Categorías: Tribunales y justicia

“Tengo la conciencia muy tranquila, nunca he traficado con armas”

24 horas después de que la Policía Nacional se desplegara en la calle Norte del Príncipe, siguiendo órdenes emanadas de una investigación dirigida por la Brigada General de Información de Madrid para esclarecer el tráfico de armas entre Ceuta y Algeciras, las personas que fueron detenidas y engrilletadas se encuentran ya en libertad.

El Ministerio de Interior, que era del que dependía en un principio la remisión de una nota informativa sobre los hechos a los medios, nunca compareció para hablar de resultados. A uno y otro lado del Estrecho tan solo se contó, periodísticamente hablando, con los escasos datos facilitados a las horas del impactante despliegue policial por la Delegación del Gobierno. Punto y final. El secreto de sumario impuesto sobre el caso provoca que el Juzgado de Instrucción número 3 de Algeciras, el que lleva el asunto, no aporte algo más de luz.
Las personas detenidas y puestas después en libertad, salvo el caso de un joven ceutí que ya estaba en la cárcel en Algeciras y que sigue por tanto preso después de haber sido trasladado a Ceuta para asistir presencialmente al registro de su habitación, han sido acusadas de un delito de asociación ilícita. La Policía les relaciona con el tráfico de armas entre Algeciras y Ceuta, entre el Saladillo y el Príncipe. Es decir, les acusa de moverlas de un lado a otro, ocultarlas y entregarlas a menores que las usarían para disparar. De hecho se practicó una entrada y registro en la vivienda de un menor al que la Policía ni citó ni detuvo, pero al que buscaba al igual que a otros adolescentes.
Hoy, la única mujer detenida en Ceuta y acusada de este delito, rompe su silencio para defender su inocencia. “¿Armas? No sé nada de esto, lo último que haría en mi vida sería traficar con pistolas”, confiesa a El Faro, sentada en una de las habitaciones de la misma vivienda que el pasado 9 de abril era registrada al detalle por la Policía.
Todavía quedan habitaciones revueltas. Poco a poco va ordenando las ropas y papeles que quedaron desperdigados por el suelo después de que los agentes que entraron con orden judicial en su vivienda buscaran minuciosamente las armas que, sospechaban, ella escondía. Latas de pintura, colchones, armarios, macetas... hasta la cisterna del váter, todo fue revisado. Los agentes emplearon más de dos horas en intentar localizar las pruebas que, suponían, iban a encontrar en su vivienda. “Tengo la conciencia muy tranquila”, asevera la mujer, que quedó en libertad 24 horas después de que la Policía se le llevara arrestada primero a la Jefatura de Colón para, ya por la tarde, trasladarla a Algeciras en donde prestaría, al día siguiente, declaración ante el juez.
“Me acusan de guardar armas, de traerlas y dárselas a los pistoleros. ¡Cómo voy a hacer eso si mi propia familia está amenazada por los pistoleros, si han matado al marido de mi sobrina, si mi sobrino está en la cárcel y mi hijo amenazado!”, se defiende. La mujer, familia de los Pajarito, se refiere al asesinato de un tiro en la nuca, hace un par de años en el Príncipe, de Tarek, a manos de un pistolero que nunca pudo ser detenido por la UDYCO. De hecho el caso tuvo que archivarse al no existir ni un hilo claro para enfocar la investigación sobre la autoría. El marido de su sobrina  dejó viuda e hijos. “Me acusan de algo que no haría en mi vida”, lamenta emocionada, “¡traficar con armas!”. Que le hayan acusado de dedicarse a su ocultación cuando su propio hijo ha sido amenazado por pistoleros si se lo encontraban en la calle o familiares directos han muerto por el empleo de esas mismas pistolas supone una losa difícil de soportar. “Que me investiguen lo que quieran, que yo nunca he hecho nada así”, sentencia.
Recuerda cómo fue el registro de la Policía. A las 7.00 horas. Los golpes contra la puerta le asustaron y tras observar por la mirilla vio a los agentes golpeándola con una maza para abrirla. “Les abrí la puerta, solo quería que mi madre no se enterara de nada para que no se asustara”, narra. Su progenitora, anciana, sufre del corazón y necesita de un respirador. Ella es la que le atiende, en base a la Ley de Dependencia, mientras su marido realiza trabajos esporádicos de pintor. Tapada con una manta, duerme en el sofá de la entrada, sin saber ni lo que ha pasado ahora ni lo que lleva padeciendo desde hace años la familia. “En mi casa no pudieron encontrar nada de dinero porque no lo tengo. ¡Cómo voy a traficar con armas!”, lamenta. “Los policías entraron con un perro, buscaron por todo, prenda por prenda, jamás en la vida vi algo así. Me dijeron que estaba acusada de comprar y vender armas y que sospechaban de mis hijos... ¡cómo voy a estar relacionada con esto! En todo momento les dije que no tenía nada que ver porque es la verdad”, indica emocionada. Solo temía que su madre despertara, incluso cuando entre ella y su marido la tuvieron que levantar para que los policías registraran la cama sobre la que dormía. “No se enteró”, cuenta.
De Ceuta fue trasladada a Algeciras hasta que al día siguiente fue presentada ante el juez con el resto de detenidos, entre ellos dos de sus hijos, algo de lo que se enteraría ya en dependencias policiales. En su vivienda no encontraron arma alguna “porque nunca las ha habido”, sentencia. Mientras estaba detenida solo pensaba en su madre. “Toda la vida cuidándola y ahora, detenida, pensaba que podía morirse y yo no estar allí con ella”.
¿Por qué entonces se le acusa de asociación ilícita? “No lo sé”, responde, piensa que todo puede deberse a un error, a que otras personas le hayan acusado para causarle un mal. Su familia lleva años con miedo por las amenazas de muerte recibidas y por los episodios que han sufrido directamente sus miembros, por eso no encuentra sentido a que le relacionen con las armas que otros emplean para cometer crímenes que han afectado a su entorno más directo.
“Tengo la conciencia tranquila”, responde, confiando en que todo esto se aclare. Es ahora cuando ha podido leer los artículos de prensa sobre la intervención policial de la que ella fue protagonista. “Aquí ponen”, dice leyendo El Faro, “que tienen seguimientos... a mí no me han podido seguir con armas porque nunca las he tenido”, concluye.

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