Su vida se convirtió en un infierno de la noche a la mañana. Pasó de estar trabajando de policía local en la calle, como lleva haciéndolo ya 25 años, a verse postrado en una cama del Hospital afectado por el coronavirus. Pasó de tener todas las fuerzas propias de quien durante su vida ha hecho deporte y se ha cuidado hasta el extremo a verse desfallecido, sin poder siquiera respirar. Esta es la historia de Manuel Navia. Una historia de lucha, de superación. Una historia protagonizada por uno de esos números que Ingesa incluye en la bolsa de cientos de afectados en Ceuta por una pandemia agresiva cuyas consecuencias son todavía desconocidas.
“Esto es horrible, es un infierno. No lo podéis imaginar, espero que no tengáis que pasar por lo que yo he pasado. Es horrible”, explica este agente de la Policía Local, que se va recuperando poco a poco en casa, con el apoyo de su familia después de haber estado al borde de la muerte.
“Yo no puedo decir que he vencido al virus porque ahora vienen las consecuencias, la destrucción interna que ha podido hacer en mi cuerpo. Habrá que realizar muchas pruebas, valoraciones, saber en qué me ha afectado, cómo están mis riñones, el hígado, corazón… Esta es ahora la segunda parte”.
El pasado fin de semana, mientras se conocían nuevas muertes de personas aquejadas por el Covid, en las calles seguía habiendo gente que no se entera de lo que nos estamos jugando. Jóvenes sin mascarilla protagonizando peleas, otros más adultos en bares sin guardar las medidas de seguridad. Puede que ni los unos ni los otros se paren a leer testimonios como el de Navia o puede, incluso, que crean que a ellos nunca les tocará verse en la línea frágil en donde la vida y la muerte hacen apuestas. El egoísmo parece propio de una condición humana incapaz de empatizar con el sufrimiento de las familias de los fallecidos o con el de quienes, víctimas del Covid-19, intentan recuperarse.
El virus ataca a cualquiera, no distingue de edades. El virus viene a matar. “Esto te mata en horas. Mi masa muscular, ahora, no existe prácticamente. El virus te come porque viene a matar, venía a por mí igual que ha ido a por cualquier persona”, expone Navia. En su memoria, en esos recuerdos grabados a fuego queda la experiencia vivida en el Hospital Universitario a donde tuvo que ser evacuado en estado grave, cuando la fiebre superior a los 38 grados le acompañaba de forma permanente y durante demasiados días. En su estancia en el Hospital, otras personas que estaban ingresadas han muerto. Ellas y ellos son algunos de esos números que forman la lista tan impersonal que distribuyen los canales oficiales de prensa.
“Yo he visto y he sentido el dolor tan grande de escuchar a criaturas que no podían más... y esos ángeles guardianes” -se refiere a los sanitarios- “intentando que no sufrieran, intentando salvarlos. Eso te come por dentro. La gente debe saber que como te coja el virus, que está en todas partes, en muchos casos no lo vas a contar. Viene a matar, te coge los pulmones y da igual la edad que tengas. Esto es como lanzar una moneda al aire. Me he hartado a llorar pensando en esas personas” -se refiere a los fallecidos- “a los que conozco por sus quejidos y lamentos... algunos ya no están. No os imagináis lo que es ver a dos personas llorando porque estaban echando la cortina ya que acababa de morir su familiar...”.
"El disfrute de ahora es la ruina y desgracia del futuro, el virus no perdona, está matando”
Lo importante hoy por hoy es vivir. Que cada vez sean más las personas que salen adelante y menos las contagiadas, enderezar una curva alocada producto de un virus descontrolado. Eso es lo que debería ser la prioridad para todos, pero no parece que sea el pensamiento que domina el comportamiento de muchos irresponsables.
