“Tenemos mucha fe y voluntad”

Los argelinos que intentaron llegar a la península ocultos bajo el ferry cuentan la situación extrema en la que se encuentra el colectivo, sin salidas a la península.

Dicen que pasaron mucho miedo, que no pensaron que sus vidas podían correr un serio peligro. De hecho, no fueron conscientes de esto hasta que la Guardia Civil los sacó, no sin gran esfuerzo, de los huecos que les estaban sirviendo de camuflaje en el ferry Milenium II de la compañía Acciona. A las puertas del CETI, dos de los tres argelinos rescatados en la noche del martes por los agentes del Servicio Marítimo explican a El Faro qué les ha llevado a elegir un intento de salida que, a diario, repiten decenas de argelinos porque, denuncian, es la única manera que tienen para poder llegar a la península. “Nosotros no salimos tanto como los subsaharianos”, cuentan.
Esa noche, los tres argelinos que evitan dar sus nombres por miedo a posteriores complicaciones, decidieron arrojarse al agua y nadar hasta el ferry, ocultándose a la espera de su salida. Las cámaras de seguridad detectaron sus movimientos, dándose aviso al Servicio Marítimo para que procediera a sacarlos del lugar antes de que el barco emprendiera ruta a la península. De no haberlo hecho, podrían haber muerto.
Ellos solo recuerdan que “hacía mucho viento y notábamos mucha presión”. Cuando los agentes de la Guardia Civil los descubrieron, se dieron cuenta de que no podían salir por sus propios medios. Uno de los argelinos muestra sus piernas repletas de heridas que se produjo en el rescate. Le duele todo el cuerpo, la espalda, el pómulo, las piernas... Él fue quien sufrió heridas y abrasiones y a quien los agentes de la Benemérita tuvieron que amarrarle con una cuerda para poder sacarlo del lugar. Su compañero solo fue atendido de un cuadro de hipotermia y el tercer compatriota sufrió un importante golpe en la pierna. Todos ellos tuvieron que ser trasladados por el 061 y el ERIE de Cruz Roja a centros sanitarios pero no tuvieron que ser ingresados, aclaraba ayer una fuente de Ingesa.
“Llevamos entre uno y 3 meses aquí. Entramos con pasaportes falsos por la frontera, lo único que queremos es marchar a la península”, explican. Uno de ellos dice tener a su mujer y una hija residiendo en Santander; otro, a su madre en Francia. Ambos quieren una oportunidad para reagruparse. El tercero de los amigos tiene prohibida la entrada en el CETI y ya intentó la llegada a la península por Melilla.
“Tenemos mucha voluntad y fe, si no, no podríamos haber hecho eso. Aquí estamos... como muertos”, se lamentan. Cuentan con los dedos de las manos las veces que han intentado escapar a la península siguiendo el amplio abanico de modalidades que nutren los pases de inmigrantes. En los bajos de un camión, colándose en su interior, en los ferry... “Hasta me he pintado el pelo para intentar que no me reconozcan”, explica uno de ellos mostrando su cabellera marcada por mechas rubias.
¿Volverán a intentarlo? Sonríen. En un principio lo niegan, a sabiendas de que todavía tienen fresco el recuerdo de su última odisea. Pero sí. Volverán a intentar conseguir una salida que, denuncian, se les niega por otro lado. Ven cómo, llevando el mismo periodo de tiempo en el CETI que otros colectivos de subsaharianos, éstos marchan más rápido.
Bajando la cuesta del campamento del Jaral, decenas de compatriotas han constituido un campamento alternativo que les sirve de cobijo mientras planean la forma de la que echarán mano para poder llegar al otro lado. No les importa los riesgos en los que incurran ni tampoco que haya habido compatriotas que han perdido su vida en el intento. Que haya otras personas que lo logran es el aliciente necesario para seguir en el camino del riesgo.