de Cuba (1962).
El tiempo demostró que la falta de libertades políticas y civiles en la URSS resultaba inviable y de poco sirvió las reformas emprendidas a partir de 1985 por Mijaíl Gorbachov para poder conservar el sistema socialista. La profunda crisis económica de la URSS disparó la inflación y la pobreza se propagó por buena parte de la población rusa. Como consecuencia de la profunda crisis económica y social de la URSS, a finales del año 1991 se firmó el Tratado de Belavezha que proclamaba la disolución de la Unión Soviética. El desmembramiento de la URSS fue un terremoto geopolítico con réplicas armadas en Yugoslavia y en Oriente Próximo, con la invasión de Kuwait por Iraq y su posterior ocupación militar tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.
El capitalismo fue el triunfador de la confrontación con el comunismo y la consiguiente euforia condujo a la generación de una burbuja económica inmobiliaria que estalló en el año 2008, con epicentro en EE.UU. Al igual que ocurrió en el año 1929 con el crack de la bolsa neuyorquina, la onda expansiva alcanzó el resto del mundo, en especial a Europa haciendo que se tambalearan los cimientos de nuestro sistema económico y financiero.
"La democracia está en peligro en EE.UU. debido a la evidente deriva despótica que ha tomado Trump en el mes que lleva en el gobierno de la principal potencial mundial"
El empeoramiento de la situación económica fue el caldo de cultivo para la reaparición de la ideología ultraderechista en Europa y en Estados Unidos con Donald Trump. Su primer mandato le hizo ver a los norteamericanos que no era conveniente apostar por un personaje tan estrafalario y volvieron a prestar su confianza a los democratas encabezados por Joe Biden. La retirada de la confianza a Trump no le sentó nada bien, tal y como pudimos ver con la toma del capitolio.
Es difícil entender las razones que han llevado a los estadounidenses a volver a poner al mando de su país a un demente como Donald Trump. A lo que estamos asistiendo nos tiene a todos boquiabiertos. La ira contenida y el ansía de revancha que refleja con nitidez su retrato presidencial se ha dirigido contra los más débiles (los inmigrantes, las clases desfavorecidas, el colectivo LGBT, los empleados públicos, etc…) y a favor de los matones como él (Netanyahu y Putin). Su mirada está llena de odio al diferente y a los débiles, así como de deseo de poder y dinero.
Cuando mira a Palestina no detecta el sufrimiento y la muerte de millares de personas, ni al exilio forzado de millones de palestinos a los que han destruido sus casas y sus vidas. Desde su distorsionado punto de vista, los palestinos son un simple estorbo en su disparatado proyecto de “limpiar Palestina”, después de haber sido arrasada por su amigo Netanyahu, para construir un resort turístico llamado “Trump Gaza” presidido por una estatua gigantesca y dorada del propio Donald Trump.
Lo último ha sido abroncar en directo al presidente de Ucrania, Zelensky, después de convocarle para que firme un acuerdo de cesión de estratégicos recursos naturales. Le ha acusado de provocar una “tercera guerra mundial” cuando lo único que ha hecho ha sido defender de manera legítima su país de una invasión extranjera.
Lo cierto es que quien puede desencadenar una tercera guerra mundial es el propio Donald Trump con su actitud mafiosa y frentista divorciada de la ética y de la defensa de los principios básicos de la democracia. Al mismo tiempo que exige a los europeos que dupliquen su gasto militar, los acusa de tener como objetivo “joder” a Estados Unidos y les amenaza con aranceles del 25%.
La democracia está en peligro en EE.UU. debido a la evidente deriva despótica que ha tomado Trump en el mes que lleva en el gobierno de la principal potencial mundial. Está eliminando todos los contrapoderes internos y combatiendo a los que hasta hace un mes eran los aliados de su país. La cuestión clave es si Europa será capaz de pararle los pies a Donald Trump y a sus amigos. El combate tiene que hacerse desde todos los frentes posibles, incluyendo a la propia ciudadanía. El único arma que disponemos algunos es la verdad, tan escasa en este tiempo de desinformación y manipulación.