El teniente coronel de Aviación, Germán Rodríguez González, en el libro Moral Militar con gran razón explica lo que es el compañerismo y así lo explica: “el compañerismo consiste en socorrer al compañero que necesita de nuestra ayuda en todo aquello que se honroso y leal, en compartir con él penalidades y sufrimientos, en poner riesgos durante la guerra para ayudar al compañero. Por eso el compañerismo tiene que brillar con más luz que en otra colectividad”. En este caso dos paracaidistas arriesgaron su vida para salvar a su teniente de una muerte segura en un combate.
La orden de Operaciones nº 4
En el Estado Mayor de Ifni se redacta un documento de varios folios con la denominación de operación Gento, cuyo nombre venía de un célebre jugador del Real Madrid llamado Gento, que en el campo de fútbol durante los partidos demostraba una velocidad increíble, de ahí que dicha operación se bautizase con ese nombre.
La descripción de la maniobra especificaba alcanzar la cabila de Alat Ida Usugun. Para ello se contaba con la II Bandera Paracaidista y en cuyo mando iba el entonces teniente coronel Ignacio Crespo del Castillo (fallecido hace años de general), contando también con la compañía del Batallón de Infantería Soria 9, donde debían liberar los puestos de Tunin y Tiugsa. De ahí que dicha operación se le denominase Gento.
Según el documento 3834/B de la 3ª Sección de Estado Mayor del Gobierno General de la Provincia de Ifni, la idea de la maniobra para dicha operación era la siguiente: “proteger a caballo la carretera a Tiugsa por Las Palmeras y Alat Ida Usugun y después en dirección de las cotas 646 64850 272 y 405 (53 a 273) sobre Tiugsa”.
En esta misión las fuerzas que la componen eran la II Bandera Paracaidista, el II Tabor de Tiradores de Ifni, una compañía de fusiles del Batallón de Infantería Soria 9, una sección de morteros de 81 mm del Batallón de Infantería Soria 9, tres radios de 15 w de la Agrupación de Banderas Paracaidistas, con la misión de progresar sobre la dirección indicada.
No cabe duda de que, gracias al general Gómez-Zamalloa que se preocupaba en todos los detalles de cualquier operación, se consiguió en tiempo récord eliminar a las Bandas Rebeldes del Ejército de Liberación, aunque desgraciadamente costase algunas bajas, haciendo que el general Zamalloa en solitario derramase algunas lágrimas.
Al amanecer del día 4 de diciembre de 1957 las fuerzas de la II Bandera Paracaidista reciben la orden de desarrollo de la operación Gento a las órdenes del entonces teniente coronel-jefe de la Agrupación de Banderas Paracaidistas, Ignacio Crespo del Castillo. El entonces teniente Sagaseta al mando de una sección se aproxima a la cabila de Alat Ida Usugun con el enemigo como solía hacer escondido y escurridizo. Sin ser localizado el enemigo ya que estaba oculto, como era el teniente Sagaseta que no tenía miedo a nada ni a nadie, acaban localizándolo y abren fuego sobre él, recibiendo que recibe un disparo en una de sus piernas, cayendo al suelo ya que dicho disparo le destrozó el fémur.
Estando abatido en el suelo es cuando dos paracaidistas se dan cuenta de la situación de su teniente, y temiendo que lo abatiese finalmente el enemigo, corren hacia donde yacía. Cuando lo intentan socorrer, este se revuelve diciendo que mientras le queden balas en su pistola, permanecerá allí porque no quiere ser carga para nadie. Hay que tener en cuenta que el teniente Sagaseta era un hombre corpulento, de una estatura de más de 1’90 metros de estatura, y que para cargar con dicho cuerpo habría que hacer un esfuerzo sobrehumano.
Hay que destacar a los dos héroes paracaidistas, a Quiles y García Martín, los cuales despreciando el peligro con las balas que silbaban por todas partes, y haciendo caso omiso a las órdenes del teniente Sagaseta, uno de ellos se lo echa al hombro mientras que el otro iba cubriendo. Esto fue un acto heroico, en el que los dos valientes paracaidistas no dudaron en arriesgar sus vidas por salvar a su teniente. Ese es el ideario paracaidista.
Glosar la vida del fallecido general José Sáenz Sagaseta de Ilurdoz llevaría rellenar muchas páginas de la vida de este gran soldado. Aunque aparentaba ser un hombre lejano en el trato, era lo contrario, campechano y su gran virtud le hacía llamar a las cosas por su nombre. Estaba siempre muy preocupado por sus subordinados, sin dudar en tener que soportar contratiempos en algunas ocasiones. En definitiva, era idéntico a lo escribió un celebre intelectual: “los grandes hombres son como las más hermosas flores, crecen a pesar del estiércol que echan sobre ellos los envidiosos y los imbéciles”, Jules Barbey d'Aurevilly.
La estirpe de estos grandes soldados como el general Sagaseta, aunque ya no están entre nosotros, reconforta recordar lo que escribió un célebre general americano: “los viejos soldados nunca mueren; solo se desvanecen”, Douglas MacArthur.
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