Navia deja un mensaje claro a la población después de su propia experiencia. “Dejaros de historias, lo importante es vivir en familia. Eso es lo importante, no será estas navidades, no estas fiestas, porque el disfrute de ahora es la ruina y desgracia del futuro. Muchos sabéis como estaba yo antes físicamente, ahora estoy chupado, pero estoy bien porque sigo vivo. No sé qué ejemplos poner, da igual la edad que se tenga porque el virus no perdona, está matando día tras día. Si queremos seguir disfrutando de nuestras vidas hay que poner de nuestra parte, no salgamos si no es necesario. Esto no es una guerra de policías, políticos o del pueblo, es una guerra contra un virus y el responsable de que esto esté como está somos nosotros mismos. Si tuviésemos las medidas y las cumplimos y fuésemos razonables no nos vencería y mucha gente que ha muerto estaría ahora viva”, reflexiona.
Pero siguen viéndose reuniones, fiestas, botellones, encuentros sin medidas de seguridad, celebraciones... “¡Pero que estáis celebrando!, ¿que hay 26 muertes, eso estáis celebrando?”, lamenta. Llegará el día, cuando exista una vacuna, que se puede recuperar la normalidad ante un virus que llegó para quedarse y llegó para matar. Y llegará el día en que podrá haber espacio para las celebraciones y fiestas en familia. “Ahora no es el momento, ahora es el de la responsabilidad, ser ejemplo para nuestros hijos, tomar ejemplo de lo que hicieron nuestros padres y protegerlos. Hay que cambiar la mentalidad, os lo pido desde el sufrimiento porque lo que he vivido ha sido un infierno que no quiero que nadie lo viva”.
Policía local, 25 años de servicio, siempre en la calle trabajando en las distintas unidades... y una persona fuerte, con una vida sana pero a quien el virus ha tumbado. No cumple el perfil que nos ‘vendieron’ mediáticamente de víctima del Covid. Él es joven, fuerte y sano, pero ha estado a punto de no poder contar lo que es luchar contra el virus maldito.
“Llevo toda la vida entrenando, estoy bastante fuerte como consecuencia de mi mentalidad, de entrenar siempre, preocupado por la alimentación, la salud. Siempre entrenando tanto la parte emocional como la física, intentando prepararme para enfrentarme a lo peor porque en este trabajo”, el de policía, “vivimos buenos momentos pero también los peores 20 minutos de muchas personas, por eso la concienciación, el entrenamiento emocional también es muy importante. No bebo ni fumo y en mi vida siempre he estado entrenando. Todo el mundo que me conoce sabe de mis condiciones y sin embargo el 5 de octubre, después de un entrenamiento de hora y cuarto, tras almorzar, noté escalofríos, empecé con fiebre de 38 para arriba, una fiebre que nunca me abandonó hasta ingresar en el hospital”, explica en esta entrevista con El Faro de Ceuta.
Varios policías locales han caído víctimas del virus. Sospecha que pudo contagiarse en un viaje para participar en un curso de formación al que acudieron varios agentes, uno de ellos había participado en el desalojo de las naves del Tarajal en donde fueron detectados varios positivos.
Tres policías cayeron. Sus síntomas comenzaron con fiebre y dolor abdominal, tanto dolor que no le dejaba casi dormir. Ahí comenzaron las “noches de infierno”.
Los días posteriores siguió la fiebre, no podía conciliar el sueño. Una prueba PCR confirmó que tenía el virus “Empecé a tener mas patologías: tos, noches de infierno, sudaba mucho, era como meterme en la ducha: me ponía ropa limpia y a las dos horas estaba empapado en sudor, era un infierno. El virus me estaba chupando la vida”, recuerda.
"Esto te mata en horas, el virus te come porque viene a matar, venía a por mí como a por otros”
Llega un momento en el que, estando en casa, perdió la noción del tiempo y fue cuando la rapidez en la actuación de su mujer le salvó la vida. “Hubo un momento en el que después de un día terrible, mi mujer vio que me iba apagando, que me quedaba dormido, destrozado y ella decidió llamar al 112 y me llevaron al Hospital”.
