Situación descontrolada, bochornosa e inaudita la que se vuelve a vivir en Ceuta. En el espigón del Tarajal la tensión no cesa. Miles de personas están agolpadas en el lado marroquí para entrar en nuestra ciudad y el pico de tensión va en aumento lo que ha derivado en un apedreamiento a
la Guardia Civil o, más bien, a las garitas desde donde se controla a pie de frontera. Guardias civiles, policías nacionales con dotación de antidisturbios así como
militares (legionarios y regulares) estaban a pie de playa próximos al espigón que separa nuestra ciudad de
Marruecos, fieles testigos de cómo se apedreaba a las instalaciones fronterizas ante la mirada de los gendarmes que, callados, nada hacían. La tensión es palpable desde el lunes de madrugada y
continúa sin parón. Ya nadie da cifras oficiales. Y son más de 10.000 las personas que han entrado: hombres, mujeres y niños, algunos de corta edad. La marcha de familias al completo sobre Ceuta es un hecho y sigue sin haber una respuesta oficial de la contundencia exigida.
Delegación del Gobierno dejó de informar en la cifra de 5.000, pero esa se ha duplicado con todo lo registrado esta noche y lo que sigue produciéndose. Las devoluciones se hacen a la vez, según Interior más de 1.500, pero esas mismas personas vuelven a acceder por los espigones.
Si el lunes de madrugada la tensión fue en Benzú, desde ayer es Tarajal, con miles de personas moviéndose para llegar a Ceuta y registrándose momentos de tensión. Ha habido un muerto pero se cuentan por más los desaparecidos. Marruecos no evita que sus nacionales se pongan en peligro porque piensan que a este lado de la frontera van a encontrar una situación mejor. Y lo que se están encontrando es una calle por la que deambular porque ni siquiera está preparado el campo José Benoliel. Es una auténtica locura lo que se está viviendo en Ceuta además de la frustración que está generando entre las fuerzas de seguridad por la situación que se está registrando. Ceuta ahora mismo está sufriendo una inacción gravísima y está siendo víctima de la presión diplomática existente al más alto nivel entre países. Esa crispación se paga en la ciudad.