Muy pocas unidades que participaron en la Campaña de Ifni-Sáhara 1957/1958 tienen en su historial la gran cantidad de muertos y heridos como el del batallón de Infantería Soria 9, y el mayor mérito es que aquellos soldados de reemplazo, apenas unos días antes habían realizado unos ejercicios de combate con un armamento obsoleto, como los fusiles Mauser, pero igualmente, estos valientes soldados se batieron como auténticos leones, sufriendo como resultado ser la unidad que más bajas de muertos y heridos tuvieron en acción de guerra.
De Sevilla a los combates de Ifni
El fallecido general Mariano Fernández-Aceituno Gavarrón me envió un texto que, desde el principio hasta el fin, refleja con veracidad la emboscada que sufrió la sección del alférez Rojas Navarrete, el comandante-jefe del batallón Soria 9. Este no sabía cómo explicarle a su tropa que el destino final no era ir a un viaje de placer, sino al contrario, la realidad era de que se iban a enfrentar contra un enemigo difícil, ya que estos conocían el terreno a la perfección, y hay que decir con claridad que dichas bandas rebeldes son muy buenos combatientes, y muy escurridizos, aunque atacan normalmente por la espalda y por sorpresa, camuflándose en el terreno de las formas más increíbles, como enterrándose en la arena, respirando con una caña. Uno de estos casos ocurrió en el Cuartel de Tiradores, cuando por la noche, desde la copa de una palmera, un moro disparaba sobre los centinelas y nadie lograba localizarlo, hasta que un soldado que conocía el terreno, natural de Icod el Alto (Tenerife), observó que junto al tronco de una palmera había unos cartuchos disparados, por lo que dicho soldado apuntó a la copa de la palmera y acabó con la vida del moro.
El día 28 de noviembre de 1957 de la estación de San Bernardo de Sevilla partían por ferrocarril los componentes del batallón Soria 9, al mando del comandante Ernesto Martín Baylo. En este batallón se encontraba un joven de 17 años, el cabo Miguel Macías Fernández, sin más instrucción que unos días antes realizó unos ejercicios de combate, pero de los que nadie sabía para que eran estos ejercicios, similares a combates. Los comentarios eran que al parecer iban a las Islas Canarias, armándose un regocijo entre aquellos jóvenes soldados sobre lo bien que lo iban a pasar, con un buen clima y maravillosas playas. Tres días más tarde, el 30 de noviembre de 1957, el batallón Soria 9 embarcaba en el Puerto de Cádiz en el crucero de la Armada Española Miguel de Cervantes. Allí, en el muelle de Cádiz, se encontraban muy pocos familiares y bastante público, los cuales despedían a estos soldados hacia un destino incierto, del cual, desgraciadamente, muchos no regresarían jamás.
Sobre la emboscada a la sección del alférez Francisco Rojas Navarrete se ha escrito bastante, tanto en prensa como en revistas, algunos con comentarios como que dicho combate fue un fallo del alférez Rojas Navarrete por no ser profesional, afirmando que la tragedia de muertos y heridos fue por la inexperiencia. Ello en modo alguno se ajusta a la realidad, como lo afirma un testigo, el cabo Miguel Macías Fernández y ello lo corrobora muy detalladamente un artículo del general Miguel Simón Contreras. Personalmente, me identifico con dicho general, ya que el alférez Rojas Navarrete no hizo otra cosa que cumplir una orden que le dio el teniente de Ingenieros Fandos, y en el ejército está muy claro que el orden jerárquico es siempre que el teniente ordena al alférez, y en este caso el alférez cumplió una orden.
Los hechos en testimonio de mi buen amigo y compañero, el hoy capitán Miguel Macías Fernández entonces cabo, así lo recuerda: “cuando íbamos avanzando nos encontramos con una compañía de La Legión, cuyo capitán Avalos le dijo al teniente Ripollés Fandos y al alférez Rojas Navarrete que no progresaran hacia adelante porque el enemigo estaba oculto en unas colinas. Seguimos hacia adelante y el teniente Ripollés Fandos le ordenó al alférez Rojas Navarrete que prosiguiera hacia adelante para que los componentes de zapadores de dicho teniente fueran limpiando el camino lleno de enormes piedras. De repente recibimos una andanada de fuego de ametralladoras y morteros que nos causó gran cantidad de muertos y heridos. En esta emboscada el cabo Macias recibió varios impactos de metralla que hoy en día todavía tiene alojados en su cabeza. En definitiva, él fue testigo de que el alférez Rojas Navarrete solo cumplió la orden del teniente Ripollés Fandos, siendo, en modo alguno, falta de profesionalidad”.
Siendo la mayor sangría de bajas de muertos y heridos, estos se merecen que figuren reflejados con su identidad y no como un número:
Muertos: alférez Francisco Rojas Navarrete; sargentos: Manuel Torres Viudes, José Ruiz Herrera; cabos: Antonio Bernal Moreno, Manuel Díaz Real, Pedro Romero Moreno; soldados: José Gómez Prone, Antonio Gil Sánchez, Manuel Ramos Ramos, José García Justa, Alonso Gordillo Herrera, José González Borquello, Manuel Gil Colorado, Antonio González Suarez, Félix Hans Llamas, Antonio Gómez Gallego, José López Castillo, Manuel Luque Fernández, Manuel Rico Fernández, Félix López Cordobés, Ildefonso León Mandeño. Heridos: teniente de Ingenieros Ripollés Fandos; un sargento; dos cabos; y 29 soldados. También fueron condecorados como muy distinguido un cabo 1º, un cabo y dos soldados fueron distinguidos.
Hoy, después de más de 60 años, en el acuartelamiento de Puerto del Rosario (Fuerteventura), donde se halla el regimiento Soria 9, en el acto a los caídos se les recuerda a quienes cumplieron el sagrado juramento que habían prometido ante la sagrada bandera, aunque hay que recordarles a nuestros gobernantes aquella famosa leyenda: “¡Patria no olvides nunca a los que por ti mueren!”.