La entrada al HUCE supuso una revolución. Le empezaron a dar medicación, estaba en un estado en el que “bastante tenía con intentar respirar”. Sufrió problemas graves de respiración. Hubo un momento “en el que vi que la vida ya se me iba”, recuerda. Y fue entonces cuando se agolparon todos los propósitos en cuestión de minutos, llegando a dejar un mensaje grabado de despedida para sus hijos, para una familia que pensaba que no volvería a ver.
“Necesitaba expresar lo que esperaba de cada uno, decirles que fueran fuertes para superar la situación que se presentaba”, recuerda. Eran momentos tan delicados que este agente, de solo 53 años, que hasta hace nada había estado haciendo intervenciones en la calle, se veía ahora sin fuerzas, sin poder siquiera respirar para vivir. Llegaron a valorar si colocarle un tubo para respirar, no saturaba como debía, con la medicación constante se luchaba para salvarle. Dos veces ha vuelto a nacer: la primera cuando su mujer llamó al 112 para llevarlo rápidamente al HUCE y la segunda, ya en el clínico, con los sanitarios luchando para recuperarle, peleando por alcanzar la saturación debida, el nivel óptimo para poder vivir sin estar conectado a la máquina.
“Tuve la suerte de tener a Leopoldo el neumólogo, a quien le debo la vida. Para mí es un santo que me salvó, que cuando peor estaba trajo una máquina que me recuperó y es lo que ha hecho que esté en casa. Viví una situación complicada en la que combinaba descansar tumbado con periodos de estar erguido en la cama para liberar la espalda. Dormía unas horas boca abajo. No quería molestar a nadie porque el personal sanitario ni comía, sacaba fuerzas de donde podían, tratando de atender el box y a las personas que seguían llegando con problemas al Hospital. Esos periodos boca abajo eran criminales, el vapor del oxígeno caliente, el pecho comprimido, tener que aguantar una hora para poder estar algo boca arriba… Al cuarto día ya, derrotado, pude aguantar tres horas boca abajo y una de pie. No tenía ganas de nada, pasaban las horas en la cama erguido y veía pasar a los ángeles guardianes trabajando”, recuerda.
"He visto el dolor tan grande de escuchar a criaturas que ya no podían más”
Ahora, en su casa, este agente de la Policía Local tiene claro que simplemente evoluciona. “Sigo con toda la medicación porque al virus no se le gana, se le gana cuando después de todas las pruebas tenga los niveles normales. Puedes no tener el virus en el cuerpo pero las secuelas sí, lo peor son los trombos”.
Tras tener la PCR negativa, la vida empezó a asomar, los primeros cambios se perciben como algo maravilloso. Porque para Manuel lo es, por ejemplo, haber recuperado el sabor. “Aprecio la comida, esto te cambia la vida... Un simple yogur es un manjar que disfrutaba como un loco, un trozo de pan, de queso fresco, unas croquetas... Lo que fuera era el mejor de los banquetes. Esto me ha enseñado a apreciar todo, cada momento de mi vida”, explica. “Día por día he ido mejorando, ya me ducho sin problemas, mantengo la vía para los medicamentos. He vuelto a nacer, esto es una prueba de vida que me ha cambiado, es lo único positivo que puedo sacar: el apoyo de los compañeros ha sido increíble, en los momentos en que mejor estaba me comunicaba con uno que era el nexo de unión con los demás. Mis hijos me mandaban vídeos de los buenos momentos” vividos en familia.
“Solo no sales adelante, de esto me sacan mis hijos, mi mujer que me salvó la vida dos veces, mis amigos, mis compañeros... la familia es fundamental. Me mantenía con esa ilusión y vivo solo por vivir ese momento de estar en el sofá y ver una película todos juntos. Doy gracias a los médicos, a mi familia, compañeros, amigos... a esos ángeles guardianes, a todos que se han volcado siempre, eso es lo positivo. He aprendido a disfrutar cada segundo de mi vida. He aprendido a valorar una mirada por la ventana, un olor, una sensación. Estar dos veces en las que piensas que no vas a sobrevivir y verte ahora así... es algo que no se puede explicar sino vivir”.
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