A falta de seis meses para cumplir la condena, se ordenó su traslado desde la cárcel de Tetuán, en donde ha cumplido la mayor parte de la pena, a la de Tulal. Hasta allí se ha estado desplazando su familia hasta que en la noche del miércoles de la semana pasada recibieron una llamada en la que se les informaba de que Anuar había sido víctima de una brutal paliza dentro de la cárcel. Le pisaron el cuello, le golpearon en la espalda, piernas y brazos hasta dejarlo casi inconsciente, momento que aprovechaban para arrojarle agua fría y volver a la carga. Al final le colgaron boca abajo y le pegaron en las piernas.
Durante cuatro horas este ceutí sufrió torturas continuadas. Daños físicos y psicológicos que le han llevado a permanecer en cama varios días. A su familia le costó verlo. Su anciana madre pidió la entrada en prisión y se le comunicó que en la cárcel no había interno alguno que se llamara así. ¿Cómo era posible si hasta en cuatro ocasiones había podido visitar a su hijo?, ¿por qué ahora no dejaban verle? La insistencia de la progenitora y su amenaza de no abandonar el lugar hasta que pudiera ver a Anuar convirtió la negativa de la prisión en error. Se habían equivocado: Anuar estaba en prisión.
Lo que se encontró la madre no ha hecho sino cundir la desazón entre los familiares. Se encontró a un hijo amoratado, herido psicológicamente, asustado y con hematomas por todo el cuerpo. La familia ha informado al Consulado de lo ocurrido, intentando a la desesperada que funcionarios consulares se acercaran a prisión para conocer el estado, de manera oficial, de un español. Labor infructuosa desde el momento en que desde el Consulado se les ha indicado que, cumpliendo el protocolo, no pueden acudir a prisión a no ser que se les comunique oficialmente desde la dirección penitenciaria.
“Tememos por su vida”, lamenta la familia de Anuar, que ayer se entrevistaba en su domicilio de Vicedo Martínez con ‘El Faro’. No saben qué puerta tocar. ¿Cómo hacer llegar esta historia al delegado del Gobierno?, se preguntan. Hay un español entre rejas, cumpliendo una pena, pero esto no fundamenta el que sea objeto de una paliza sin que se haya esclarecido su autoría y sin que se haya permitido el traslado a otra cárcel. “Es al menos lo que pedimos, que le lleven a otra cárcel. Si allí le han dado una paliza, le han torturado, ¿qué puede pasar ahora?, tememos que le puedan matar”, lamenta la familia. La paliza que sufrió Anuar se produjo después de que funcionarios de la cárcel entraran en la celda ocupada por el ceutí y 30 presos más en busca de móviles. A Anuar no le encontraron teléfono alguno, pero aún así detuvieron al joven y le pegaron. Al final no encontraron móvil alguno, pero le acusaron en falso promoviendo una brutal paliza que no ha sido esclarecida. Hasta el momento no se ha expedido certificado médico alguno que sirva a la familia para conocer el alcance de las lesiones. Los propios familiares han tenido que comprar las medicinas para poder curarle.
La lucha de una familia contra la desprotección
La familia de Anuar no sabe a dónde dirigirse. Han tocado las puertas del Consulado español pero hasta el momento sus funcionarios no han acudido a prisión a ver el estado del joven. El protocolo manda, pero la familia sólo entiende de necesidades, de apoyo y de ayuda para evitar, sencillamente, lo que temen: por la vida de Anuar. Los abogados de la familia poco pueden hacer cuando ni cuentan con un informe forense de las lesiones del joven. De hecho ni se le han practicado radiografías por si tuviera lesiones internas y es la familia la que ha tenido que llevar pomadas y medicamentos. Ayuda para un español: esa es, en definitiva, su reclamación.