Me encontraba paseando por la playa cuando de repente se hizo de noche. Quedé ensimismado. No podía ser cierto lo que estaba pasando. Miré por todos lados y la noche había caído a las 12 de la mañana, perplejo me quedé por que yo pensaba para mis adentros que no podía ser posible lo que estaba sucediendo. Era verano y lo lógico hubiera sido estar con un sol radiante y una luminosidad grandísima, a parte del calor lógico de esta época estival. Yo lo único que hacía era escudriñar para ver si era capaz de observar a alguien y mantener una corta conversación con el fin de que me diera la certeza de lo que estaba viviendo. Aunque yo sabía que era real, algo de mí me decía que no podía ser posible. Si me hubieran pellizcado en ese momento, hubiera sido lo ideal para verificar que no era un sueño lo que estaba ocurriendo en esos instantes. Si me hubieran pinchado, no me hubieran sacado ni una sola gota de sangre. Me encontraba perplejo. Estaba sólo.
Las olas del mar, que prácticamente no había, era una calma chicha, unos instantes antes de aparecer este fenómeno anormal, se volvieron en una tempestad. Parecía que estaba incluso lloviendo debido a la fuerza del mar al romper contra la orilla, sacudía hacia el cielo una tupida brizna de agua salada que formaba una lluvia artificial que me estaba empapando hasta los huesos. Fue un cambio de clima en cuestión de segundos.
Tomé la decisión de dirigirme hacia el coche, pero también el viento se había aliado en este acontecimiento que yo lo consideré fantasmagórico. Me encontraba inmerso en un ‘shock’ tremendo. ¿Qué había ocurrido? Todos los consejos de los médicos de no hacer ejercicio en las horas centrales del día yo lo había vulnerado. Sabía que estaba mal, pero lo había hecho. ¿Pero era suficiente está explicación? No sabía lo que pensar. Me encontraba fuera de sí. Intentaba ponerme a resguardo yendo hacia mi utilitario, pero el viento me echaba para atrás. Se había aliado toda la mala suerte contra mí.
Pero mi fuerza, tanto de voluntad como muscular, se hicieron visibles en esos momentos y conseguí, eso sí, con mucho esfuerzo, llegar hacia el coche. Aquí sí me alegré de todos los sudores que conllevaba mis movimientos todos los días que podía hacer un poco de gimnasia, para aligerar peso y ser un poco mas rápido, muy especialmente tenía centrado mi afer diario en la carrera continua.
Allí estaba cansado y dando gracias a Dios por permitirme haber llegado hasta el refugio teórico del vehículo. Pero este se movía muchísimo. Daba tales meneos que la verdad pensé incluso en salir de ese habitáculo que por momentos creí que podía ser mi ataúd. Pero fuera se visualizaban los contenedores de basura pululando por delante mía sin poder ser parados. La fuerza del viento, por momentos, se estaba empleando a fondo y, dentro del espanto y mi sorpresa, no sabía donde sería el mejor lugar para estar. Aguanté allí estoicamente. Aunque aviso que mis nervios estaban al borde del colapso total. Pensé incluso que estando andando mi utilitario en algún momento podría volcar por la fuerza que estaba demostrando el terrorífico temporal. Fueron unas dudas razonables que me dejaron inmovilizado por muchos momentos. Pero corría el tiempo y debía de hacer algo.
Arranqué el coche y lo que suponía veía como me tiraba siempre hacia mi izquierda. Era terrorífico. Yo con las dos manos bien aferradas al volante y con marchas cortas emprendí la huida hacia mi casa. A los pocos metros, no llevaba ni siquiera dentro del coche 4 minutos, cuando se puso el día con una luz de verano y se calmó el viento. Cuando llegué a casa me encontré a mi mujer haciendo la comida. Serían las 12 y media más o menos, le conté lo sucedido y ella con una sonrisa en la boca me dijo: “Vete a quedarte con otra persona. Yo tengo muchas cosas que hacer”. Le dije si no había observado al mediodía nada anormal, es decir, hacía media hora escasa y me volvió a decir que la dejara tranquila. Después de ducharme salí a la calle con el objetivo de hablar con alguien neutral para hablarle del asunto que me trajo y traía actualmente en vela.
Y cuál fue mi sorpresa cuando al hablar con mi dependiente de la tienda me volvió a decir lo mismo que mi mujer. En ese arco de tiempo no había ocurrido nada de nada. Y más porque se hubiera dado cuenta él seguro. O se lo hubiera dicho alguna clienta. ¿Tú qué opinas de lo que me ocurrió?